Cumbre de las tres cuencas ¿Enésimo encuentro para nada?

3/06/2011 | Crónicas y reportajes

La República del Congo es desde el día 31 de mayo el centro de atención de todas las miradas, cuando se abrió la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de las tres cuencas forestales tropicales de nuestro planeta.

Estas cuencas son: las del Congo, del Amazonas y de Borneo-Mékong. El encuentro, previsto para durar cuatro días, reúne a más de 500 participantes que representan a una treintena de países de África, América del Sur y Asia del Sureste.

Gigantesca, a la medida de lo apostado para alcanzar el objetivo global de la cumbre, llegar a una cooperación Sur-Sur y Norte-Sur para intercambiar experiencias e información para una gestión sostenible de los ecosistemas forestales de dichas cuencas.

Entre las tres representan el 80% de los bosques tropicales del planeta y albergan los dos tercios de la biodiversidad terrestre.

Lejos quedó el tiempo en que se decía que el ecologismo era divertido. Afluyen a una cumbre donde el beneficio propio se traduce por el interés que todos tienen, desde todos los países, sobre la principal cuestión, la gestión de los ecosistemas, en la que todos convienen en presentarse como representantes del futuro del planeta.

Razón tienen para todo esto, ya que el asunto de la gestión de los bosques sobrepasa ampliamente las fronteras de los Estados vecinos. Al igual que el fenómeno del deshielo de los glaciares en el Ártico y la Antártida, la cumbre tiene sin duda repercusiones en todos los países del globo. Y es que se trata de un problema, altamente sensible, de la reducción de emisiones, de la deforestación o aún más, de la degradación de los bosques.

Sin embargo la solución a esta vasta problemática se encuentra en una ecuación. Como conjugar ecología y economía en los países directamente involucrados. Porque a pesar de los discursos emotivos sobre el desastroso estado del planeta, sobre el inexorable avance del desierto, las distintas contaminaciones, la deforestación excesiva que lleva a cabo el hombre en su entorno, es muy agudo el problema económico para la supervivencia financiera de estos países donde la naturaleza les ha puesto verdes cinturones que, lo más normal del mundo, quieran explotarlos para satisfacer sus necesidades.

En todo caso el problema en el pasado movilizó y dio lugar a diversos encuentros donde fueron tomadas decisiones, pero casi todo lo demás queda por hacer, sobre todo cuando se acerca el comienzo de sus aplicaciones. Es por lo que se hace necesario demandar los progresos que se han realizado desde la famosa “Cumbre de la Tierra” celebrada en Río en 1992 donde se creía que se iba a llevar a cabo una revolución en la filosofía del comportamiento de los Estados de todo el mundo. Sin embargo la cumbre tuvo mucho ruido y pocas nueces. Aunque ciertamente desde Río, la protección de los bosques figure en el primer lugar de las prioridades medio ambientales de las naciones desarrolladas.

A la par, la cumbre habrá reavivado la iniciativa “Forêt carbone”, ideada con el objetivo de proporcionar créditos a los países pobres para combatir el calentamiento climático. Sin embargo la ausencia de normas vinculantes, dejan libertad para entender la medida como cada uno quiera y el problema del asunto continúa en el mismo sitio, mientras que paradójicamente todo el mundo grita ante el inminente peligro, pero las medidas de urgencia ni se adoptan, ni se aplican.

Entonces esta cumbre de las tres cuencas ¿es uno más de los banales encuentros? Porque entrando en materia, más que buenos consejos, se espera de hecho que comience su aplicación. La susodicha toma de decisiones debe ponerse al día porque en el fondo hay grandes intereses financieros que están en juego. Y es que la paradoja de la cumbre es fuerte, todo el mundo habla de la gran muralla verde, se inquietan ante la necesidad de parar el avance del desierto, afirman acerca de la infertilidad de los suelos que sume a la raza humana en la pobreza. Pero el mismo tiempo se encuentra necesario tumbar los árboles de los bosques para desarrollar la economía nacional y las fábricas aunque generadores de gases nocivos, son del todo importantes para el futuro económico de los países que las han creado.

Esperemos que la “Declaración de Brazzaville” dé como resultado de la cumbre el reflejo de una verdadera y nueva filosofía decidida y aceptada por todos. En caso contrario el encuentro no habrá servido para nada. Y después de ella será como siempre. Y mientras tanto el futuro del planeta día a día se verá un poco más oscuro.

Jean Claude Kongo.

Publicado en L’Observateur Paalga, Burkina Faso, el 1 de junio de 2011.

Traducido por Juan Carlos Solís Santander, para Fundación Sur.

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