Cubanos en Africa, por Rafael Muñoz Abad

7/01/2015 | Bitácora africana

Bramaba Castro en la tribuna de la ONU el deber moral de ayudar al pueblo de Angola contra la agresión imperialista de Sudáfrica y los intereses del capitalismo. Más justificaba su apoyo en que allende del ideológico no se escondía interés material alguno. Miseria. Resultado domestico del generoso empacho ideológico socialista para con los pueblos del Tercer Mundo. Las aventuras cubanas en Africa son uno de los episodios más excéntricos de la Guerra Fría: Argelia, Bissau, Congo Brazzaville, Etiopia y sobre todo Angola.

Precisamente en Lobito me decía un Jefe de Máquinas, exiliado y traidor a ojos de la revolución, que Cuba perdió su marina mercante y gran parte de su economía en una loca cruzada al otro lado del atlántico. También, como diría un romántico criminal llamado el Che, fue la “heroica” [inútil] tumba de miles de jóvenes “invitados” a expandir la revolución a otras tierras lejanas. El esfuerzo militar de La Habana en Angola fue notable y, buena fe de ello, la dan los cementerios de la ex colonia lusa. Su cuerpo expedicionario, bien equipado y batido, lograría frenar la poderosa maquinaria militar sudafricana. Un éxito relativo, pues se vertebró a base de muchas bajas y un ingente esfuerzo económico. Aunque también hay quien respalda que era Moscú la que sufragaba el puente marítimo que artillería y carros trasladaba hasta los puertos angoleños.

De la hemeroteca cabe desempolvar la batalla de Cuito Cuanavale. Episodio que ya forma parte de la historia militar como el mayor choque de blindados en Africa desde la Segunda Guerra Mundial. Presume Fidel de la vital aportación cubana al final del Apartheid y la consecuente independencia de Namibia a razón de las conversaciones de paz de Nueva York (1988). Tratado que desvinculará a Windhoek de Pretoria a cambio de la retirada de ambos contingentes; cubanos y sudafricanos. Después llegaría el progresivo colapso del Apartheid más a causa del derrumbe del comunismo y de un nuevo despertar generacional sudafricano que de las elucubraciones marxistas de El Caballo Blanco. De cualquier manera, la huella cubana, más allá de los cementerios, aún es visible en muchas zonas del continente; pues no son pocos los médicos que se quedaron ejerciendo en Angola, Bissau y con posterioridad en Sudáfrica. En resumen, las intervenciones cubanas en Africa, son el mejor ejemplo del uso de intermediarios ideológicamente afines al socialismo en los años de la Guerra Fría con el mero objetivo de ganar piezas estratégicas en el neo reparto que prosiguió a la descolonización.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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