Todo apunta a que Boko Haram está perdiendo terreno. Puede que esto se deba a los éxitos de la ofensiva regional que cuenta con efectivos procedentes de Nigeria, Níger, Chad, Camerún y Benín y tiene el apoyo del ejército de Estados Unidos, principalmente. Quizás fruto de esta nueva situación haya sido posible encontrar a una de las niñas que fue secuestrada por el grupo yihadista en una escuela secundaria de la localidad de Chibok (norte de Nigeria) hace dos años, aunque todavía quedan casi 200 de las que no sabemos su paradero.
Sin embargo, el grupo terrorista no será derrotado solo con la fuerza de las armas, sino que hace falta invertir en educación, sanidad y, sobre todo, ofrecer oportunidades que permitan llevar una vida digna a la población de aquellas zonas donde la ideología del mismo ha caldo más. Al menos así piensa Antoine Bouba Kidakou, Doctor en filología hispana por la UNED, profesor de la universidad de Maroua, en el extremo norte de Camerún, subdirector de investigación y cooperación de la escuela de magisterio de la misma ciudad y voluntario de la ONG Zerca y Lejos (ZyL).
Fuera de Nigeria, Camerún ha sido el país más afectados por Boko Haram. El grupo ahora opera desde bases en las montañas de Mandara, el bosque de Sambisa y el lago Chad, áreas a caballo entre las fronteras de Camerún, Nigeria, Chad y Níger.
Desde agosto de 2014, el Boko Haram ha llevado a cabo más de 336 ataques en Camerún, según el ejército camerunés, que ha perdido a 57 de sus hombres que defienden el norte. Pero, según el profesor Kidakou, la situación en el país ha mejorado mucho porque “la secta tiene menos capacidad de ataque” al haber destruido el ejército muchos de sus cuarteles y eliminado y apresado a bastantes de sus efectivos. Ahora, “la paz está volviendo poco a poco. En los centros urbanos ya podemos movernos fácilmente y vivir en paz. En las zonas fronterizas depende; en la zona de montaña, por los obstáculos naturales, es más difícil para la secta moverse, mientras que la lucha todavía continúa en las llanuras”.
Kidakou opina que la lucha contra Boko Haram empezó a dar sus frutos a partir de la entrada en combate de la fuerza internacional. Pero también ha jugado un papel decisivo la población civil. Por ejemplo, cuenta el profesor, “en las zonas de montaña hubo una implicación profunda de la población que utilizó los antiguos métodos de guerra tribal con flechas envenenadas y escondiéndose en las montañas y en los árboles ayudó al ejercito a expulsar a la secta de aquella zona”.
Oficialmente Camerún ha arrojado enormes recursos en la protección del norte. Casi 10.000 de sus soldados están desplegados contra Boko Haram. “Pero los que de verdad han hecho la diferencia han sido las Brigadas de intervención rápida (BIR) del ejército camerunés”, piensa el profesor Kidakou. Este es un grupo especial entrenado por el mosad israelí y mucho mejor equipado que el resto de las tropas.
El ejército de Estados Unidos respalda las operaciones de la fuerza internacional con equipos, formación e información recopilada a partir de aviones no tripulados que vuelan desde una base situada en la ciudad de Garoua. También se ha informado de un pequeño campo militar estadounidense dentro de la base de las BIR en los alrededores de Maroua.
Que la presencia de Boko Haran se debilite en el norte de Camerún y la paz vaya regresando poco a poco es una buena noticia que permite a Kidarou ser muy optimista, pero no olvida que la población civil ha sufrido terriblemente ya que muchas personas “no tuvieron más remedio que abandonar sus pueblos y sus tierras para refugiarse donde había más seguridad”.
Este lugar no era otro que el campo de refugiados de Minawao que en 2014 llegó a tener una población de 132.000 habitantes. La cifra ha descendido considerablemente y, según ACNUR, a finales de marzo de este año solo quedaban 56.803 personas, de las cuales solo el 1 % son cameruneses, el resto son nigerianos.
Otro dato que resalta el profesor es que debido a las operaciones de Boko Haram en la zona se cerraron 136 colegios y 56 institutos con lo que un total de alrededor de 9.000 niños y niñas vieron ininterrumpida su educación.
Es aquí donde entra en juego el trabajo de Antoine Bouba como voluntario de ZyL. Durante estos años, él no ha abandonado el norte del país, ha seguido en su puesto de docente y ha dirigido los proyectos que la ONG tiene allí. De ellos destaca la escuela de N’drock, en la zona de Tourou, la única que ha permanecido abierta durante todo el conflicto y que ha acogido a más de 500 menores refugiados.
“En Zerca y Lejos trabajamos con la población”, comenta Antoine Bouba, “y ahora con la crisis trabajamos sobre todo en educación, en la medida en que la zona de Tourou, donde estamos, fue una zona muy afectada por los ataques de Boko Haram y se han cerrado los colegios. Entonces los niños se quedaban en casa sin ir al colegio y el único colegio que funcionaba era el de Zerca y Lejos en esa zona. Tuvimos que acoger a cientos de alumnos más que vinieron de los pueblos abandonados por las familias desplazadas por los ataques de Boko Haram”. Es por eso que ahora están reforzando el colegio con más aulas y personal para poder dar respuesta a toda esta población.
Ahora que la paz empieza a tocarse con la punta de los dedos en el extremo norte de Camerún, comenta el profesor Kidakou que la ONG va a poner en marcha “un programa de reconciliación interreligiosa, porque conviven en Tourou varias confesiones religiosas y después de la crisis, efectivamente, hay que trabajar en este campo, para que los musulmanes no sean vistos como los portadores del mal y para que todos puedan convivir en paz en el mismo espacio”.
Una de las consecuencias del conflicto ha sido el que, ahora, “en muchos pueblos del norte de Camerún, se considera a todos los musulmanes como partidarios de Boko Haram”. Antoine Bouba insiste constantemente en que esto no es verdad porque los musulmanes han sufrido tanto como los cristianos como consecuencia de los ataques de la secta y “la prueba está en el campo de refugiados de Minawao, donde el 43 % de las personas que viven allí son musulmanas”. De ahí la necesidad de trabajar este aspecto.
Para ello, el voluntario de ZyL piensa que se deben organizar “un diálogo interreligioso, hacer campañas de sensibilización y seminarios que traigan juntos a todos los habitantes de la zona”.
Pero no se pueden parar ahí, piensa Antoine Bouba, porque Boko Haram ha utilizado la pobreza, la falta de educación y de infraestructuras para hacer adeptos. “Los discursos que tenía Boko Haram en su predicación eran discursos contra la corrupción, la pobreza, el analfabetismo y todos los que se identificaban con esos discursos efectivamente ingresaron en las filas de la secta. Si efectivamente queremos luchar de manera duradera contra ella habrá que desarrollar esos campos, la educación primero y luego dignificar la condiciones de vida de la población. Esos son los medios que hay que utilizar, no es con las armas solo como derrotaremos a Boko Haram, sino con estos proyectos y devolviendo a la gente la autoestima y la dignidad”.
Original en : Blogs de El País . África no es un país