Dónde Nosotros pertenecemos: Reconocimiento de los derechos queer en Namibia

28/09/2021 | Opinión

Conoce a algunos de los activistas que luchan por vivir y amar en Namibia

Este año, un creciente estruendo de activismo por los derechos LGBTQ en Namibia se ha convertido en una impresionante variedad de acciones legales. Solo en 2021 se han llevado a los tribunales del país al menos diez casos de parejas del mismo sexo que buscan igualdad en el matrimonio, activistas trans y víctimas de violencia homofóbica, y familias queer que luchan por sus derechos a vivir juntas. También este año, el gabinete consideró abolir la ley de “sodomía” de Namibia (), una ley colonial que rara vez se aplica, que criminaliza las relaciones sexuales entre hombres.

Estos desarrollos podrían ser monumentales para un país en el que la homofobia sancionada por el estado ha continuado desde su ganada independencia en 1990. A pesar de las promesas de igualdad para todos del movimiento de liberación SWAPO, convertido en partido gobernante, la reciente historia política de Namibia está plagada de comentarios homofóbicos de destacados políticos y los namibios LGBTQ no disfrutan de todos los derechos legales, no están protegidos de la discriminación, no tienen derecho a contraer matrimonio y sus matrimonios en otros países no son reconocidos. Algunas reacciones populares a recientes casos legales también evidencian hasta qué punto la homofobia sigue siendo común en gran parte de la sociedad.

Es este status quo lo que los namibios están impugnando en los tribunales y mediante otras intervenciones. A continuación mencionamos algunos de esos activistas que comparten sus experiencias de lucha por los derechos queer.

«Cuando abrimos el caso, no teníamos idea de que era mucho más grande que nosotros»

El sudafricano Daniel Digashu y su esposo namibio Johann Potgieter están demandando al gobierno para que su matrimonio celebrado en Sudáfrica sea reconocido por el estado de Namibia. Después de años de espera, su histórico caso fue juzgado el 19 de mayo de 2021. Están esperando el resultado. Según lo describe Daniel:

Decidimos mudarnos a la tierra natal de Johann para poder pasar tiempo con su familia. Queríamos que nuestro hijo conociera a sus abuelos. Cuando hablamos inicialmente con funcionarios del Ministerio del Interior nos dijeron que no abriéramos la caja de Pandora solicitando la residencia permanente porque nuestro matrimonio no es reconocido. En cambio solicitamos mi permiso de trabajo para poder, al menos, dirigir la empresa que tengo con Johann.

Cuando el permiso de trabajo fue rechazado, estábamos tan frustrados porque habíamos ido personalmente y puestos nuestras cartas sobre la mesa. Fuimos transparentes. Cuando nuestra apelación fue también rechazada no tuvimos más remedio que demandar. Habíamos desarraigado nuestras vidas, nuestra casa, nuestro hijo, nuestros perros. Nuestro hijo ya estaba en la escuela. No teníamos elección. Lo crean o no, somos una unidad familiar. No iba a volver a Sudáfrica porque rechazaban mi visa.

Cuando abrimos el caso, no teníamos idea de que era mucho más grande que nosotros. Personalmente, mis dos hijos son simplemente rocas. No podría haberme quedado tanto tiempo si no hubiera sido por ellos. Eso me hace seguir adelante, eso y saber cuántas personas más están luchando por lo que nosotros luchamos”.

“Nosotros… somos personas normales que nos enamoramos de personas de nuestro mismo sexo. Esa es la única diferencia»

Anette Seiler, que es de Namibia, y Anita Seiler-Lilles que es alemana, planeaban trasladarse y retirarse en la tierra natal de Annette. Aunque cumple todos los criterios de la Ley de inmigración, el Ministerio del Interior e Inmigración rechazó la solicitud de residencia permanente de Anita porque no reconoce su matrimonio entre personas del mismo sexo en Alemania. Según lo describe Anette:

Honestamente, hay otras muchas actividades más interesantes que imaginábamos llevar a cabo en nuestra jubilación en lugar de estar en los tribunales luchando contra el Ministerio del Interior e Inmigración. Por un lado, sentimos que tenemos razón. Pero, por otro lado, tememos que los jueces puedan fallar en contra nuestra. No es una victoria segura.

