Durante más de 40 años, Abu Daooh Sisa, se hizo pasar por un hombre para poder trabajar y alimentar a su familia

30/03/2015 | Crónicas y reportajes

Obligada a criar sola a su hija tras la muerte de su marido, decidió, a los 21 años, disfrazarse de hombre para poder trabajar. Este “engaño” se ha prolongado durante 43 años. Ahora ha sido condecorada por el presidente egipcio Sissi.

La voz grave y ronca, la mirada dura y casi amenazante, Sisa Abu Daooh declara: » los que no estén de acuerdo, se pueden ir al infierno”. Esta egipcia de 65 años asume plenamente su elección de una vida poco común: hacerse pasar por un hombre para poder trabajar. El engaño que ha durado 43 años, se hizo público hace muy poco tiempo a los medios de comunicación egipcios.

Sisa recuerda cómo empezó todo: «mi marido murió cuando yo estaba embarazada de seis meses, no tenía a nadie que me apoyara”. «A la edad de 21, se negó a casarse o a vivir de la caridad, como manda la tradición. Determinada e independiente, decidió trabajar para mantener a su hija. Sin saber leer ni escribir pocas opciones se le ofrecían en Egipto, donde el reparto de roles tradicionales está bien establecida, especialmente en los pueblos del Alto Egipto, de donde ella es originaria. Además de un ambiente conservador, teme las críticas y también el acoso sexual, muy común en Egipto.

La joven toma una decisión radical: vestirse como un hombre. Cabello rapado y una «galabeya» (traje tradicional masculino), trabajó durante años en la construcción, la fabricación de ladrillos, o en el campo. Prefiere los pueblos donde nadie la conoce.

Sólo sus familiares más próximos y los vecinos están al tanto de su transformación. Su sobrino, cuenta: «al principio intentamos hablar con ella, disuadirla, pero ella estaba completamente empecinada. No queríamos para presionarla, se la dejó hacer sin preocuparnos de lo que la gente podría decir. «Una tolerancia que no fue compartida por todos: sus hermanos y hermanas decidieron cortar todo contacto con Sisa después de su decisión radical.

En el trabajo, algunos colegas descubrieron su verdadera identidad y empezaron a meterse con ella. Pero ella se defendía de la manera más dura: «si alguien era grosero conmigo, entonces yo también lo era con él. »

Al final, logró imponerse y la gente entendió que se trataba, ante todo, de un medio de «supervivencia». En los últimos años, cansada y debilitada, limpia zapatos cerca de la estación de Luxor. Cepillo en mano, cuenta: «he hecho todo esto por mi hija. Si se hubiera tratado de un chico, no lo habría hecho. Pero tenía miedo de que ella terminara en la calle. Así que la he protegido, la he educado y hasta pude enviarla a la escuela hasta que se casó».

Hace unos meses, unos periodistas egipcios descubrieron la increíble historia de Sisa y la sacaron del anonimato. Poco después, la gobernación de Luxor le ha ofrecido un quiosco, cerca de la estación de autobuses, donde vende dulces, refrescos y cigarrillos

Su caso llegó finalmente a los oídos del presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi que la invitó a El Cairo el 21 de marzo, con motivo del Día de la Madre, para darle la medalla de «Mejor Madre trabajadora».

Desde que su «secreto» fue revelado, los habitantes de la ciudad la reconocen y las reacciones son muy positivas en general. Una vecina de cierta edad, vestida con una «abaya» larga y negra (traje tradicional femenino), la saludó y le dijo: «estamos muy orgullosos de ella. Trabajó como un hombre, cargando con materiales pesados». Un hombre que va a lustrarse los zapatos asegura:» esta es una mujer excepcional que ha vestido día y noche la ropa de los hombres y lo más increíble es que nadie se dio cuenta. La tratábamos como un hombre y es un deber honrarla hoy. «Algunos nos hablan de su sorpresa al descubrir que era una mujer pero la mayoría resaltan su sentido del deber y su coraje”.

Después de sus largas jornadas de trabajo, en la intimidad de su casa, Sisa nunca se quita su galabeya de hombre: «nunca, nunca me la quito. Sólo cuando esté muerta. Esto es lo que nos ha protegido a mí y a mi hija”.

En las paredes de su pequeña casa, Sisa ha colgado fotos de su hija Hoda, de su difunto marido, así como sus viejas herramientas, como prueba de sus años de trabajo duro.

Cuando tiene tiempo libre, Sisa visita a su hija Hoda, que vive a unos doscientos kilómetros. Ella la sigue apoyando porque su esposo está gravemente enfermo. Las dos mujeres son muy cercanas, Sisa, recuerda: «cuando Hoda tenía seis o siete años, ella me preguntaba dónde estaba su padre. Le dije: “yo soy tu padre y tu madre, tu padre murió».

Pero lo que comenzó como un medio de supervivencia se ha convertido en un estilo de vida. Sisa ha adoptado todas las costumbres de los hombres: su manera de sentarse, el tabaquismo, rascarse la cabeza, dar la mano a sus vecinos, etc.

Ahora gana entre treinta y cuarenta libras egipcias al día, el equivalente a cuatro o cinco euros. Las autoridades egipcias han prometido una ayuda equivalente a 6.000 euros, pero Sisa dice que seguirá trabajando. A esta hiperactiva mujer es difícil imaginársela como ama de casa: «yo me moriría si me quedara en la cama Sería muy aburrido si sólo durmiera y orara. Cuando trabajo, mis músculos se despiertan. Soy una mujer de acero”.

senenews.com – (Fundación Sur)

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