Ébola: un viejo conocido, por Rafael Muñoz Abad. Centro de Estudios Africanos de la ULL

4/04/2014 | Bitácora africana

“…Sí, el paso de Rosso está cerrado y las autoridades están muy preocupadas porque hay muchos vuelos entre Conakry y Dakar; de la misma manera que miles de senegaleses entran y salen todos los días de Mauritania; el virus es muy peligroso…”

Con estas palabras me relataba mi amigo Brahim lo que empieza a vivirse en Nouakchott. La capital de Mauritania está conectada con algunos vuelos a Senegal y de ahí a Guinea Conakry. El reciente y virulento estallido de una cepa de nuestro viejo amigo el ébola tiene en jaque ya no sólo al Africa occidental sino también a la Organización mundial de salud; que ex profeso, ya ha enviado una delegación a la antigua colonia francesa. El brote de esta fiebre hemorrágica, para la que no hay una cura o tratamiento específico, ya se ha cobrado la vida de casi un centenar de personas. El riesgo de una pandemia en Africa se ve catalizado por el escaso control fronterizo y las deplorables condiciones higiénicas y sanitarias que se registran en la inmensa mayoría del continente.

El origen del contagio parece residir en la gran cantidad de animales salvajes que son consumidos y que a la par, representan la fuente original o huésped para que con posterioridad el virus se contagie al ser humano; transmitiéndose después este por contacto directo entre la población. Los casos de ébola más celebres se han venido relacionando con los brotes que se daban en Uganda y antiguo Zaire; hoy Congos. En general, en el corazón selvático del continente. La fiebre hemorrágica no iba más allá de aldeas puesto que se trataba de comunidades relativamente aisladas y el virus rara vez lograba alcanzar núcleos urbanos o de relevancia poblacional; lo cual viene a agravar lo ocurrido en Guinea, puesto que en su capital, Conakry, dotada de aeropuerto internacional y poblada con más de dos millones de habitantes, supone un riesgo inherente de propagación.

Los últimos informes revelan casos en las vecinas Sierra Leona y Liberia; donde las condiciones sanitarias no son mucho mejor que en Guinea y cuyas fronteras son la definición perfecta de permeabilidad. Hablar de protocolos o activación de dispositivos sanitarios en países donde las tasas de mortalidad infantil superan el 30% es una entelequia. Razón esta por la que la Comunidad de estados del Africa occidental ya ha cursado una petición formal de ayuda internacional. Y es que la situación así lo demanda; y lejos de alarmismo alguno, recordemos que de la misma manera que hay vuelos semanales de Conakry a Casablanca o Paris, y de ahí a medio mundo, también los hay de canarias a Dakar – Yoff. Principal nexo aéreo del Africa occidental. Aun así y de momento, no se registran restricciones de viaje a Guinea por parte de la OMS.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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