Es interesante observar una discusión entre expertos. El ardor de la batalla provoca que se olvide el marco ideológico y teórico, que en gran medida comparten, y se concentren en sus diferencias, aparentemente insalvables. El pasado mes de septiembre el conocido Institut Montaigne publicó un informe de Hakim El Karoui sobre “La Fabrique de l’Islamisme”. Según el autor el “Islamismo” está de actualidad en Europa, particularmente en Francia, y sin embargo se trata de algo mal definido y relativamente poco conocido. Hijo de musulmán tunecino (profesor de antropología en la Sorbona) y de madre francesa protestante (profesora de matemáticas financieras en L’Ecole Polytechnique de Paris), El Karoui se ha interesado mucho por el Islam en Francia, y el Institut Montaigne ha publicado ya dos informes suyos: “L’Islam en France” (2016) y “La Politique árabe de la France” (2017). En su nuevo informe , tras explicar los orígenes y la difusión actual del Islamismo, así como sus cuatro principales variantes (Hermanos Musulmanes, Wahabismo, Islamismo turco, Islamismo clerical iraní), El Karoui analiza la situación del Islamismo en Europa, principalmente en Francia, en donde, según El Karoui, el Islamismo está empujando hacia el comunitarismo a una creciente minoría de creyentes musulmanes.
Esas afirmaciones de El Karoui sobre el Islam en Francia han sido el objeto de severas críticas por parte de Julien Lacassagne, profesor de historia y geografía en el liceo internacional Alexandre Dumas de Argel, en un artículo aparecido el 10 de octubre en Orient XXI, prestigioso sitio de información sobre el Mundo Árabe, el Mundo Musulmán y el Oriente Medio. En términos generales, Lacassagne critica a El Karoui de adoptar “un ángulo de visión cultural y religioso según un principio al que no se opondría Samuel Huntington, autor de Choque de Civilizaciones”, y de no tener suficientemente en cuenta ni los factores políticos que han contribuido al crecimiento del Islamismo, ni la geopolítica que ha favorecido su aparición, en particular los conflictos en Afganistán, Palestina e Irak. También critica las excesivas generalizaciones de El Karoui al describir las tipologías del Islamismo: “Más que distinguir, homogeneiza. Según él, wahabitas y hermanos musulmanes comparten referentes comunes y una misma visión del mundo, y sin embargo se combaten abiertamente desde los años 90. Lo cual muestra que la ideología religiosa no lo explica todo”.
La crítica de Lacassagne se hace casi personal cuando afirma que El Karoui, por la importancia que da a lo religioso y cultural en detrimento de lo político, “se inscribe en la misma línea trazada por la derecha militar americana”. También acusa a El Karoui de oportunismo político: Su informe habría sido publicado el pasado mes de septiembre para que la supuesta amenaza del Islamismo distrajera la atención de las crisis que atraviesa el gobierno francés ahora que se acercan las elecciones europeas.
Sin embargo, Lacassagne no se atreve a afirmar que el artículo de El Karoui sea malo, tan sólo que no es “ni muy brillante ni muy original”, “una narrativa poco original sobre el Islamismo y la génesis de una ideología”. Ciertamente, El Karoui apenas si dice algo nuevo al describir las diferencias bien conocidas entre Hermanos Musulmanes, Wahabismo, Islamismo turco e Islamismo iraní. Pero es importante su insistencia en dos puntos. Primero, que como lo son el Cristianismo, el Marxismo o el Ateísmo entre otros, también el Islamismo es una ideología política dado que en él se dan, más allá de las creencias religiosas y la espiritualidad personales, una determinada interpretación del mundo, una visión específica de la organización de la sociedad, y un cierto papel de la ideología (religiosa en este caso) a la hora de ejercer el poder. Y como las otras ideologías, también el Islamismo puede englobar y concretarse al mismo tiempo en una gran diversidad de formas concretas.
En segundo lugar, El Karoui hace bien en recordarnos que la mayoría de los musulmanes viven en el sur de Asia y el este de Oceanía (Pakistán, India, Bangladés, Indonesia…). Es cierto que los primeros movimientos modernizadores y reformadores musulmanes se iniciaron como reacción a la llegada de Occidente al Medio Oriente, con Napoleón primero y con los poderes coloniales más tarde. Pero allí en donde el referente occidental era más débil, precisamente en el Sudeste asiático y el Este de Oceanía, la reforma, la modernización, y en particular la ideología islamista surgieron y se difundieron de manera mucho más autónoma Y su Islamismo es para un occidental tan difícil de comprender como pueden serlo la cultura china, hindú o japonesa. Y es precisamente ese Islamismo autorreferente el que ya ha hecho su entrada en Occidente, es visible en Gran Bretaña, y también ahora en Francia, con un aumento perceptible del comunitarismo De ahí los problemas que, según El Karoui, la República francesa debe afrontar, comenzando por saber si quiere un “Islam francés”, un “Islam de Francia” o un “Islam en Francia”.
Deja un tanto perplejo el que ni El Karoui ni Lacassagne mencionen en sus discusiones ni respondan a ciertas preguntas que, tal vez porque no soy experto del Islam, me parecen significativas. ¿Por qué en Pakistán, Irán y Egipto abrazan el Islamismo tantas personas con formación científica, químicos, físicos o matemáticos, por no mencionar a numerosos informáticos? ¿Qué es lo que el Islamismo les ofrece que no encuentren en su actividad científica? Y puesto que la discusión versa mucho sobre la realidad del Islamismo en Europa, ¿por qué en este continente y en el Magreb vecino tantos pensadores musulmanes han abrazado la Modernidad? Tanto El Karoui como Lacassagne parecen olvidar que si en la historia de la humanidad surgen y se suceden los idealismos es porque responden a una necesidad humana visceral. El Marxismo y el Cristianismo ya no están de moda, pero sí otros “ismos”, populismos y nacionalismos. ¿Por qué parece extraño que también lo esté el “Islamismo” del Islam? Para las respuestas… esperaremos a otra discusión de expertos.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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