Egipto: Revolución inacabada, por Justo Lacunza Balda

25/11/2011 | Bitácora africana

Los manifestantes egipcios han vuelto a tomar las calles en muchas ciudades del país. No hay tregua para la revolución que comenzó el 6 de junio 2010 con el infame asesinato del genio informático Khaled Said (1982-2010) en Alejandría. Murió apaleado por la policía en plena calle y se desangró delante de un Internet Café ante la mirada furiosa de sus compaisanos. Fue la gota que hizo desbordar el vaso hasta la vergonzosa caída de Hosni Mubarak el 11 de febrero 2011. Desde entonces las gentes y pueblos de Egipto buscan la dignidad, anhelan la libertad y quieren la democracia. Sin enjuagues militares, sin trabas políticas, sin juegos islamistas. Nadie quiere dictaduras de sello político o extremismos de cuño religioso. Por lo menos eso es lo que sueñan los manifestantes y las redes sociales. Y tampoco la zarpa indiscriminada, el control férreo y el poder ilimitado de los militares. Empezando por el general Mohamed Husein Tantawi (1935), a quien se le pide a gritos que abandone sin más tardar el sillón de mando y ceda el paso a la democracia civil. Por ahora los militares tienen el país amarrado y no quieren ver insurgentes en las calles y rebeldes en las plazas. La policía no deja de detener a ciudadanos y los militares ahondan más sus botas en el manejo del poder estatal. Mientras tanto millones de pobres siguen con el plato vacío, la mirada perdida y el estómago arrugado. Viviendo en la indigencia, la miseria y el desamparo. A los pobres de Egipto les cuesta creer en los dioses del olimpo revolucionario.

La junta militar ha intervenido en numerosas ocasiones con los medios de comunicación, pidiendo, y exigiendo a periodistas, que acaben con “el barullo y el jaleo” de sus análisis periodísticos y previsiones políticas. El mariscal Tantawi demostró ser uno de los más fieles y abnegados servidores en la dictadura de Mubarak. Era considerado su posible sucesor, aunque el rais quería que se prolongara la dinastía de “los Mubarak”. De noche a la mañana Tantawi, jefe del Consejo Militar Supremo, se convirtió en paladín sonriente de las libertades civiles y de los procesos democráticos. Favorito del Pentágono, nadie en Egipto creyó en esa inesperada y fulminante conversión a la democracia parlamentaria por parte de alguien que conocía muy bien las artimañas, herramientas y secretos de la dictadura. Nueve meses después se le han visto las cartas y han quedado al descubierto sus ambiciones presidenciales. Desde los comienzos de las intensas conversaciones con la Casa Blanca parecen haberle dado “carta blanca” para que siga por la senda endiablada de la revolución egipcia hasta llegar a la presidencia. No en vano la secretaria de Estado americana, Hillary R. Clinton y el secretario de Defensa, Robert Gates, viajaron al Cairo para entrevistarse con Tantawi el 16 y 23 de marzo respectivamente. Así mostraron el apoyo institucional de los Estados Unidos a la junta militar que de hecho gobierna la nación. R. Gates fue substituido por Leon E. Panetta como secretario de Defensa el 1 de julio 2011.

La famosa Tahrîr Square se hace eco de la rebelión popular y de los activistas. Indignación generalizada ante la lentitud programada de las reformas democráticas. De nuevo la policía y el ejército han enseñado los dientes. El balance de los últimos días es de más de 900 heridos y al menos 11 muertos. Muchos de los heridos conducidos a los hospitales tienen heridas de balas de goma en los ojos. Represión cruel como en tiempos de la pasada dictadura, mano dura a los manifestantes y azote maldito a los indignados porque se han descubierto las cartas ocultas de la clase militar. La cúpula militar quiere asegurarse dos cosas mientras se fragua la democracia y se avanza en el proceso electoral. Primero, ningún control civil y democrático del ejército. Segundo, nadie debe controlar los presupuestos ni husmear en los negocios de los militares. En una palabra, la democracia es para el pueblo de abajo pero no para los que quieren seguir mandando. Porque hasta ahora es el Alto Consejo Militar, que tiene las riendas del poder central, quien ha decidido los tiempos de las elecciones. Quieren mantener intacto el poder en la tierra de los faraones. Sin aduanas democráticas ni controles civiles. Activistas, manifestantes y gente común vuelven a reivindicar claramente la democracia nacional y la libertad ciudadana. El ejército ya no tiene credibilidad y se teme un regreso a la dictadura de los militares que ha marcado la historia contemporánea de Egipto con Gamal Abdul Nasser (1918-1970), Anwar Sadat (1918-1981) y Hosni Mubarak (1928)

