Duro cuerno : Éxodo de somalíes y etíopes a Yemen, por Alfonso Armada

21/07/2008 | Bitácora africana

Su drama apenas ha sido contado. No hay ojos electrónicos que den cuenta del espanto que sufren miles de migrantes que atraviesan el golfo de Adén y se juegan la vida. Huyen del Cuerno de África.

En el barco te golpean brutalmente, tienen armas de fuego y cuchillos. Las condiciones a bordo eran realmente malas. Prefería morir a seguir recibiendo palos. No teníamos agua ni nada que comer. Vas amontonado, la gente se te sienta encima y no te puedes mover. A veces se orinan o hacen sus necesidades encima de ti». Son palabras de un somalí de 50 años procedente de Afgoye que, como miles de compatriotas y de etíopes, han puesto su suerte en manos de traficantes de almas del golfo de Adén. Abandonar el atribulado Cuerno de África es para muchos de ellos la única opción: llegar a Yemen, como destino final, o como tránsito hacia ámbitos menos arduos en Arabia Saudí o en los Emiratos. Atrás dejan países devastados por la sequía, el hambre, la corrupción, el despotismo, la guerra… la desesperación que se amartilla cada día, entre la indiferencia general del mundo.

Las mismas aguas que surcó Arthur Rimbaud cuando decidió dejar atrás la «civilización» y la poesía para convertirse en traficante de armas y otras mercancías nada inocentes, son ahora territorio de caza de piratas somalíes y campo de maniobras de los traficantes que sacan partido a la necesidad. «Sin otra opción: refugiados, solicitantes de asilo y migrantes somalíes y etíopes que cruzan el golfo de Adén hacia Yemen» es el título del estremecedor informe elaborado por Médicos sin Fronteras, en el que se recogen testimonios como el de ese somalí de Afgoye, y de otros igualmente tristes.

«No tienen piedad. Me metieron en la peor parte del barco, en la bodega. Cuando levantaba la cabeza para respirar, los traficantes me pegaban con las culatas de sus rifles», cuenta un mecánico de coches de 49 años procedente de Mogadiscio. Una de las pocas organizaciones no gubernamentales que siguen operando en el infierno somalí—un país en ruinas desde que en 1991 fuera derribada la viciosa dictadura de Siad Barre y el régimen fue sustituido por un cafarnaún de «señores de la guerra»—,MSF se ha visto obligado a retirar a su personal internacional de localidades como Mogadiscio, Johar o Galkayo, porque la industria del secuestro es ya una de las más florecientes de la región. Desde que en septiembre del año pasado iniciaran un proyecto de puntos de vigilancia y equipos móviles en la extensa costa de Yemen, MSF ha prestado asistenciaa6.000 refugiados y migrantes. Si en el año 2007 fueron no menos de 30.000 personas las que emprendieron el viaje desde el puerto somalí de Bossaso, en la semiautónoma provincia de Puntlandia, en los cinco primeros meses de este año han arribado a las playas yemeníes más de 20.000 exiliados, más del doble de los llegadas durante el mismo período del año pasado. Las tasas de mortalidad son muy elevadas: más del 5 por ciento mueren en el intento. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), fueron 654 los muertos confirmados y 754 los desaparecidos en 2007, aunque se cree que las cifras reales son mucho más altas.

«Salimos de Bossaso en una barca en la que viajaba mucha gente, unas 130 personas .Los etíopes fueron separados de los somalíes. A los somalíes se les trataba mejor. A nosotros, los etíopes, nos metieron en la parte de abajo. (…) Los traficantes nos golpeaban con palos e incluso con cinturones. Cuando nos aproximamos a la orilla, nos ordenaron que saltásemos al agua. Algunos no sabían nadar y cuatro murieron ahogados», relató un grupo de seis etíopes.

