El ascenso del islamismo en Mauritania

22/05/2015 | Crónicas y reportajes

La República Islámica de Mauritania se muestra a sí misma como un aliado comprometido en la lucha contra el extremismo islámico del Sahel.

El país participa en la misión de la ONU en Malí (MINUSMA) y en diciembre de 2014 fundó el G5, una conferencia que reúne a los países del Sahel con la participación de Burkina Faso, Malí, Mauritania, Níger y Chad, para combatir de manera más eficaz a los grupos yihadistas transnacionales.

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El periódico nacional Horizon enfatiza repetidamente que Nuakchot no tolera las interpretaciones políticas o violentas del Corán. La estrategia de relaciones públicas de Nuakchot ha tenido un éxito notable: aunque el gobierno actual aún reivindica el poder desde el golpe de Estado de 2008 y aunque las organizaciones internacionales de derechos humanos han criticado constantemente el régimen de violaciones graves que se dan en el país, Nuakchot cuenta con el apoyo diplomático de la Unión Europea y de Estados Unidos.

El general David Rodríguez, jefe del Comando África de Estados Unidos (AFRICOM), agradeció recientemente al gobierno de Mauritania su apoyo contra la amenaza yihadista regional, en una serie de publicaciones patrocinadas por EEUU en los periódicos mauritanos.

Sin embargo, la realidad es algo más complicada. Son muchos (miembros de la oposición, académicos, activistas y partidarios de los Hermanos Musulmanes o del movimiento Jamaat al Dawa) los que han revelado que los grupos islamistas guardan fuertes vínculos con el gobierno y con amplios sectores de la sociedad. Según estas opiniones, el aumento de los islamistas es el resultado del fracaso de la élite autocrática de Mauritania por construir un Estado-nación cohesionado que enfrente el legado de la esclavitud en el país.

Aunque hoy en día muchos mauritanos gozan de un diverso patrimonio, en el plano político la sociedad se sigue dividiendo en tres comunidades: los moros del país (de origen árabe), que han dominado la esfera política y económica desde los tiempos precoloniales. Los africanos negros, que se dividen en tres comunidades –Wolof, Soninké y Pullar, y por último, los haratines, descendientes de esclavos africanos negros propiedad de los Moros, representan poco más de la mitad de la población, según recientes estimaciones.

Al clasificar a Mauritana como país árabe, las estadísticas gubernamentales sólo distinguen entre africanos negros y moros, excluyendo a los haratines. Éste es un fenómeno que varias organizaciones haratines de la administración pública y de la sociedad civil denuncian en entrevistas y conversaciones. Sólo unas pocas familias moras han controlado todos los gobiernos de Mauritania desde la independencia de Francia en 1960, llevando a cabo estrategias para perpetuar la hegemonía mora. Primero, se nombran a los representantes, cuidadosamente seleccionados, de los marginados africanos negros y de las comunidades haratines. La inclusión de estos grupos sociales en posiciones de poder ha supuesto un obstáculo efectivo para la formación de una oposición étnicamente unida.

En segundo lugar se establecen un conjunto de ideologías contradictorias entre los principales administradores del Estado, incluyendo el panarabismo, el panafricanismo, el socialismo y el islamismo. Como la adherencia al Islam era el único denominador común de una nación muy dividida, el gobierno alentó la afluencia de clérigos y organizaciones benéficas bien dotadas en materia financiera desde Arabia Saudí y los Estados del Golfo.

La prestación de los servicios de salud y educación islámicos proporciona cierto grado de estabilidad social y ayuda al gobierno a permanecer en el poder durante los primeros años desde la independencia. Pero pronto, la creciente presencia de la hermandad musulmana y una comunidad salafista naciente fueron más allá de las actividades de desarrollo. En la década de 1980, Nuakchot ya contaba con un Centro de Estudios Islámicos.

Diseñada como una institución educativa, se formaron en este centro a muchos imanes conservadores, aunque también jugó un papel clave en la formación de figuras como la de Abubakar Shekau, líder de Boko Haram, que se dice que asistió a esta escuela, o de miembros del actual grupo yihadista MUJAO.

También los Hermanos Musulmanes establecieron en Mauritania la Asociación Cultural Islámica, cuya misión era la difusión del mensaje del Islam. Bajo condición de anonimato, varios ex hermanos musulmanes testificaron que dentro de esta asociación los miembros tenían el objetivo ideológico de establecer un estado islámico teocrático.