Mientras se prepara el proceso electoral la cúpula militar ha distribuido las elecciones legislativas en tres grandes fases en diferentes zonas del país: 28 de noviembre, 14 de diciembre y 10 de enero 2012. En total son 55 los partidos que concurren a las elecciones para disputarse los 498 escaños (10 escaños son designados). Se han prohibido los eslóganes religiosos pero dos grandes fuerzas islamistas compiten en la carrera a las urnas. El primero es el partido Libertad y Justicia fundado por los Hermanos Musulmanes el 30 de abril 2011. Los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, empezando por su actual Líder Supremo, Mohamed Badie (1943), confían en su victoria en las tan esperadas elecciones. Si en las legislativas del 2005 obtuvieron 88 escaños, ahora esperan aumentar considerablemente los diputados en la Asamblea Nacional. La segunda formación el partido al-Nour (“La Luz”) de inspiración salafista y fundado el 25 de enero 2011. No es nada de extrañar que los refractarios líderes salafistas, que siguen la senda de la tradición musulmana de los antepasados, hayan elegido tal evocador título en referencia al capítulo XXIV del Corán. Ambos partidos quieren que el futuro de Egipto sea impregnado, condicionado e inspirado por los principios de la ley islámica (chari‘a). Sin embargo, prometen libertad, diálogo y democracia.

Mientras juristas y abogados, todos ellos hombres, se reúnen para redactar la nueva constitución, las aguas de la política nacional continúan turbias, agitadas y turbulentas. No se ha posado todavía el polvo de los gritos callejeros. Tardará mucho tiempo antes de que la simiente de la dignidad, la libertad y el derecho germinen, crezcan y fructifiquen en el nuevo Egipto. Todos los partidos quieren reformas y cambios, democracia y desarrollo. Pero el alto precio en vidas humanas, que con toda probabilidad tan ardua y difícil empresa costará, no lo sabemos todavía. En las calles de El Cairo todavía hay violencia despiadada y feroz como en tiempos de la dictadura. Con numerosos heridos y muertos. El camino de los derechos, la democracia y las libertades está sembrado de incertidumbre, dolores y violencia. Un lento, sofocante y penoso caminar a la espera de las primeras e inminentes elecciones. Será el caso de recordar el significado de la formación política Kefaya: “Basta Ya” Precedió como alma rebelde los meses de la revolución y su clamor popular ha recobrado brío y protagonismo. La población espera la voz de las urnas para vislumbrar la nueva etapa histórica de la revolución inacabada en Egipto.

Autor

  • Lacunza Balda, Justo

    Justo Lacunza Balda, sacerdote de la Sociedad de Misioneros África - Padres Blancos, nació en Pamplona el 14 de marzo de 1944. Obtuvo la diplomatura en estudios árabes, en PISAI, Roma, en 1977, y la licenciatura en Estudios Árabes e Islámicos, en la misma institución de Roma en 1978.
    Perfeccionó la lengua árabe en Túnez, en el Institut Bourguiba des Langues Vivantes, entre 1975 y 1978. Tras los estudios, Justo Lacunza obtuvo el doctorado en lenguas y culturas africanas, con especialización en el Islam y literatura islámica en lengua suajili, en la SOAS (School of Oriental and African Studies), de Londres, en 1989.

    Ha realizado trabajos de investigación sobre el Islam y las sociedades musulmanas en multitud de países entre los que destacan Alemania, Argelia, Bélgica, Burundi, Canadá, China, Congo, Egipto, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Italia, Jordania, Kenia, Liberia, Libia, Malasia, Malí, Marruecos, Noruega, Reino Unido, Singapur, Sudán, Suecia, Taiwán, Tanzania, Tailandia, Túnez, Uganda, Venezuela y Zanzíbar.

    Ha publicado libros y numerosos artículos y colaboraciones sobre el Islam en diversas publicaciones y medios de comunicación de diferentes países. Lacunza Balda ha sido distinguido con la Placa de Reconocimiento, por su contribución al diálogo entre Civilizaciones (Embajadores de Asia ante la Santa Sede, 1999). También ha sido nombrado "Embajador de Paz" por los Ayuntamientos de las ciudades italianas de Eboli (2001), Barletta (2002) y Trani (2003) y Educador Internacional del 2005 por el Instituto de Biografías de Cambridge, Reino Unido.

Más artículos de Lacunza Balda, Justo