Si hay algo que va a marcar a fondo la agenda política en África durante el año 2015 esto será, sin duda, la celebración de elecciones. Los ciudadanos de una veintena de países de África serán llamados a las urnas para renovar a sus autoridades locales, elegir nuevos parlamentos o votar por un nuevo presidente. Sin embargo, de todas las regiones del continente la que parece enfrentarse a mayores desafíos es África occidental con la celebración de comicios presidenciales nada menos que en cinco países, Nigeria, Costa de Marfil, Togo, Guinea y Burkina Faso, en los que el riesgo de inestabilidad es un factor a tener muy en cuenta. En este 2015 África se enfrentará a uno de sus viejos retos, el de mostrar que las alternancias o las reelecciones pacíficas son posibles en un contexto de libertad y de ausencia de violencia. Estaremos atentos.
Nigeria, bajo la sombra de Boko Haram. El 14 de febrero tendrá lugar la primera gran cita del año electoral africano y, sin duda, una de las más importantes teniendo en cuenta que se trata del país más poblado del continente, unos 175 millones de habitantes, y su primera potencia económica. Además, el gigante nigeriano atraviesa una profunda crisis de seguridad con la activa presencia del grupo terrorista Boko Haram en el noreste del país y su demostrada capacidad para actuar en otros puntos de la extensa Nigeria, incluida la capital. La situación, de facto, es de guerra no declarada entre, por un lado, un Ejército hasta ahora incapaz de meter en cintura a los terroristas pero que interviene sin grandes miramientos, incluso contra población civil, y, por otro, los miles de seguidores que engrosan las filas del emir Abubakar Shekau, dispuestos a morir por la causa.
En este contexto, las elecciones presidenciales del 14 de febrero se vivirán bajo una alta tensión, no solo por el elevado riesgo de atentados mortales, sino sobre todo por las dificultades que tendrán para votar los cientos de miles de refugiados que han huido de la violencia en la que está sumida el norte y que se encuentran desplazados de sus hogares o en otros países, sobre todo en la vecina Níger. Incluso sin salir de las fronteras de Nigeria, los habitantes de estados como Borno, Adamaua y Yobe y sobre todo los de aquellas localidades bajo control de los extremistas de Boko Haram tendrán enormes problemas para ejercer su derecho al voto, especialmente si el jefe de Estado vuelve a declarar sobre ellos el estado de emergencia.
Los principales candidatos son dos. Por una parte, el actual presidente Goodluck Jonathan que aspira a un segundo mandato. En el poder desde 2010 tras el fallecimiento de su antecesor en el cargo y luego electo en los comicios de 2011, este cristiano del sur encabeza la candidatura del vigoroso y conservador Partido Democrático Popular (PDP) que desde hace 15 años domina la escena política nigeriana. Enfrente tendrá a un viejo conocido, el ex presidente Muhammadu Buhari, musulmán y norteño, quien ya en 2011 cayó derrotado frente a Jonathan en la lucha por el sillón presidencial y que ahora encabeza la candidatura del Congreso de Todos los Progresistas (APC), un partido socialdemócrata creado en 2013 por la fusión de los principales grupos de oposición y que, esta vez sí, tiene serias opciones de llevarse el gato al agua.
Así las cosas, el actual presidente tendrá de su lado dos poderosas maquinarias para intentar alzarse con la victoria, la del PDP que lleva en el poder más de 15 años y la del propio Estado. Sin embargo, Jonathan ha ofrecido en sus cinco años de mandato un perfil de presidente débil incapaz de combatir tanto la corrupción como a los terroristas y, para colmo de males, las perspectivas económicas no son buenas. Frente a esta imagen de timorato, el general Buhari representa la firmeza. Militar de profesión, fue uno de los autores del golpe de estado de 1983 que le llevó a la Presidencia del país durante un año y medio, tiempo en el que exhibió una gran contundencia contra la corrupción y una enorme austeridad económica.
Junto a esta imagen de dureza, quizás su mejor baza sea su cuna. Procedente de Katsina, en el norte, fue durante un tiempo gobernador del Noreste lo que le convierte en un gran conocedor de la idiosincrasia y los equilibrios de poder de las regiones más golpeadas por el terrorismo de Boko Haram. Buhari ha sabido jugar la baza de su supuesta capacidad, como musulmán y como norteño, para resolver el problema del terrorismo, aunque deberá mantenerse alejado del fundamentalismo religioso si quiere obtener el apoyo del votante cristiano. Ya en 2011 miles de musulmanes del norte rechazaron los resultados de las elecciones y se produjeron disturbios con el resultado de 800 muertos, el riesgo de polarización del voto y de inestabilidad es, por tanto, alto. Y si los cimientos de Nigeria tiemblan, todo el continente sufrirá las consecuencias.
