Défiance: el desafío en la derrota. Por qué la represión del gobierno de Uganda podría volverse en su contra

10/06/2016 | Crónicas y reportajes

Estrechando el espacio político y reprimiendo a la oposición y a los medios, el Presidente Museveni no hace sino asegurarse de que, en el futuro, los manifestantes se vean obligadas a buscar métodos alternativos.

Desde las caóticas elecciones en febrero la atmósfera política en Uganda permanece tensa, mientras Kampala, la capital, sigue sitiada. A menudo se ven columnas de unos ocho o diez soldados patrullando las calles, mientras las camionetas azules de la policía están posicionadas estratégicamente alrededor de la ciudad, armadas y con con gas lacrimógeno. Algunas figuras clave de la oposición están de forma rutinaria bajo arresto domiciliario, los medios de comunicación sufren apagones, y el principal líder de la oposición, Kizza Besigye, está en prisión acusado de traición.

Esta ha sido la respuesta del gobierno ante el rechazo de la oposición de los muy disputados resultados de febrero, que acabaron con Yoweri Musevini, de 72 años, y el partido National Resistance Movement (NRM), en el poder desde 1986, ganando un quinto mandato con más del 60% de los votos.

Al comienzo de las disputadas elecciones, la oposición esperaba movilizar el enorme descontento a través de su campaña, Défiance (Desafío), y aprovecharlo para convertirlo en un movimiento de alance nacional. Sin embargo, la campaña, que incluía una petición para una auditoría independiente de los resultados de las elecciones, una ceremonia de toma de posesión, rezos cada martes y otras actividades, tuvo la frontal oposición del gobierno y la policía y ya ha sido desbaratado, o eso parece.

¿Una Primavera Ugandesa?

La respuesta del gobierno a las protestas planeadas por la oposición ha sido fuerte, contundente y urgente, revelando su preocupación por una potencial “Primavera Ugandesa”. Y no es la primera vez que el gobierno de Museveni se enfrenta a este miedo.

besigye_wtw.jpgYa en 2011, mientras los movimientos de protestas liderados por los jóvenes en Túnez y Egipto deponían a hombres fuertes con una larga historia de gobierno en la llamada Primavera Árabe, Uganda también vivió el desafío más importante a la autoridad estatal desde que el NRM estaba en el gobierno, cuando miles de personas tomaron las calles en el Walk to Work protests.

Estas manifestaciones se inspiraron parcialmente en los eventos del Norte de África y había similitudes sorprendentes. En Uganda, como en Egipto, por ejemplo, las riendas del poder estaban en manos de regímenes de más de tres décadas de duración, fuertemente financiados por EEUU y que se enfrentaban ahora a una población llena de jóvenes desempleados.

En cambio, en comparación con sus contrarios más al norte, donde los manifestantes clamaban por un inmediato cambio de régimen, los reclamos de la oposición ugandesa fueron bastante suaves, con un mensaje enmarcado en términos económicos, centrado en el aumento de los precios de los alimentos y el petróleo. Aunque atrajo a miles a las calles, este “caminar político”, retomando la frase de Adam Branch, fue finalmente contenido cuando la policía respondió con represión, arrestos masivos y gas lacrimógeno. Eso sí, la experiencia dejó una marca indeleble en la psique política de Uganda.

La reciente campaña de Défiance, tan solo cinco años después, puede verse como la reencarnación del movimiento Walk to Work, si bien ahora más audaz en sus objetivos. Al contrario que su predecesor, la campaña de Défiance es pragmática y sin disculpas políticas en sus reclamos, desafiando la misma legitimidad del régimen de Museveni. El rechazo del movimiento a los resultados electorales ha enviado un mensaje explícito que el gobierno no ha pasado por alto: la oposición no aceptará un régimen que consideran construido sobre la injusticia.

Al actuar tan rápido y fuertemente, la respuesta del régimen ha sido también muy clara: cualquier movimiento de protesta será cortado de raíz antes de que cristalice. El gobierno ha demostrado que no asumirá ningún riesgo, y esta estrategia agresiva parece estar dando resultados, al menos por ahora. Las calles están libres de manifestantes y Museveni pudo prestar juramento cómodamente y tomó posesión el mes pasado.

Disentiendo de otras formas

Por un lado, parece que todo ha vuelto a la normalidad en Uganda. Pero por otro, el estrechamiento del espacio político, lejos de contener el descontento popular, ha hecho más posible que los reclamos populares en el futuro tengan que buscar otras alternativas más allá de los mecanismos formales que existen en el sistema político actual. Un artículo anterior de African Arguments sugería que la opción que tienen los opositores es “romper o construir” y con la represión del gobierno sobre cualquier forma de oposición, puede que “romper” sea la única opción viable.

Con la fe en el sistema electoral erosionada, las protestas populares fuera de la ley y los medios de comunicación controlados (incluso con periodistas a los que se les ha prohibido cubrir la campaña Défiance, la energía y la insatisfacción latente de los ugandeses tendrán que encontrar nuevas formas de articulación, formas que podrían ser más parecidas a una Primavera Ugandesa que a lo que pretende el gobierno. Lo cierto es que las protestas que sacudieron el Norte de África en 2011 no estaban dirigidas por medios de comunicación especialmente críticos, como lo plantea el NRM, sino por un descontento extendido ampliamente, incluso pese a la represión política.

Las expectativas de la actual campaña Défiance pueden ser sombrías por ahora, pero a largo plazo, la naturaleza más radical de estas reclamaciones requerirá una reflexión más profunda, y cuanto más se estreche el espacio político ugandés, más probable es que el descontento popular busque canales alternativos, incluso con el riesgo de la violencia.

Si el régimen quisiera recuperar su cada vez más escasa legitimidad, debería haber un cambio significativo en la forma en la que funciona el poder en Kampala.

El enfoque de “mano de hierro”, que se está convirtiendo rápidamente en un distintivo del mandato del NRM, puede haber frenado los dos movimientos de protestas anteriores, pero su sostenibilidad es cuestionable. La desobediencia civil no se puede impedir con soldados y armamento, sino únicamente con dialogo. Por lo tanto, cualquier estrategia a largo plazo del gobierno tendrá que demostrar una voluntad de tolerar un cierto grado de oposición y critica.

Para evitar un futuro de altercados, es esencial que los medios sean libres, que haya espacio para las manifestaciones populares y una competición electoral libre y justa. Parece dudoso que Museveni vaya a aceptar llevar a cabo dichas reformas, pero también es dudoso que las discrepancias populares, suprimidas pero de forma inadvertida estimadas con el aumento de la represión política, cesen en la búsqueda de nuevos puntos débiles en el sistema político más cerrado de la historia de Uganda.

Michael Mutyaba

African Arguments

* Michael Mutyaba está cursando un Máster de Filosofía de Estudios Sociales en Makerere Institute of Social Research (MISR), Makerere University, Kampala, Uganda. Su investigación está centrada en las políticas africanas contemporáneas, especialmente en los campos de la gobernanza, la sociedad civil, la construcción estatal y la democracia.

[Traducción, Sonia Velázquez León]

[Fundación Sur]

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