La llamada cooperación universitaria al desarrollo (CUD) se está convirtiendo en un actor cada vez más destacable del conjunto de la cooperación internacional al desarrollo. La CUD, entendida como el “conjunto de actividades llevadas a cabo por la comunidad universitaria orientadas a la transformación social en los países más desfavorecidos” (Código de conducta de las Universidades en materia de Cooperación al Desarrollo, 2005), está realizando, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, el camino a la inversa que la cooperación al desarrollo está efectuando a nivel global.
A nivel cuantitativo, mientras la cooperación internacional al desarrollo en España ha experimentado los recortes más drásticos de toda su historia (hasta situarse en un nimio 0,2% del presupuesto público, lejos de aquel reivindicado 0,7% de la década de los noventa), la CUD ha incrementado notablemente los recursos destinados a las actividades que lleva a cabo. Según el Observatorio para la Cooperación Universitaria al Desarrollo (OCUD), dependiente de la CRUE (Conferencia de Rectores de Universidades Españolas), si en
2006 la AOD neta universitaria suponía un total de 9,8 millones de euros, esa cifra había alcanzado los 13,3 millones en 2011, suponiendo un incremento de casi un 26% en tan sólo cinco años (“Primeros datos de la AOD universitaria 2011”, en www.ocud.es). A nivel cualitativo, las universidades se han convertido paulatinamente en agentes cada vez más relevantes de cooperación al desarrollo, tanto hacia fuera como hacia adentro. Hacia fuera porque la universidad es hoy un actor más de la cooperación internacional, un terreno hasta hace pocos años circunscrito a las ONG, a las instituciones multilaterales o a determinadas administraciones estatales. La universidad está impulsando así proyectos de cooperación con otras universidades de países del sur, financiando proyectos, compartiendo experiencias, intercambiando estudiantes, personal docente y PAS, estableciendo nuevas alianzas con ONG de países del norte y del sur, así como con otros actores públicos y privados (empresas, administraciones estatales, centros de estudio e investigación, etc.). Pero la cooperación universitaria también tiene implicaciones hacia adentro,
ya que cooperar supone, en definitiva, un ejercicio de comprender, interpretar y repensar el mundo. Una universidad comprometida con la cooperación impulsará en sus aulas y en el conjunto del espacio universitario una perspectiva de “educación para el desarrollo” que implica: una visión compleja de la realidad global, que trata de comprender las interrelaciones y las dinámicas norte-sur; una pedagogía y una investigación críticas con la realidad injusta;
metodologías participativas y, entre otras muchas cosas, enfoques que ayuden a reflexionar sobre alternativas al estado actual de cosas. En resumen, se trata de ofrecer a la universidad y a sus integrantes (desde estudiantes hasta profesores y PAS) herramientas que nos ayuden a formarnos como una ciudadanía crítica, activa y constructiva en un mundo cada vez más global y complejo.
En este contexto general de crisis de la cooperación y de crisis de un determinado modelo de cooperación (actores dependientes de financiación pública), los retos que afronta la CUD son múltiples. Pueden señalarse al menos tres importantes:
Un reto en cuanto al enfoque: es importante mantener con las universidades o contrapartes del sur una actitud estrictamente horizontal, alejada de paternalismos y basada en la idea de compartir experiencias y de un aprendizaje dialógico, respetando las cosmovisiones locales.
Un reto en cuanto a los valores : es fundamental que exista la voluntad de promover un modelo de universidad y de sociedad cooperativo y no competitivo. Es decir, en estos momentos, se trata de ir a contracorriente de un modelo que es cada vez más excluyente y polarizado.
Un reto en cuanto a las alternativas : la universidad se encuentra ante la urgencia de contribuir a la reflexión de propuestas que ayuden a superar las crecientes desigualdades sociales, tanto a nivel local como planetario, así como a hacer frente al grave problema ecológico que enfrenta el conjunto del planeta.
En efecto, la CUD supone una gran oportunidad de ser un instrumento de internacionalización de nuestras universidades, pero puede ser sobre todo una herramienta de transformación y de mejora de nuestras sociedades, en unmomento, precisamente, en el que las instituciones y los actores tradicionalesgnitud de la crisis que atravesamos
Original en: Todo es Posible . El Blog de Oscar Mateos