Devolver al remitente, por Ramón Echeverría

4/11/2022 | Bitácora africana

buzigahill_logo_web.pngBuziga, con sus 1.317 metros de altura, es la segunda colina más alta de Kampala, Uganda. Es también el nombre de una nueva empresa, Buzigahill, fundada por Bobby Kolade, al que el diario inglés The Guardian dedicó un largo reportaje el 27 de abril: “El diseñador ugandés que devuelve a Occidente sus trapos usados”. Es lo que, cumpliendo con su eslogan “Back to sender” (Devolver al remitente), intenta su empresa: reciclar la ropa usada que se vende en Uganda, convertirla en “vintage” de lujo y venderla en los países del Norte de los que salió desechada.

En junio de 2018, CIDAF-UCM publicó dos artículos (“Ropa usada: David contra Goliat”; “Ropa usada: Vintage también en África”) sobre el enorme negocio de la ropa de segunda mano que, surgido en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, se ha ido extendiendo por los países del Sur. “África, centro de la ropa de segunda mano”, titulaba el parisino Le Monde un artículo de septiembre de 2017. Según datos de 2016, ese negocio movía entonces más de 5.000 millones de dólares y creaba unos 300.000 empleos. Los estados de África del Este, en donde el 40 % más pobre de la población compraba el 95 % de la ropa usada, obtuvieron 140 millones de dólares en impuestos. Y aunque ponían en peligro las industrias textiles locales, la administración Trump no dudó en defender las exportaciones a África del Este de ropa estadounidense usada, por un valor de 274 millones de dólares. Casi siete veces más que el montante, 42 millones, del conjunto de las exportaciones de África del Este a EE. UU.

Aún recuerda Kolade el gran mercado de ropa usada de Owino, Kampala, que él conoció en su infancia. Y así reacciona hoy ante esa ropa que se vende en las ciudades y pueblos de su país: “Veo esa ropa y me ofende. Veo camisas blancas con manchas de sudor y colores rotos, y me siento oprimido”. “¿Qué indica esa ropa a propósito de los donantes? ¿Y qué dice sobre nuestro lugar en el mundo? Es algo asqueroso, realmente asqueroso”. Kolade se había movido durante 13 años en el mundo de la moda europea, y al volver a Uganda en 2018, su primera intención fue la de luchar contra el mercado de ropa usada. Pero pronto comprendió que lo “mejor imposible” (la desaparición de ese mercado) es casi siempre enemigo de lo “bueno posible” (que la gente humilde pudiera vestirse con poco dinero). Así que decidió iniciar un proyecto distinto: “rediseñar ropa de segunda mano y redistribuirla en el norte global, allí donde había sido desechada antes de ser enviada a África”: “Back to sender”, devolver al remitente.

Las modas, aún las más estrambóticas, no conocen fronteras. Así por ejemplo, en capitales de países con un PIB per capita que no llega a los 250 dólares, se puede ver a jóvenes de clase media vistiendo pantalones tan rasgados y rotos como los que uno encuentra en Paris o Madrid. También la moda “vintage”, iniciada en los EE. UU. en los años 1960, ha llegado a África. Para educar a gentes como yo, que no tienen una idea muy clara de qué es eso de “vintage”, Pía Rey lo explicaba así en Vogue, en septiembre de 2021, en un artículo sobre la “sustentabilidad”: “Cuando hablamos de ropa vintage nos referimos a prendas que fueron realizadas –y vividas– en años o décadas anteriores y que cobran valor con el tiempo”. “A diferencia de la ropa vintage, se llama“retro” a una prenda que está inspirada en una década o época particular de la moda pero que ha sido confeccionada en la actualidad”. “La“ropa de segunda mano”se refiere a aquellas prendas actuales o únicas que fueron usadas previamente por otra persona”. Así que el abrigo que heredé de mi padre hace veinticinco años, todavía en muy buen estado, y que espero ponerme este invierno (¡si llega el invierno!) sería “vintage”. Pero ¿no sería también ese mismo abrigo ropa de segunda mano? Algo así debieron suponer los promotores de Retrospective, empresa fundada en 2011 en Lagos, Nigeria, una cadena que vende ropa vintage, en realidad ropa de segunda mano, pero muy bien seleccionada para poner de relieve el carácter único de cada pieza. Algo semejante, aunque a otro nivel, es lo que un vendedor de ropa de segunda mano de Yaundé, la capital de Costa de Marfil, explicó en abril de 2018 a Idriss Linge, actual redactor jefe de la Agencia Ecofin (agencia de información especializada en la gestión pública y la economía africana, que no hay confundir con ECOFIN, Consejo de Asuntos Económicos y Financieros de la UE): “Ahora vendemos auténticas piezas originales. Antes vendíamos en función de lo que nos habían costado los fardos de ropa. Ahora las clasificamos según la calidad y la belleza, y les ponemos un precio adecuado, aunque luego se pueda negociar”.

Apasionado de los productos “Made in Uganda”, Bobby Kolade creó primero una organización sin fines de lucro, Aiduke, para promover productos de moda ugandeses en el mercado local. Con su nuevo proyecto, Buzigahill, Bobby Kolade ha querido dar un paso más, “upcycling”, reciclar mejorando, y crear a partir de piezas recicladas ropa de mayor calidad que la de las originales. Sueña con crear en Uganda fábricas dedicadas al “upcycling”, y también a la confección de prendas tejidas a mano. Y, por qué no, hacer que la industria textil ugandesa recobre los niveles de 1971, cuando el algodón procesado en el país superaba al exportado al extranjero. Hablando en junio de este año a Isa King, periodista de la revista ugandesa Satisfashionug, Kolade describía así la primera colección salida de Buzigahill, y que llevaba el título, como no podía ser menos, “Return to sender”: “Cada pieza es única, hecha de prendas que han sido cortadas y cosidas de manera artística. Y tiene su “pasaporte” en el que aparece el país de origen de las piezas utilizadas. El resultado son 250 prendas unisex, juguetonas y bravuconas”.

Ojeando las fotografías que aparecen en Buzigahill o en Satisfashionug, se nota que Bobby Kolade ha vivido en el mundo de la moda y de las pasarelas. Y se diría que, por lo poco asequibles, también los precios pertenecen a ese mundo. “Varían entre los 195 dólares de algunas camisetas de cuatro paneles (Four-panel t-shirts)”, explica el mismo Kolade, “y los 530 dólares para abrigos largos” (extended coats). Probablemente, Bobby Kolade apunta demasiado alto y dispara demasiado rápido. Con todo le deseamos buena suerte, tan necesaria en el mundo de la moda, y más aún en el de la naciente “upcycled vintage moda”.

Ramón Echeverría

[CIDAF_UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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