“Detentes”, también en África, por Ramón Echeverría

20/10/2022 | Bitácora africana

brujeria_cc0.jpgMientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía bajada, vencía Amalec. Y como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo para que se sentase” (Éxodo 17). Lo escuchamos en la primera lectura del pasado domingo en la liturgia latina. ¿Magia? ¿Milagro? Pero ¿acaso no son lo mismo? Precisamente intentando contextualizar ese texto del libro del Éxodo, me he topado con un estudio sobre cómo en la Alemania moderna temprana era percibida la masculinidad, y cómo, según el artículo, habría contribuido a ello la utilización de la magia en el uso de las armas (European Review of History, vol 22, 2015, Issue 4). Todo lo cual me ha llamado la atención porque el 4 de octubre leí en el noticiario de la BBC que había muerto un niño nigeriano probando un amuleto contra las balas (“Nigerian child killed in ‘bullet-proof’ charm test”).

La policía del estado occidental de Kwara, colindante con Benín, no sabe por qué Abubakar y su hermano pequeño Yusuf, hijos de un cazador, buscaban protegerse de las balas, pero sí que creían poseer el amuleto que les protegería de las mismas. Quisieron probarlo y Abubakar tiró sobre Yusuf, que murió en el acto. Abubakar huyó de la escena. Se rumorea en la región que no es la primera vez que muere alguien probando la eficacia de su amuleto. Ya en julio 2018, en el estado de Imo, en el sudeste de Nigeria, un curandero quiso probarle a un cliente que sus amuletos paraban realmente las balas. Se los puso alrededor del cuello, ofreció su pistola al cliente y le pidió apretar el gatillo. El curandero, Chinaka Adoezuwe, murió en el acto. La capital actual de Imo es Owerri, que algunos lectores recordarán porque fue un importante bastión en la guerra de Biafra (1967-1970). Es también la residencia de la monarquía tradicional Igbo, etnia mayoritaria en Imo. Por eso es interesante leer lo que un periodista igbo, Ifesinachi Nnabugwu, escribió hace dos años en obinwannemnews.com (página que es al mismo tiempo “United State Of Biafra News”) a propósito del “Odeshi”: “Odeshi: the traditional bullet proof, the truth and the lies” (Verdades y mentiras a propósito del Odeshi, el antibalas tradicional).

Se supone que el Odeshi, “impenetrable” en la lengua igbo, protege de balas, golpes de machete y otras armas, a aquellos que usan los amuletos o beben el brebaje preparado por los curanderos tradicionales. “El Odeshi es un regalo de Chukwu Okike (el Creador) para defender nuestras vidas de los malvados”, explica Nnbugwu. “La mayoría del personal de seguridad local lo usa. En Igboland, los guerreros se fortifican con la protección de los Odeshi antes de embarcarse en una batalla”. “No tiene respaldos científicos, pero puede denominarse una hipótesis probada, que los igbo lo han utilizado, hasta ahora, para salvar sus vidas”. “Lo preparan los médicos tradicionales Igbo usando hierbas naturales y otros materiales, según lo hayan exigido los dioses”. “Quien lo lleva debe comportarse de manera justa y, para no reducir la potencia del Odeshi, abstenerse de todo aquello que le indique el curandero”. “Cualquiera que use el poder de Odeshi para robar, matar o intimidar a inocentes, morirá antes de tiempo«. “En conclusión, si la pregunta es si el Odeshi evita que la bala mate a los hombres, ¡la respuesta es sí! ¿Te hace inmortal? La respuesta es «No»”.

Un “Grigri”, talismán o amuleto que trae buena suerte y protege del diablo a tantos habitantes de África Occidental y a los numerosos fieles del Vudú en África y las Américas, puede a veces proteger del mismo modo que el Odeshi nigeriano. Históricamente, el término “grigri” apareció en Sierra Leona, Senegal y Guinea, a veces como nombre de un diablo, otras como el de un amuleto. En muchas espiritualidades animistas, el poder de una cosa se encuentra en una de sus partes. Por ejemplo, una mecha de león contiene la esencia del poder del león. De ahí que a menudo el grigri es una pequeña bolsita que uno lleva consigo y que puede contener hierbas, aceites, piedras, huesos, cabellos, uñas u otros elementos personales.

Tutto il mondo è paese”, dicen los italianos. Los humanos somos los mismos en todo el globo y en todas las épocas. Y no sólo Moisés, los guerreros alemanes del siglo XVI, o los habitantes de África Occidental han utilizado la magia, –o su equivalente–, para defenderse. Hasta en el mismo Islam se encuentra el equivalente del grigri africano: el “Hirz”. En su origen indicaba un lugar pertrechado en el que las personas buscaban protección. Se utiliza igualmente cuando se trata de custodiar una propiedad, en la casa, o cuando uno la lleva consigo. Y ha terminado siendo esas oraciones o textos del Corán que uno lleva consigo para su propia protección y buena suerte. No se menciona el Hirz en el Corán, pero sí en muchas de las historias que describen las vidas de los primeros musulmanes. Como no podía ser menos, los wahabitas se oponen a esa costumbre. Y esto es lo que, a la pregunta “Is Taweez Hirz (amulet) allowed in Islam?” (¿Permite el Islam el amuleto Hirz?), le responde Alsunna.org (Teachings of the Prophet Muhammad): “Llevar un hirz con versos del Corán no es haram (prohibido) como dicen los wahabitas. De hecho los Sahabah (compañeros del Profeta) los llevaban. ¿Habrían cometido shirk (idolatría, politeísmo) como dicen los Wahabitas? ¡Desgracia para esos wahabitas tafkiri (los que acusan de apostasía a otros musulmanes)”.

Y también en España. Nací después de la Guerra Civil. Pero han llegado a mis manos “detentes” que utilizaban algunos combatientes. Según la RAE, “Detente” es un “Recorte de tela con la imagen del Corazón de Jesús y la leyenda “Detente, bala”, que se usó en las guerras españolas de los siglos XIX y XX, prendido en la ropa sobre el pecho. Hasta existe al parecer una versión mejicana del “detente”, los “milagritos”. ¿Y nos extraña que en África utilicen “antibalas”, “Odeshi” o “Grigri”?

Ramón Echeverría

[CiDAF-UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

Más artículos de Echeverría Mancho, José Ramón