La prueba de que en el Cuerno de África la geopolítica ha sido siempre complicada la están dando estos días los hutíes, con sus ataques a los barcos que navegan hacia el Mar Rojo, y los americanos y británicos que bombardean las posiciones hutíes en Yemen. ¿Puede todavía empeorar, como sugieren los pesimistas? El 1 de enero, Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía, y Muse Bihi Abdi, su homólogo en el vecino estado de Somalilandia, anunciaron que Etiopía, sin salida al mar, arrendará un puerto naval y un tramo de costa de 20 kilómetros en el estado separatista somalí. A cambio, Somalilandia recibirá acciones de Ethiopian Airlines y posiblemente, algo mucho más significativo, un reconocimiento diplomático oficial por parte del gobierno etíope. Las autoridades de Somalia han reaccionado con furia al ver que Etiopía está dispuesta a romper con la política de la Unión Africana, opuesta a que se rediseñen las fronteras del continente. Apenas tres días antes, Hassan Sheikh Mohamud, presidente de Somalia, y Muse Bihi Abdi habían firmado un acuerdo para reanudar las conversaciones sobre el controvertido estatus constitucional de Somalilandia. Inmediatamente Somalia ha declarado ese acuerdo «nulo y sin efecto«, y ha retirado a su embajador en Adís Abeba.
En teoría, Somalilandia, en el Cuerno de África y con cientos de kilómetros de costa en el Golfo de Adén, forma todavía parte de Somalia. Aunque los regímenes de sus vecinos (Somalia, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Sudán y Sudán del Sur) son más bien autoritarios, Somalilandia ha estado funcionando de manera pasablemente democrática. Ha organizado elecciones y transferencias de poder pacíficas. Y ha garantizado cierta estabilidad y seguridad internas en una región bastante problemática. Y aunque mantiene relaciones económicas con algunos países, por el momento ningún estado miembro de Naciones Unidas ha reconocido oficialmente su existencia.
El pasado colonial explica en buena parte esa situación tan extraña. Gran Bretaña declaró el protectorado de Somalilandia en 1884. Italia estableció otro protectorado, que se convirtió en colonia, en 1889. La Somalilandia Británica obtuvo la independencia el 26 de junio de 1960. Y, se unió voluntariamente a Somalia, después de que ésta obtuviera su independencia cuatro días más tarde, el 1 de julio del mismo año. Pero esa unión no funcionó. La primera gran dificultad fue la constitución de 1961 a la que se opusieron el 60 % de los habitantes de Somalilandia porque, según ellos, favorecía a los sureños de Somalia. Llegó luego, en 1969, el golpe de Estado de general Mohamed Siad Barre. Durante sus 22 años en el poder aplastó de manera brutal todo conato de independencia en Somalilandia (una investigación de la ONU concluyó que el gobierno somalí había cometido genocidio contra el pueblo isaaq, mayoritario en Somalilandia). Tras la caída de Barré en 1991, bajo el liderazgo de Abdirahman Ahmed Tuur, se dio una primera declaración de independencia que no se llevó finalmente a cabo. Finalmente, el 31 de mayo de 2001, el 97 % de los votantes (participaron el 99 % de los ciudadanos con derecho a voto) aprobó un proyecto de constitución que afirmaba la independencia de Somalilandia. Esa Somalilandia de la que Etiopía podría ser el primer país en reconocerla.
Aunque Etiopía llegó a tener dos puertos y una armada, los perdió cuando Eritrea se separó en 1993. Y desde que la guerra fronteriza entre ambos (1998-2000) le privó del acceso a la costa de Eritrea, Etiopía ha dependido del puerto de Yibuti para casi todo su comercio exterior. En 2018 llegó a un acuerdo con Somalilandia para adquirir una participación del 19 % en el puerto recientemente ampliado de Berbera, a unos 160 km de la capital de Somalilandia, Hargeysa. Cuatro años después, el acuerdo fracasó. También fracasaron nuevos intentos de entendimiento con Eritrea. Ahora, sin embargo, Abiy Ahmed puede afirmar que ha logrado sus objetivos a través de la diplomacia. «De acuerdo con la promesa que hicimos repetidamente a nuestro pueblo, hemos realizado el deseo de acceder al Mar Rojo«, declaró. «No tenemos el deseo de coaccionar a nadie por la fuerza«. Pero no ha conseguido convencer a Somalia.
El 1 de febrero, la agencia de noticias turca Anadolu Ajansi (AA) ha publicado la reacción del ministro de Exteriores somalí, Abdulkadir Muhammed Nur, en un artículo de opinión sobre “La crisis de Somalilandia entre Somalia y Etiopía y los riesgos regionales”: “Dado que el Estado somalí ha debilitado decisivamente las capacidades de Al Shabaab, los intentos de anexión de territorios somalíes por parte de Etiopía amenazan con anular estos importantes avances. Esta medida agresiva, que hace caso omiso de las normas internacionales, no sólo pone en peligro los progresos logrados en la lucha contra el terrorismo, sino que también empodera al grupo terrorista, poniendo así en peligro la estabilidad y la paz tanto a escala regional como mundial”. Para Mogadiscio, Somalilandia sigue siendo una región federal de Somalia que ningún país reconoce ni debe reconocer como estado independiente. Y Etiopía sería, según el ministro de Exteriores somalí, el vecino hostil al que los poderes coloniales regalaron una región, Somali/Ogaden, con sus diez millones de somalíes, y que siempre ha querido anexionar territorio somalí para poder tener su propia salida hacia el mar. Sin nombrarla, Muhammed Nur alude a la “Guerra de Ogaden” (1977-78) entre los dos países. Y la intervención etíope en la guerra civil de 2006, en la que fue neutralizado el movimiento islamista somalí de la “Unión de Tribunales Islámicos”, habría favorecido, siempre según el ministro de Exteriores somalí, el fortalecimiento del entonces recién creado movimiento Al-Shabaab. “Las actividades terroristas de Al-Shabaab van más allá de poner en peligro la seguridad de Somalia y plantean importantes amenazas a toda la región, en particular a la propia Etiopía. Si persiste en esta postura, Etiopía corre el riesgo de provocar el mismo caos que pretende evitar”. ¿Vamos hacia otro conflicto regional? No de momento, si tenemos en cuenta las declaraciones del primer ministro etíope Abiy Ahmed ante el parlamento en Adís Abeba, y publicadas por EFE el 6 de febrero: “Etiopía, como país amigo, no desea que Somalia sufra ningún daño. Etiopía no reconoce en principio la guerra contra ningún país”. Esperemos que Abiy Ahmed cumpla con lo dicho.
Ramón Echeverría
CIDAF-UCM