Más de 250 testimonios han sido recogidos por MSF, que ha creado un centro de asistencia al calor de un establecimiento de acogida levantado por ACNUR en Ahwar. En nueve de cada diez barcos (diseñados para transportar a 30 o 40 personas, los traficantes los sobrecargan con más de cien pasajeros), han sufrido palizas, falta de agua y alimentos, y en una tercera parte de las embarcaciones las condiciones eran tan duras que «se confirmaron muertes durante el viaje». Los traficantes han tirado por la borda incluso a niños. Según declaraciones recogidas por MSF, muchos barcos no se acercan lo bastante a la playa y obligan a desembarcar en aguas profundas, y «si los pasajeros tienen miedo y se niegan a saltar, son golpeados y echados por la borda».A menudo llegan a su destino de noche, para evitar a las patrullas yemeníes, «lo que aumenta más el riesgo de los que no saben nadar». Alrededor de 25.000 personas hicieron pie en Yemen a través del golfo de Adén, mientras que unos 5.000 lo hicieron desde Yibuti cruzando el mar Rojo, una travesía menos procelosa. El precio por pasaje en las barcazas convencionales va de los 50 a los 80 dólares, mientras que oscila entre 100 y 160 dólares en las mucho más seguras lanchas rápidas. La travesía desde Bossaso hasta Yemen dura entre 28 y 72 horas, según el estado del tiempo y de la mar. Los traficantes no hacen la ruta más corta para burlar a las patrulleras yemeníes.

Tirar gente por la borda

«Los traficantes nos golpearon desde que zarpamos como si fuéramos animales. No tienen piedad ni siquiera si te estás muriendo ante sus propios ojos», relata un somalí de 50 años procedente de Afgoye. Yemen ha sido tradicionalmente hospitalario para los migrantes de los países vecinos, especialmente Somalia. Pero es hostil hacia los etíopes, que son detenidos y repatriados. Etiopía ha desplegado tropas en Mogadiscio, la capital somalí, para intentar sostener al precario gobierno provisional constituido tras la operación conjunta de Washington, Addis Abeba y algunos«señores de la guerra» en la Navidad de 2006 contra tobogan inflable de la selva los Tribunales Islámicos que había logrado devolver algo de paz y seguridad a Somalia. Al igual que los piratas que han complicado la vida a los pescadores españoles que faenan en la zona (la Armada española, en colaboración con la francesa, planea patrullar la azarosa costa somalí). «los traficantes son brutales y se aprovechan de la extrema vulnerabilidad de los pasajeros», recalca MSF.

«Cuando el barco se encontraba todavía cerca de Bossaso, chocó con una roca. Los traficantes tenían miedo de que el barco se hundiera y empezaron a tirar gente por la borda. Cogieron a mi nieto y lo tiraron al mar junto con otros. Quise agarrarle para subirle al barco, pero los traficantes les impedían subir y les empujaban al agua de nuevo. Por lo menos tres personas murieron de esa forma», relata un anciano de Mogadiscio que viajaba con su hijo, Recordando la muerte de su nieto de siete años.

Muchos de los jóvenes somalíes que se arriesgan a cruzar el golfo de Adén lo hacen por temor a ser arrestados o forzados a combatir. Algunas mujeres temían ser violadas si se quedaban en Somalia, un país por el que se lamenta Nuruddin Farah en sus libros desde el exilio en Suráfrica. Falta de trabajo, inseguridad, discriminación, persecución política y reclutamiento forzoso son los argumentos de muchos de los etíopes que arriban a Yemen. Como muchos de los que llegan a Canarias o a la costa andaluza. Huyendo de un destino demasiado cruel.

Autor

  • Alfonso Armada (Vigo, 1958). Ha estudiado periodismo y teatro en Madrid. Ha trabajado para los diarios Faro de Vigo, El País (fue corresponsal para África) y ABC (fue corresponsal en Nueva York, actualmente reportero radicado en Madrid). Ha publicado, entre otros libros, Cuadernos africanos, España, de sol a sol y El rumor de la frontera (ambos con fotografías de Corina Arranz) y Nueva York, el deseo y la quimera, además de poemarios como Pita velenosa, porta dos azares y Los temporales. Es editor y director de la Revista digital FronteraD.

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