“¿Debería continuar con mi novia o vivir la vida?”. Reseña literaria de BLUE CLAY PEOPLE de William Powers (2) de (3), por Nuno Cobre

30/09/2016 | Bitácora africana

A pesar de un importante número de consecuencias negativas, Powers descubre también en Liberia que estos mismos proyectos son a veces capaces de proporcionar verdadera ayuda y alegría a las comunidades locales. Lo descubre William adentrándose aún más en la sociedad liberiana que a su vez le irá descubriendo varios patrones fundamentales de esta cultura como la importancia del factor religioso y también de las sociedades secretas o la cuestión tribal que obliga al miembro de la familia que destaca a contribuir y abastecer a unos familiares que la mayoría de las veces se aprovechan del que triunfa.

Descubre también un país dominado a nivel microcomercial por la comunidad libanesa y donde los recursos naturales como los diamantes o el bosque, originan conflictos de envergadura como la propia guerra civil que asola a Liberia. Un personaje de la novela llegará a decir, “no hay ideología en África, derecha o izquierda. Esta guerra es por el dinero”. La figura de Charles Taylor en todo este conflicto juega naturalmente un papel predominante.

Se dice que Taylor era tan peligroso, que la única manera de parar la guerra, era hacerlo presidente en 1997 como así ocurrió, aunque ni aún así se evitó el desastre.

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Powers se involucra tanto en la realidad liberiana, que no puede evitar los conflictos culturales, los cuales se manifiestan incluso en la relación con su novia de toda la vida, y con la que está comprometido. En un momento dado, Powers tiene que elegir entre la vida que estaba diseñada para él, casarse, tener hijos, llevar una vida convencional de hombre conservador blanco o por el contrario, sumergirse en el mundo del desarrollo y vivir nuevas experiencias. Powers elige la segunda opción siendo consciente de que a veces en la vida “hay que elegir entre dos amores”.

Powers continúa por tanto comprometido en la lucha contra la deforestación y reuniéndose con Global Witness. En uno de esos encuentros clandestinos, conoce a un hombre muy especial de nombre Gabriel del que aprenderá mucho. Gabriel junto a Global Witness y otras organizaciones como Greenpeace han puesto en marcha una campaña internacional que tiene como objeto sancionar las exportaciones de madera ilegal de Liberia de manera que Taylor y sus compinches dejen de financiarse a costa de los recursos forestales de Liberia. Gabriel tiene una fe inquebrantable en la justicia.

Así, le dirá a Powers frases inspiradoras tales como, “sólo por el hecho de que algo es imposible no significa que dejes de hacerlo”. O, “quizás no puedes cambiar el mundo, pero siento que deberíamos actuar como si pudiéramos”. Se trata de frases que motivan a Powers no sólo a luchar por el bosque de Liberia, sino también a intentar proteger valiosos espacios naturales como el parque nacional SAPO que sufre constantes amenazas por parte de los especuladores.

Powers continúa con su intensa vida en Liberia, hasta que después de dos años en el país su misión llega a su fin. Cargado de recuerdos y emociones inolvidables, Powers hace las maletas para dirigirse a Bolivia, su próximo destino.

William se despidirá emotivamente de una Ciatta que ha contraído la malaria y que se entristece enormemente por la marcha del norteamericano.

A pesar de todas las decepciones que se lleva en Liberia, desde el punto de vista de la gestión de la ayuda a la cooperación, Powers comprueba con alegría que al final tanto esfuerzo comienza poco a poco dar sus frutos.

Por ejemplo, gracias a la campaña de Global Witness y Greenpeace, la madera exportada de Liberia pasó a ser considerada ilegal y por tanto Taylor dejó de poder seguir aprovechándose del bosque para financiar sus actividades bélicas. A su vez, el parque nacional de SAPO logra sobrevivir ante tantas especulaciones y amenazas.

Hay además muchos “pequeños progresos” que hacen que al final sin duda, la experiencia y el esfuerzo hayan valido la pena.

Original en : Las Palmeras Mienten

Autor

  • Sin que nadie le preguntase si estaba de acuerdo, a Nuno Cobre lo trajeron al mundo un día soleado del Siglo XX. Y ya que estaba por aquí, al hombre le dio por eso que llaman vivir.

    Sin embargo, durante mucho tiempo creyó Nuno que el mundo era sólo eso, sólo eso que se presentaba de manera circular y hermética ante sus ojos. Se asfixiaba. A veces. Pero algunos viernes o lunes por la mañana, una vocecita fresca y lejana le decía que habían otras cosas por ahí, que debían haber otras cosas por ahí.

    Y un día Nuno Cobre salió y se fue a la Universidad, y un día siguió viajando y al otro también, y al otro, mientras iba conociendo a gente variopinta y devorando libros sin parar… Entonces descubrió con un cierto alivio que no estaba solo. Que habían más. Cuando llegó la hora de elegir, Cobre decidió convertirse entonces en viajero sólido y juntaletras constante, pero quería más, un más que venía del Sur. Y fue así como el latido africano empezó a morderle tan fuerte que una noche abrió la puerta del avión y se bajó en un país tropical. África.

    Los temores. Llegó con cierto temor a África influenciado por la amarilla información occidental ávida de espectáculos cruentos y de enfermedades terminales. Y resultó que en lugar de agitarse, a Cobre se le olvidó la palabra nervios a la que empezó a confundir con un primo lejano. Y así fue como se llenó de paz, tiempo y vida.

    Tras varios años en África, Nuno Cobre sólo aspira a lo imposible: vivir todas las experiencias mientras le da a la tecla, a los botoncitos negros del ordenador que milagrosamente le proyectan un nuevo horizonte cada día.

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