De Zimbabwe a Arona, por Rafael Muñoz Abad

9/02/2016 | Bitácora africana

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Cuando el viejo león británico recibe un revolcón gusta de aplicar una buena dosis de flema british y mirar para otro lado con objeto de emborronar el episodio. Ian Smith y su declaración unilateral de independencia del Imperio británico, sacando la colonia de la Commonwealth y fundando Rhodesia, es una de las “mejores” cuñas de madera propia que los ingleses han sufrido. Fair enough que diría un castizo de bombín.

Después vendrían años de guerra contra las facciones “comunistas”. El país se convertiría en el actual Zimbabwe y, el denominado granero de Africa sería la ejemplificación de la corrupción y el culto a la megalomanía en la grosera cabezota de
Bob Mugabe. Otro Amin o Mobutu.

La expropiación de granjas disparó el éxodo de blancos hacia Inglaterra, Norteamérica y Sudáfrica. La economía se desplomó, la hiperinflación parió billetes de cien trillones y el tío Bob inauguró la caza del granjero blanco.

Como y porqué los Barlow acabaron en el sur de Tenerife es un misterio que me costará una caja de Guinness pues Peter [aún] no me ha revelado el entresijo. Y es que su destino natural debió ser Inglaterra o un maizal del medio oeste estadounidense. Sé de algunos belgas, o pies negros, que huyendo del Congo por temor a que los negros se los “comieran”, terminaron regentando algún vetusto hotel o poseyendo una ingente casona en La Orotava. Curioso. El sueño del hombre blanco en Africa fue un coitus interruptus que o bien acabó en la Sudáfrica del apartheid y sus papeles para todos, o sólo dios sabe dónde y cómo.

Cando entraron por la puerta de una gestoría en Los Cristianos, vestidos de caqui, con botas rhodies y una bolsa de deporte Dunlop estilo vintage llena de libras, imagino la cara del administrativo de turno. Ryan Barlow era un perchero de más de seis pies de altura tan ancho como la puerta de un establo, pelirrojo y con mirar de hurón. Los Barlow, que se hicieron con varios locales comerciales en los típicos bajos de bloques de apartamentos del sur, a ojos del mago de turno debieron de parecerle unos guiris más y es que a ver quién le explicaba al taxista de La Camella que estos
colorados venían de Africa… ¿Pero ahí abajo no había sólo negros?

Centro de estudios Africanos de la ULL

@Springbok1973

Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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