Desde la dificultad para comprender el malestar argelino

8/11/2016 | Opinión

Lo más dramático de nuestra situación en Argelia es que algunos de nuestros funcionarios ¡aún fingen ignorar por qué el país no avanza!

También se empecinan en ignorar por qué esta Argelia que todos soñamos, próspera y desarrollada, hoy está verdaderamente agotada, desalentada, fatalista e incluso hasta se podría decir, al borde de la depresión. En fin, ellos cierran los ojos a propósito sobre la triste realidad que sufren a diario sus compatriotas y, cuando llega el momento, comienzan a su vez a quejarse (el caso de los ministros del turismo y del comercio), tomando como si nada, a la prensa y a la opinión pública de testigos de las graves desviaciones a las cuales se enfrentan en pleno centro de sus respectivos sectores, ¡terrible! Es evidente que este síndrome de regresión vagamente definido, el cual afecta además a todo el sistema (poder, oposición, empresariado, sindicatos, sociedad, etc.,) es revelador de la gravedad de esta crisis moral, la nuestra por supuesto, en la cual todos deberíamos, con urgencia, aportar soluciones concretas.

argel.jpgAl principio, nos damos cuenta de que el espíritu de solidaridad, la voluntad, la belicosidad y la energía que animó a la vieja guardia nacionalista se desvaneció, si es que no murió. No porque a nuestros jóvenes les falten agallas para sacar de la reserva de la nación el combustible ideal, la fuerza y el compromiso necesarios para cambiar las cosas, sino que estos últimos están, al parecer, muy decepcionados y profundamente invadidos por la desesperanza esparcida por una sociedad dimisionaria que no motiva. Así comienza para nosotros el insolvente dilema del relevo. ¿Quién va a reemplazar a la antigua elite en los negocios? ¿Quién va a dirigir a la Argelia del mañana? ¿Cómo dar a la nación la oportunidad de avanzar si nuestra juventud, que en la actualidad se encuentra mal formada, paralizada y desorientada, aún no está lista ni intelectualmente ni materialmente, aún menos psicológicamente para arriesgarse? ¿Cómo reavivar la llama y la inspiración de esta “generación perdida” para una nueva epopeya de edificación nacional?

En realidad, hay un abanico infinitamente variado de indicios (corrupción de la elite, burocracia, freno a la inversión extranjera, lentitud en las reformas prometidas por el presidente Bouteflika, etc.) que muestran que estamos lejos de estos desafíos. Y además, esta cuestión del relevo, objetivo real o ilusorio que sea, es una gran ventaja para tratar de escapar del callejón sin salida que nos acecha a la vuelta mientras que, desgraciadamente, se encuentra muy descuidada en la hora presente. Frente a rentistas calculadores, encerrados en una burbuja de privilegios, a veces serviles hasta la obsequiosidad en los círculos especuladores de dinero “Comprador”, autistas y sin reloj de época, prácticamente no sirve de nada lanzarse en sueños utópicos con grandes derroches de entusiasmo sino que hay que avanzar rápido para cambiar. Pues, si todos imaginan el trabajo que se requiere para construir una sociedad y los numerosos escollos que algunos responsables corruptos y malintencionados en diferentes escalas de la jerarquía administrativa o institucional pueden poner en su camino, muchos son aquellos que no reaccionan en absoluto, parapetándose, o detrás de su nula comprensión de los desafíos de nuestra época (la exigencia de la flexibilidad del Estado, la democracia, la diversidad, los derechos humanos, etc.), o detrás de su miedo al cambio o en razón de los diferentes intereses materiales, corporativistas, políticos, etc., que les garantiza el statu quo. Ahora bien, qué puede ser peor que no actuar ni comprender nada con el paso del tiempo, ni menos aún las motivaciones de aquellos que aspiran a otra cosa que este conservadurismo que esteriliza la innovación, el genio y las energías creadoras del pueblo. En efecto, es verdad que cuando no se comprenden nuestras realidades sociales, muy a menudo se tendrá la tendencia a interpretarlas injustamente y a nuestra manera. Lo que termina por agotarnos y, también, apartar de nuestro proyecto a todos aquellos que nos rodean. Por cierto, este mismo fenómeno se repitió varias veces en Argelia.