Por ejemplo, cuando hemos hablado con empleados del gobierno sobre nuestro caso, pisotearon abiertamente nuestra dignidad. Es increíblemente angustiante. Tenemos mucho que perder.

No luchamos solamente por el derecho de Anita a vivir en Namibia. Si perdemos, ambas debemos irnos de Namibia. Soy namibia, y tendría que vivir en el exilio solamente porque amo a una mujer.

Cada vez que recibimos una factura de nuestro abogado, nos quedamos impactadas. Este caso es tan caro Esperamos tener suficiente dinero para luchar hasta el final. Este dinero son los ahorros de nuestra vida. Planeábamos guardarlo para nuestra jubilación y nuestros viajes, no para honorarios legales.

Nosotros, los gays y lesbianas que vivimos en Namibia, somos personas normales que nos enamoramos de personas de nuestro mismo sexo. Esa es la única diferencia con los heterosexuales. En todos los demás sentidos, somos como todas las demás personas. Reímos, lloramos, trabajamos, comemos y dormimos. A veces estamos tristes, a veces estamos felices. Somos creativos e interesados en muchas cosas. La mayoría de nuestro tiempo nuestra sexualidad no está en primer plano en nuestras mentes.

En el escudo de armas de Namibia, está escrito «Unidad. Libertad. Justicia’. Pero, mientras no haya libertad para que gays y lesbianas sean quienes son, mientras no haya justicia para nosotros debido a nuestra sexualidad, no habrá unidad”.

«Es muy duro tener tu existencia marginada, que te digan que no perteneces».

Omar van Reenen es cofundador del Movimiento por la Igualdad de Derechos de Namibia y activista por los derechos civiles.

Lo que hago está inspirado en mi abuelo. Construyó el primer hotel para gente de color en Namibia, durante el apartheid. Era un lugar para el activismo, la comunidad y un espacio seguro. Crecí con esa historia y sentí que el destino me envió aquí para luchar por la justicia social de la misma manera que lo hizo mi abuelo.

Como la justicia racial fue el tema de los derechos civiles de la generación de mis padres, los derechos LGBTQ son el tema de los derechos civiles de nuestro tiempo. Y es desalentador ver que el gobierno no se toma este tema en serio.

Es muy duro ver que el gobierno hace un mal uso de mi constitución para invalidar mi dignidad humana. Es muy duro vivir marginado, que te digan que no perteneces. Es muy duro ser llamado enfermo, demoníaco, satánico. Es muy duro que no puedas acercarte a un negocio y decir ‘escucha, tengo un futuro brillante por delante, por favor contrátame’ sabiendo que si descubren quién eres podrían condenarte al ostracismo. Es muy duro no poder entrar a un centro de salud sin temer la discriminación. Es duro saber que no puedo casarme en mi país con la persona que amo porque no hay reconocimiento de mi amor.

Es difícil hablar de mis cosas personales porque siempre trato de poner a otras personas en primer lugar. Pero diré que tiene un costo mental, porque no solo tienes que levantarte y luchar contra un régimen opresivo, hay mucha homofobia internalizada en nuestras comunidades. Es agotador irse a la cama por la noche, peleando esta lucha, pero es un buen agotamiento. Es bueno sentirse cansado por luchar por la justicia social, porque luchar por lo que es justo siempre vale la pena. Me despierto al día siguiente y pienso ‘nuevo día, nueva pelea'».

mundo_planeta_lgbt_arcoiris_cc0.png«Siempre imaginé que los activistas eran personas enojadas con carteles»

Mercedez von Cloete es una personalidad de los medios de comunicación y defensora de los derechos humanos que está demandando al Ministerio de Seguridad y Vigilancia por la transfóbica violencia que sufrió a manos de la policía en 2017. La audiencia del juicio concluyó el 16 de mayo de 2021. Está esperando el veredicto.

Hace unos años, tuve una experiencia muy traumática con la policía de Namibia, donde fui ilegalmente detenida y brutalmente agredida en repetidas ocasiones. No era la primera vez que me pasaba algo así, pero me prometí a mí misma que no podía permitir que persistiera. Y así, durante los últimos cuatro años y medio he estado tratando de hacer justicia y hacer que la policía rinda cuentas.