Togo, todos contra Faure. En Lomé, capital de Togo, casi no hay semana en la que no haya protestas callejeras y así llevan ya dos años. Últimamente, en el punto de mira de los manifestantes se encuentra, nada menos, que el presidente Faure Gnassingbé, un jefe de Estado que lleva ya dos mandatos, desde 2005, en el poder. Sin embargo, la ira popular se resume en la frase “cincuenta años de Gnassingbé ya son suficientes”, dado que Faure es hijo del general Eyadema, quien fuera presidente dictatorial del país entre 1967 y 2005. Haciendo oídos sordos a estas demandas, aspira a seguir ocupando el sillón presidencial, para lo que cuenta con amparo legal puesto que la Constitución no contempla ningún límite en el número de mandatos.
Al igual que en el caso nigeriano, el actual presidente tendrá como principal rival a un viejo conocido. Se trata del economista Jean-Pierre Fabre, quien ya se enfrentó a Faure en las urnas en 2010, cayendo derrotado. Sin embargo, Fabre ya alertó entonces de que aquellos resultados fueron amañados. En esta ocasión se presenta al frente de una coalición de ocho partidos de oposición denominada Combate por la Alternancia Política (CAP2015), aunque sigue sin tenerlas todas consigo respecto al hecho de que pueda derrotar al actual presidente por la vía de las urnas. CAP2015 ha centrado su lucha en la reforma de la Constitución para impedir la candidatura de Faure, pero todo apunta a que el actual presidente podrá presentarse a unas elecciones que deben celebrarse antes de finales de marzo pero que aún no tienen una fecha cerrada.
Costa de Marfil, la solidez de Ouattara. Muchas incógnitas y una certeza flotan sobre las elecciones presidenciales que vivirá Costa de Marfil en octubre de este año. La certeza es que Alassane Ouattara, el actual presidente, es el candidato mejor posicionado para volver a llevar las riendas del país durante otros cinco años, sobre todo tras el apoyo explícito que le ha manifestado el líder del PDCI, Henri Konan Bedié. Mientras tanto, el Frente Popular Marfileño (FPI), el partido del ex presidente Laurent Gbagbo, derrocado en 2010 y trasladado a La Haya bajo la acusación, hasta ahora no probada, de crímenes contra la Humanidad, parece más bien dividido. Unos llaman al boicot, lo que dejaría el camino más que expedito para la reelección de Ouattara, y otros pretenden alinearse tras la figura de Pascal Affi N’Guessan como potencial candidato. Pero ni él ni los disidentes del PDCI parecen tener el suficiente crédito para enfrentarse a un presidente que ha devuelto a Costa de Marfil a una cierta senda de crecimiento económico y relativa estabilidad.
Burkina Faso, la hora del relevo. La caída de Blaise Compaoré, el pasado mes de noviembre, tras 27 años en el poder y empujado por un alzamiento popular ha dejado por fin el paso libre a viejos líderes de la oposición que se verán las caras antes de final de año. De entre ellos, hay tres nombres que suenan por encima de los demás, el ex ministro de Finanzas y empresario Zéphirin Diabré, el sankarista Bénéwendé Stanislas Sankara y el economista y ex ministro de Asuntos Exteriores Ablassé Ouédraogo. Sin embargo, es de prever que a lo largo de este año surjan otros candidatos aunque la principal incógnita será si el actual gobierno de transición, encabezado por el diplomático Michel Kafando y el teniente coronel Isaac Zida, sabrá llevar la nave de Burkina Faso al buen puerto de las elecciones en el plazo acordado. Toda África estará atenta a la conclusión de la última revolución que se ha producido en su suelo.
Guinea, las tensiones étnicas. En 2010, tras largos años de dictaduras militares, los guineanos pudieron al fin votar de manera democrática. En aquella ocasión, el eterno opositor Alpha Condé arrebató la victoria final al ex primer ministro Cellou Dalein Diallo en una segunda ronda electoral en la que dio la vuelta como una tortilla a los resultados de la primera. La campaña y las propias votaciones estuvieron muy marcadas por la procedencia étnica de ambos candidatos, Condé malinké y Diallo peul, circunstancia que volvió a repetirse en los comicios legislativos de 2013 y que generó graves incidentes en Conakry. Es de prever que ambos vuelvan a protagonizar un duelo con las espadas en todo lo alto en las presidenciales de este año, aunque los candidatos Sidya Touré y Lansana Kouyaté también tendrán algo que decir.
Otros países africanos que celebrarán elecciones este año son Zambia (presidenciales, el 20 de enero), Egipto (legislativas, en marzo), Sudán (generales, en abril, con el actual presidente Omar el-Bashir como único favorito dada la falta de libertades), Malí (municipales, en abril), Etiopía (generales, el 24 de mayo, a las que ha anunciado que se presentará como candidato independiente el ex atleta Haile Gebrselassie), Burundi (legislativas el 26 de mayo y presidenciales el 26 de junio), Mauricio (parlamentarias, en mayo), Madagascar (locales el 17 de julio) y Tanzania (generales en octubre). Con fecha indeterminada están las parlamentarias de Chad, Benín y Níger, las locales de la RDC y las generales en Libia, República Centroafricana y Sudán del Sur, estas tres un empeño complicado al menos hasta el día que las armas dejen paso a las palabras.
Original: Blogs de El País – África no es un país