En los años 1960 – 1970 por ejemplo, la idea triunfalista del “tercermundismo”, el cual es percibido como portador de un ideal económico, social, mundial y alternativo capaz de asegurar a las “naciones proletarias” (el término es del franco-egipcio Pierre Moussa) una remuneración equitativa y consecuente de sus productos brutos, en particular de los hidrocarburos, habría fracasado porque fue, en primer lugar, mal comprendida, mal analizada y mal interpretada por unos y otros actores internacionales y, posteriormente, a nivel local. El Estado benefactor que éste habría puesto como prioridad al progreso social sólo habría generado, desgraciadamente, parálisis estructurales parciales de la máquina económica. Los inconvenientes están presentes en todas partes, en la planificación de los proyectos como en la gestión de la cadena de producción, la mano de obra, la capacidad de los directivos, la puntualidad del personal, la disciplina, etc., porque la ideología habría ampliamente prevalecido sobre lo pragmático, el sentido de la productividad y de la rentabilidad. Aquí se observa que la interpretación de las nociones del progreso, del socialismo, del país “en vías de desarrollo”, de la justicia social, la repartición de las riquezas, etc. entre los argelinos (funcionarios y ciudadanos) estaba completamente equivocada. De esta manera los mecanismos de asistencia arruinaron las relaciones sociales entre las masas y el Estado a nombre incluso ¡de estas ideas centrales del “progresismo” y “socialismo”! Sin embargo, es evidente que, incluso en esta época, fue la economía la que decidía la orientación general del movimiento de la sociedad y no a la inversa, es decir, la política. Inexorablemente, nuestros problemas hasta aquí circunscritos a la parte delicada de la curación de las secuelas memoriales debidas a la colonización, pasaron a un estado más complejo, el de la justificación de la “sumisión” del ciudadano. Ahora bien, ¿Qué se llama ciudadano? ¿Aquel que salió vencedor de una historia tumultuosa y traumatizante sin estar en condiciones de llevar a cabo su autonomía económica o aquel que garantiza esta autonomía, conservando la herencia de la memoria como un inestimable legado? Sin duda, nos inclinamos más bien por la segunda hipótesis. El resultado es que hoy los verdaderos valores del patriotismo son llevados en los arcanos del olvido. Y, curiosamente, esta tierra argelina, antes atravesada por energías vibrantes, ahora está fatigada y no logra a liberarse de las cadenas y de los viejos demonios del tribalismo que impiden su democratización, su apertura y su evolución.

En fin, es inútil esperar a que las cosas cambien por sí solas sin tomar consciencia real de lo que éramos en el pasado, en lo que nos convertimos en la actualidad y lo que queremos ser en el futuro “quejarse del mal tiempo, dice el Sr. Dagras, ¡nunca tuvo efectos sobre el clima! Más vale soportar la situación, protegerse y utilizar sus energías para aguantar bajo la tormenta”. En todo caso, una cosa es segura, esta ignorancia activa y casi obsesiva de nuestras realidades nos lanza en la vergüenza y la deshonra. Ensombrecer el trazo de nuestros fracasos, navegando a toda velocidad en esta cultura de indiferencia, de encierro en sí mismo y de negación, y cultivando una desesperanza militante es mortal “¡No muera Señor! Siga más bien mi consejo y viva aún largo tiempo porque la mayor locura que puede hacer un hombre es dejarse morir tontamente sin que nadie lo mate, y que sean las manos de la melancolía las que lo acaben”, grita, eufórico, Sancho Panza al final de Don Quijote. Cuidarse de tales calamidades y desempolvar nuestros cerebros de sus miasmas es primordial al momento en que algunos de nosotros rechazan, contra viento y marea, dejar su lugar a los otros, plantándose en sus posiciones hasta el fin.

El caso es que, después de todo, ¡la terquedad es una de nuestras grandes maldiciones detrás del petróleo y el retraso! Y en cuanto se nos molesta con eso, sale la artillería de nuestros galimatías agresivos, desagradables, odiosos, ridículos para defendernos en el más absoluto absurdo. Siempre me he preguntado, por qué los argelinos son casi todos impulsivos, impacientes…nerviosos. Hace algunos años un cronista local habría hablado incluso de este tic del “bocinazo”, bastante frecuente entre nuestros automovilistas. Los cuales abusan de ello durante la congestión vehicular, y también en los días de circulación más expeditos, sólo para justificar su presencia, pavonearse a veces y mostrarse “me viste, aquí estoy”. ¡Caramba! Todo eso esconde un objetivo inconsciente: calmar una angustia persistente que sube hasta el cuello. Esta no es más que la suma de todos los bloqueos mentales, sociales, políticos, etc., que nos preocupan a todos. Pedir un simple documento en una administración presenta problemas, estudiar otro, quedarse sin hacer nada es peor y así sucesivamente. Desde la negligencia del pequeño burócrata en la ventanilla de una administración pública, a la indecencia verbal de un electo comunal, pasando por todos los otros abusos de autoridad que sufren nuestras masas, sólo afilamos las armas así como las herramientas para la sumisión definitiva.

Kassaman

The Algerian Speaker

[Traducción, Jeimy Henríquez Cáceres]

Artículos relacionados:

Argelia ¿Por qué fracasó la primavera árabe?

Argelia: ¿quién sucederá a Bouteflika?

La mujer de hoy en Argelia

Adolescencia y mutaciones sociales en Argelia

Ser joven en Argelia: Son tiempos de extremos y paradojas

Oportunidades y obstáculos de la reforma democrática en Argelia, Por Rafael Bustos García de Castro

Cronología de mi dolor por Argelia y otros relatos contra el olvido, de Souad Hadj-Ali Mouhoub

Situación actual de Argelia, por Calid durán. Encuentro Islamo-Cristiano. nº 295. 1996.

[Fundación Sur]

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster
Cine africano, por Bartolomé Burgos

Cine africano, por Bartolomé Burgos

  Desde películas premiadas internacionalmente, como la sudafricana “La sabiduría del pulpo”, que ganó el Oscar al mejor documental extranjero...