El pasado 11 de octubre, Focus on Africa (BBC World) mostró imágenes de jóvenes de Kenia que soñaban con enviar satélites al espacio. El programa trataba de la puesta en marcha en algunos países africanos de la “STEM Education” (Science, Technology, Engineering, Mathematics, CTIM en castellano), fundamental para el desarrollo del más joven de los continentes (el 60% de su población tiene menos de 25 años) y su posible contribución a la economía y el desarrollo globales (el 19% de los jóvenes del mundo eran africanos en 2015 y lo serán el 42% en 2030). “El futuro pertenece a África”, escribió el nigeriano Akinwumi Ayodeji Adesina, actual director del Banco Africano de Desarrollo (BAD), en la revista bianual (Africa Policy Review 2017/18) del Africa Policy Institute, un “think tank” o laboratorio de ideas independiente con sede en Nairobi, y que desde su fundación en 2007 defiende con ahínco la formación científica de la juventud africana. Tras leer un reportaje aparecido en el diario español El Mundo el pasado 9 de octubre, encuentro significativa la reacción de @mariamyusuffkareem a lo expuesto en la Africa Policy Review: “Espero contribuir a crear más ciberseguridad en Nigeria. Estudio Tecnología de la Información, y las compañías que yo funde ayudarán a bancos, negocios y agencias en su lucha contra los hackers”. El reportaje de El Mundo se titulaba: “Así te enamoran (y te timan) por Internet los ‘robacorazones’ nigerianos que simulan ser apuestos cirujanos de raza blanca”. Y explicaba cómo algunos nigerianos residentes en España (dos ya han sido detenidos por la policía) engatusaban a señoras por internet y les sacaban importantes cantidades de dinero. Y es que también se aplica a la STEM y a la IT (Tecnología de la Información) eso de que no hay peor mal que la corrupción de lo bueno.
Dada su profusión, apenas si la cibercriminalidad es hoy noticia, bien se trate de hackers experimentados que despluman cuentas bancarias o de estafacorazones como los que mencionaba el reportaje de El Mundo. Y tampoco en ese terreno es África la excepción. En 2016 el joven argelino de 25 años Hamza Bendelladj fue condenado en Estados Unidos a 15 años de cárcel (y a 9 su cómplice ruso Aleksandr Andrevich Panin). Creador del virus “SpyEye” que contaminó entre 2010 y 2012 a más de 50 millones de ordenadores, causó casi mil millones de dólares de pérdidas a la industria financiera mundial. Consiguió incluso piratear sitios gubernamentales israelitas.
Sólo algunos cibercriminales africanos están a la altura de Bendelladj. En 2015, el nigeriano Stephen Omaidu, graduado de la Kogi State Polytechnic de Lokoja (Kogi State) pirateó el servidor de un banco y consiguió desviar más de 68 mil millones de nairas (cerca de 350 millones de dólares). En cambio otro nigeriano que, actuando bajo el seudónimo “Get Rich or Die”, enviaba emails del tipo phishing (parecen comunicados oficiales de asociaciones, firmas o autoridades) a empresas de todo el mundo, intentando obtener informaciones financieras, sólo consiguió infectar a 14 dispositivos y obtener algunos miles de dólares.
Más abundantes en África, particularmente en Nigeria, Costa de Marfil y Ghana, son los “estafacorazones” (explican que están enfermos, han heredado, se ofrecen como alma gemela a señoras incautas o buscan socios para negocios), semejantes a los descritos por El Mundo. Casi todos hemos recibido alguno de sus mails. En el mundo virtual de la cibernética, actúan desde cualquier parte del mundo. En 2016 se detectaron en Suiza 140 casos. Y el pasado mes de agosto fue desmantelada en Estados Unidos una red de estafacorazones nigerianos. En 2018 las autoridades de Costa de Marfil detuvieron a 89 “brouteurs”, como allí se les conoce porque “pastan” (brouter = pastar) como las ovejas que comen las hierbas más tiernas. En Nigeria los llaman los “Yahoo boys”. Forman parte del entramado económico, y son admirados e imitados, tanto por sus habilidades como por su lujoso tren de vida.
Especialmente entre los hackers hay quienes pretenden ser modernos “Robín Hood”, defensores de pobres y oprimidos. En 2013 el grupo Anonymous Côte d’Ivoire atacó a los proveedores de internet exigiendo que bajasen sus precios. “Sudáfrica necesita ser liberada de la corrupción”, publicaba en 2013 el Team GhostShell, y “se ha preparado un grupo de hackers que se infiltrarán para sacar a la luz esa corrupción”. También la Nigerian Cyber Army ha hackeado sitios del gobierno. No es el único grupo. Y es ése uno de los motivos por los que el ejército nigeriano ha creado su propio “Nigerian Cyber Warfare Command”. Bancos y empresas están haciendo lo mismo. Y como sucede en Europa, el fuego se combate con fuego, y muchos de los hackers que han mostrado sus capacidades en la red, son ahora contratados para defender a instituciones y empresas de posibles ataques cibernéticos. “Hay muchos hackers profesionales en Nigeria”, explicaba en julio de 2017 Babatunde Oremakinde, que con 19 años había cofundado Gdevit. “Pero la mayoría son “white hackers” que trabajan en la seguridad online del gobierno, empresas y grandes organizaciones”.
Para comprobar cómo la de “White hacker” es considerada una profesión con futuro basta pedir a Google “Hacking tutorials para principantes” o en inglés “Free Ethical Hacking Tutorials: Course for Beginners”. Y en lo que concierne a África en general y a Nigeria en particular, llama la atención la publicidad para la segunda edición del “NaijaHacks”, el más importante “Hackathon” de África, que tendrá lugar en Lagos del 7 al 14 de diciembre, y al que se prevé que asistan más 1.300 participantes, 50 patrocinadores y jueces de más de ocho países: “Iniciamos NaijaHacks para incitar a una nueva generación de nigerianos y africanos a ser creadores, líderes e innovadores. Después de asistir a más de 50 Hackathons y ver el impacto que tuvieron en nuestras vidas y carreras, decidimos traer un Hackathon, construido para África, a partir de las lecciones que aprendimos en Harvard, MIT, Stanford, Waterloo, Princeton y otros. NaijaHacks está pensado por africanos para africanos, e impulsado por simpatizantes de más de 8 países”.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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