Siempre imaginé que los activistas eran personas enojadas con carteles, gritando y protestando en las calles. Como alguien que no es conflictiva, no se parecían en nada a mí. Desde entonces he aprendido que dejar las injusticias sin control es una injusticia en sí misma. Eso es lo que me hizo darme cuenta de que los activistas son en realidad personas que ya no aceptan las cosas que ‘no pueden cambiar’, sino que buscan cambiar las cosas que no pueden aceptar.

Al igual que necesitamos la inteligencia y el coraje para mirar más allá de la complexión y ver a la comunidad para eliminar el racismo, siento que debemos mirar más allá del género y los genitales o a quién y cómo amamos para vivir en una sociedad justa, tolerante e igualitaria.

Ahora me considero una defensora del cambio, de todas las personas trans y de género diverso que no tienen el apoyo para garantizar que se respeten sus derechos. O a quienes se les niegan ciertos servicios, derechos, protecciones y libertades fundamentales por ser quienes son. Para aquellos que sufren un continuo acoso y brutalidad policial, algo que no se ha abordado durante demasiado tiempo.

A nivel personal el estrés emocional, psicológico y fisiológico no se puede cuantificar. Todavía me estoy recuperando y solo espero que en noviembre, cuando se emita el juicio final, prevalezca la justicia».

«Ya no se trata solo de mis propios derechos, se trata de nuestros derechos».

Pascale du Toit-Henke y su esposa sudafricana Jennifer du Toit-Henke están demandando al gobierno de Namibia por su derecho constitucional a vivir y trabajar en Namibia, la patria de Pascale. Según lo contado por Jennifer:

Diría que soy un activista poco probable. Nunca me había considerado alguien que estuviera a la vanguardia y que luchara por problemas sociales. Si bien siempre he creído en la rectitud, ser activista nunca ha sido fundamental para mi identidad. Poner un desafío legal al Estado y potencialmente lanzarnos al centro de atención sobre un tema muy controvertido… es muy abrumador.

Pascale y yo ni siquiera tuvimos el lujo de prepararnos para esto. Nos vimos obligados a hacerlo porque el Ministerio del Interior quería echarme fuera del país sabiendo que no podría regresar con mi esposa y a nuestra casa.

Es difícil venir de un país como Sudáfrica, donde tenemos maravillosos derechos LGBTQ. Fue un shock para mí. Nunca me había dado cuenta, me sentía como que experimentaba la homofobia por primera vez. No es una buena sensación. Te pone triste, enojada, resentida. Te destroza.

Sobre todo es la discriminación tácita, las leyes que ha promulgado el Ministerio del Interior, lo que nos ha causado una angustia indecible. Me ha hecho sentirme muy mal recibida y en conflicto. Es difícil reaccionar. La homofobia sancionada por el Estado me ha hecho perder mucho. Perdí mi derecho a trabajar, viajar a casa o continuar con mi negocio. Es así de estresante y surrealista.

Ir a la corte es considerado conflictivo y, por lo tanto, innecesario. Y sin embargo, tan necesario. Y así, siento que me han guiado por este camino para convertirme en una activista, o tal vez inicialmente me hayan obligado a seguirlo. Ya no se trata solo de mis propios derechos, se trata de nuestros derechos».

“Lo que me impulsa a estar a la vanguardia es que me conozco a mí mismo”

Ndiilokelwa Nthengwe es una activista por la justicia de género interseccional involucrada en la promoción y las comunicaciones para varias organizaciones, incluida Equal Namibia. Su primer libro, The Chronicles of a Non-Binary Black Lesbian Namibian… in Love, ya está disponible para preordenar.

Estoy tratando de documentar y narrar lo que podría ser una experiencia lésbica no binaria en Namibia. También estoy haciendo esto por mí. Si tuviera el libro que escribí cuando estaba en la escuela secundaria, me pregunto cómo habría dado forma a mis propios reflejos de mi identidad. Me habría confirmado todos los pensamientos que tenía y el conflicto interno que sentía. En ese momento no tenía el lenguaje para articular quién soy: lo que soy para mí misma. Y si los medios como este pudieran existir, entonces no es solo para mí. Es para las otras muchas personas que luchan por articular exactamente lo que sienten, para ayudarlas a navegar cómo existir.