Junto al crecimiento del islamismo en el país, surgió una conciencia política en el seno de la comunidad de los haratines. Muchos antiguos esclavos se habían trasladado a la capital, donde se encontraron con la privilegiada posición de los moros. Pero fueron sobre todo los haratines los que murieron durante el intento de Mauritania por ampliar su territorio en el Sáhara Occidental a mediados de 1970, lo que llevó a varios movimientos antiesclavistas a operar por Mauritania, ejerciendo presión sobre el gobierno para poner fin a la esclavitud. Los movimientos fueron apoyados por diversos imanes y por la comunidad salafista, ya que la esclavitud queda prohibida en El Corán.

En respuesta, el Gobierno emitió una fatua argumentando que dicha abolición sólo sería posible después de que los propietarios de esclavos hubieran sido compensados por su pérdida.

La propagación del islamismo en Mauritania se debió, en conclusión, a otros dos factores fundamentalmente: el deseo de los gobiernos para ser receptores de la ayuda al desarrollo del mundo árabe y el fracaso del intento de abolir la esclavitud.

A principios de 1990, los Hermanos Musulmanes solicitaron registrarse como partido político, momento en el cual el gobierno advirtió la amenaza de un grupo unificado islamista en territorio mauritano. Las autoridades acabaron por reprimir a varios grupos de la Hermandad, arrestando a clérigos y obligando a algunos miembros a confesar ante la televisión nacional su plan de violencia.

Muchos de los seguidores islámicos se radicalizaron a raíz de las detenciones y las humillaciones públicas de los clérigos. Algunos afirman que parte de los miembros de las organizaciones islámicas huyeron al norte de Malí y, posteriormente, se unieron al grupo MUJAO o a otros grupos terroristas. Algunos investigadores mauritanos han identificado a ciudadanos de este país en misiones suicidas yihadistas en Malí, siendo muchos de ellos originarios de los haratines.

Durante la década de 1990, el gobierno de Taya trabajó para mejorar su imagen internacional, buscando la alianza con Estados Unidos. Alentados por este país, Mauritania también se vinculó diplomáticamente a Israel. Estos lazos llevaron al gobierno de Nuakchot a ser respaldado y a recibir ayuda para el desarrollo por parte de Washington y Jerusalén. Como cabía esperar, fueron muchos los clérigos que denunciaron al gobierno, sobre todo por su nueva relación con Israel.

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Tanto en 2003 como en 2004, se intentaron orquestar dos golpes de Estado para derrocar a Taya, uno de los cuales tuvo lugar inmediatamente después de que se arrestaran a los líderes islamistas de Mauritania. El líder del intento de golpe de Estado militar, Saleh Ould Hanenna, era miembro de los Hermanos Musulmanes y, aunque el golpe fracasó, los insurgentes pudieron liberar a todos los islamistas de las prisiones donde se encontraban detenidos.

Desde entonces, Mauritania ha presenciado otros dos golpes militares (en 2005 y 2008) y un breve periodo democrático entre 2005 y 2008. Estas convulsiones político-sociales fueron el resultado de los conflictos dentro de la propia élite. La sociedad islamista del país ha formado nuevas alianzas intersectoriales junto a otros actores políticos, con partidos como el de los Hermanos Musulmanes o el salafista, que se encuentran involucrados en el gobierno, así como en el ejército, los sindicatos y otros grupos de la sociedad civil.

Mauritania podría extraer, después de esta reseña histórica, importantes lecciones para todos aquellos que están preocupados por el crecimiento del islamismo político:

– La infiltración islamista en la sociedad puede suponer un peligro para aquellos gobiernos presentes en países donde la gran mayoría de la población vive por debajo del umbral de la pobreza;

– Los gobiernos autocráticos tienden a acelerar estas tendencias radicales;

– El mal gobierno y la represión violenta contra los movimientos islamistas solamente provoca la radicalización y la violencia de los mismos;

– La comunidad internacional –en particular, Estados Unidos y la Unión Europea– deben tener en cuenta una vez más que algunos desafíos actuales, como la seguridad de Mauritania, han sido creados por las mismas personas que el mundo occidental promociona como amigos y aliados.

Sebastián Elischer

All Africa – Fundación Sur

Traducción de Iris Pugnaire Sáez

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