Donde el asesino es también la víctima, por Alberto Eisman

12/01/2015 | Bitácora africana

En estos días ha hecho oficial la captura del “Mayor General” Ongwen, uno de los principales dirigentes del demacrado pero todavía virulento Ejército de Resistencia del Señor, esa milicia guiada por el visionario Joseph Kony que ha sembrado el terror primero en el Norte de Uganda y más recientemente en la zona fronteriza de la República Democrática del Congo, el Sudán del Sur y la República Centroafricana.

Ha sido precisamente en este último país donde se ha detenido al histórico líder Dominic Ongwen, en circunstancias todavía no aclaradas (no se sabe si fue atrapado o se entregó voluntariamente), el caso es que las fuerzas del grupo centroafricano Séléka, en un alarde no se sabe si de justicia, de oportunismo político o simplemente porque querían obtener la recompensa, decidieron entregarlo a las tropas norteamericanas desplegadas en aquella remota zona del país que tienen como objetivo el desmantelamiento de este grupo armado y con su líder Kony.

El nombre de Ongwen aparecía ya en la lista de cinco oficiales rebeldes más buscados por la Corte Internacional de Justicia de La Haya, acusado de siete acusaciones de crímenes contra la humanidad. Es difícil calcular el impacto de esta sangrienta guerrilla, pero se habla de cientos de miles de muertos, de más de 20.000 niños secuestrados y del desplazamiento de más de dos millones de personas que huyeron de la violencia. En el curriculum personal de Ongwen aparecen asesinatos, secuestros, masacres directamente perpetradas aparte de acusaciones de haber liderado comandos de ataque al ser lugarteniente de Vincent Otti, el número dos del LRA que posteriormente fue asesinado por Kony al perder la confianza del jefe y caer en desgracia.

El caso es que, contrariamente a los lúgubres perfiles de Otti y de Kony, que ya adultos decidieron dedicarse a una vida de violencia y destrucción, Dominic Ongwen se convirtió en combatiente del LRA después de haber sido secuestrado a la edad de 10 años, cuando iba como muchos otros niños camino de la escuela. Ahora, en sus 30 y pico años, se enfrenta a la justicia (ya se verá si esto se dilucida en la Corte Internacional o en un … los medios de comunicación ya le han dado el nombre de “monstruo sangriento” puesto que parece innegable que ha participado en horribles crímenes, pero al mismo tiempo surgen cientos de preguntas. Para mi la del millón sería: Ongwen nunca se unió a estos rebeldes por iniciativa personal, sino que – como muchos otros – fue secuestrado, manipulado y entrenado para ser una máquina de matar y un criminal ¿Es su responsabilidad comparable a la de un adulto que decide ponerse a matar? ¿no habría que tener una consideración especial teniendo en cuenta que Dominic ha sido el producto lógico de un sofisticado y diabólico sistema de manipulación y lavado de cerebro desde su décimo año de vida? ¿no es este un ejemplo casi de libro del famoso principio ciceroniano del summum ius summa innuria (donde la aplicación literal de la ley puede suponer una injusticia mayor)?

No tengo yo todas las respuestas. Reconozco que al principio me escandalicé cuando vi que surgían en esta misma Uganda voces que pedían ya directamente la amnistía para este hombre, reconociendo que antes de ser un asesino, era ya una víctima marcada desde su más tierna infancia por un diabólico mecanismo y un condicionamiento mental y emocional que muchas otras personas apenas pueden imaginarse. Dominic es sin duda un monstruo según las acciones que ha llevado a cabo, pero al mismo tiempo veo en él al niño de 10 años al que de un plumazo se le arrebató la infancia y pasó de jugar con camiones de alambre y tarugos a manejar un kalashnikov y ganarse el favor de sus captores por mera supervivencia.

Este caso es para mí la muestra más palpable de la tremenda complejidad de este conflicto armado y de sus terribles consecuencias, donde la víctima y el victimario se confunden y se sobreponen, donde la frontera entre la responsabilidad personal y los extremos condicionantes en los que ha tenido que vivir esa misma persona se enturbia y se difumina y se difumina. Todo un dilema, toda una tragedia.

Original en: En clave de África

Autor

  • Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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