El 2015 será un año histórico: finaliza la agenda de los llamados «Objetivos de Desarrollo del Milenio», un programa de acción basado en 8 grandes objetivos, entre los que figuraba el compromiso de todos los jefes de estado del planeta de reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas que padecen hambre o de reducir a la mitad la proporción de personas con ingresos inferiores a un dólar diario.
Aunque el próximo año será el año de los balances oficiales y de captar cuáles han sido los hitos verdaderamente conseguidas, parecen consolidarse ya dos grandes titulares. Por un lado, se habría avanzado muchísimo en algunos objetivos (reducción de la pobreza, enseñanza primaria universal, agua potable y salubridad o lucha contra el paludismo y la tuberculosis), pero muy poco en otros (especialmente, todo lo que hace referencia a la sostenibilidad y el medio ambiente, donde se ha empeorado de manera muy preocupante). Por otra parte, mientras que algunas regiones han capitalizado estos avances (especialmente, Asia oriental, América Latina y el Caribe y el Norte de África), otros no han experimentado una mejora sustancial (Asia occidental o Asia Meridional) e incluso han sufrido un preocupante retroceso (África Subsahariana, especialmente algunas subregiones de este territorio).
Con este panorama tan ambivalente (tanto desde el plano de los objetivos, como de las regiones que han avanzado), el próximo año podremos constatar quien prefiere ver el vaso lleno y quien, desde una perspectiva crítica, considera que el vaso sigue bastante vacío. Sea como sea, es importante entender que una gran parte de los avances tiene que ver con la existencia de voluntad política. Por tanto, una mirada crítica evitará discursos complacientes y exigirá un mayor compromiso del conjunto de estados o de empresas para poder acabar con las grandes lacras que afectan a tantísimos millones de personas diariamente.
Pero 2015 no sólo será el año de los balances, sino también de la puesta en marcha de una nueva agenda global, llamada «Post-2015». Esta agenda, que está siendo discutida desde hace ya algunos años, aporta al menos dos grandes novedades. En primer lugar, comprender que la dicotomía Norte-Sur ya no tiene sentido, ya que los problemas globales no se circunscriben a una sola región o hemisferio del mundo sino al conjunto del planeta. En segundo lugar, que esta agenda de retos globales compartidos se fundamenta en tres grandes ejes: el preocupante aumento de las desigualdades internas tanto en los países de menor como de mayor renta; el sometimiento de la política a los dictados de los grandes mercados financieros y, finalmente, la cuenta atrás, preocupante e inexorable, que supone el cambio climático fruto de un modelo de vida y de consumo capitalista que no es universalizable.
Sin duda, es una buena noticia contar con una agenda que plantee una visión nueva de la realidad mundial, si bien es urgente que, al igual que ha sucedido con los ODM, sea una agenda que las principales partes estén dispuestas a cumplir y comprometerse.
Original en : Todo es Posible