Este trabajo de documentar y archivar la lucha, como lo estamos haciendo nosotros en estos movimientos sociales al tuitear en vivo desde las salas de los tribunales y hacer entrevistas en vivo y por radio en Instagram, es muy importante. Debemos hacerlo por nosotros mismos, debemos airear las voces de los grupos marginados. Es importante porque siempre hay alguien mirando. De los 10.000 que son homofóbicos, tal vez 300 aprecian el contenido que publicas y se informan sobre temas que afectan sus identidades.

Estar a la vanguardia es un privilegio, pero también es una lección de humildad. No se trata de liderar a personas, se trata de empoderarlas para convertirse en parte del movimiento. Se trata de estar ahí. Lo que me impulsa a estar a la vanguardia es que me conozco a mí misma. Conozco mis cualidades de liderazgo. Cuando dices que vas a hacer algo, debes hacerlo. Debes rendirte cuentas a ti misma. Nadie va a hacer eso por ti solo porque eres lesbiana o gay. Debes demostrar que no estás aquí para jugar. Significa hacer el trabajo interno por ti misma primero».

“Nadie se queda sin voz. Todos tenemos voces. Solo tenemos que encontrar formas de utilizar esas voces»

Deyoncé Cleopatra Chaniqua Naris es una mujer trans, nacida en Namibia, bloguera y presentadora de podcasts. Es la directora ejecutiva del Movimiento Transgénero, Intersex y Andrógino de Namibia (TIAMON) y presidenta del Foro Trans del Sur de África. Ella es cariñosamente conocida como «Mam D» por sus «pequeños Queers del mundo».

Oh, Dios mío, Namibia es un país hermoso. Es un país cálido, la gente es increíble. Como personas queer, en realidad vivimos vidas relativamente cómodas dependiendo de dónde te encuentres en el espectro socioeconómico. Siempre les digo a los camaradas que en comparación con otros países de África, creo que, como queer, los namibios estamos mucho mejor y deberíamos valorar eso. Pero también sabemos que aquí existe exclusión y discriminación sistemática para nuestra comunidad. Parte de ella está respaldada por personas con prejuicios personales que trabajan en instituciones gubernamentales o que son custodios de nuestra constitución. Por lo tanto, nuestro acceso a servicios como la atención médica, judicial o simplemente la justicia económica es generalmente un problema.

Soy activista desde niño, un simple bambino. Puedo recordar que ya en mis días escolares, creo que me convertí en el matón de los matones, lo que nunca es algo bueno. Pero siempre he defendido a los desamparados, a los que la gente definiría como personas sin voz, pero quiero decir, nadie está sin voz. Todos tenemos voces. Solo tenemos que encontrar formas de utilizar esas voces.

Pero como mujer trans y activista en Namibia, mi rostro está constantemente expuesto. Me encuentro navegando constantemente por mi propia seguridad. Una vez que tu cara está encuadrada, nunca te sientes realmente segura porque el nivel de transfobia y el abuso que encuentras aumenta un poco. Es emocionalmente desalentador vivir así. Es abrumador estar constantemente preparándome para salir de casa por el abuso verbal que enfrento, por la cantidad de taxis que pasarán por mi lado porque soy una mujer transgénero. Piensan que es tabú o que es ilegal que yo sea yo, me dejan al borde de la carretera. Es difícil, pero te las arreglas para encontrar formas de existir».

Chris de Beer-Procter

Fuente: African Arguments

[Fundación Sur]


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Autor

  • Chris de Beer-Procter (ella) es una fotógrafo y reportera gráfico que vive en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Se especializa en documentales y retratos y trabaja para una variedad de clientes, incluidas ONG, corporaciones y publicaciones editoriales. Detrás de la lente, sus intereses son muy variados, pero a menudo se ve obligada a contar historias sobre la justicia social, en particular los derechos LGBTQ, el género, los derechos de la mujer y los derechos de las personas con discapacidad. Tiene un interés particular en la política de representación y la práctica creativa ética, especialmente en la búsqueda de diversificar el archivo fotográfico. Actualmente está explorando todo ello a través de su investigación de maestría, que se centra en la relación entre las representaciones de personas con discapacidad intelectual y del desarrollo y el estigma social. Ha recibido una subvención de la Fundación Andrew W. Mellon, el Fondo Vera Grover y es crítica del African Journal of Disabilities. También es miembro de NATIVE, un colectivo internacional de fotoperiodistas de regiones subrepresentadas.

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