¿Cuándo se jodió Ghana ? Reseña literaria de ‘Aún no han nacido los bravos’ de Ayi Kweih Armah’s (1) de (3) – , por Nuno Cobre

10/03/2015 | Bitácora africana

The Beautyful ones are not yet born es una novela que cuenta la vida de un oficinista de una estación de trenes en Ghana, desencantado con la vida y el curso de los acontecimientos en su país. El anónimo protagonista, denominado ‘el hombre’ (‘the man’, como siempre se refiere a él Armah) se siente muy sólo, incomprendido y cada vez le resulta más difícil vivir en su propia tierra, en su propio continente. Presionado por sus ambiciosas mujer y suegra, que no entienden como el hombre se niega a aceptar una oferta corrupta relacionada con el sector de la madera (ya que ellas aspiran a entrar en el sistema y hacerse ricas por la vía rápida) el hombre vive sin ganas, amparándose en paseos y en su prácticamente único amigo: Teacher. Teacher es un hombre que anda desnudo en su casa y que abandonó la sociedad hace tiempo para refugiarse en la lectura, la contemplación y la bohemia. Teacher hace reflexiones brillantes sobre la vida, sin embargo, según él mismo, sigue sin ser feliz. Se siente atrapado.

El hombre vive agobiado en un ambiente corrupto que encuentra su expresión más cercana en Koomson, un antiguo compañero de colegio que “ha entrado por el aro” y ha obtenido el puesto de ministro en el Gobierno de Nkrumah, un Gobierno que en teoría debe tener un cariz socialista, pero en la práctica resulta ser más de lo mismo. Koomson, al igual que todos los corruptos (porque el que no roba es estúpido en Ghana y en África) es el ejemplo a seguir por parte de Oyo, la mujer del hombre, y de su suegra, que insisten en que el hombre debe hacer uso de todos los medios tanto lícitos como ilícitos para enriquecerse y convertirse en alguien importante. Teacher llegará a decirle al man sobre Oyo, “tendrás que dejarla para disfrutar su propia pena. A no ser que estés dispuesto a destrozarte para alimentar sus deseos”.

Sigue la presión corrupta, pero el hombre se niega a capitular. A pesar de que dicha negativa le produzca un dolor profundo y hasta un remordimiento de conciencia combinado con una confusión de valores que le susurran al oído que en realidad, lo que es incorrecto es no robar. Lo cierto es que the man se siente fatal por tomar este tipo de decisiones “honradas” que contradicen la tónica general que aplaude al corrupto. La corrupción está tan presente en la sociedad, que incluso si se quiere perseguir al corrupto para dar imagen de honestidad pública, serán los propios corruptos los que organicen las comisiones de investigación y este tipo de estructuras ‘transparentes’ para salvarse a sí mismos.
Muy duro por tanto vivir en un país y en un continente donde la mayoría aspira a vivir como los hasta hace nada dominadores (o verdugos, según se mire) blancos. Y es que según el narrador, lo que sentían los ghaneses por el hombre blanco, no era odio, ganas de revancha o sentimientos por el estilo, sino lo que sentía el ghanés por el blanco era en realidad amor. El hombre negro ama al hombre blanco (que sigue mandando mucho) cuando la verdad es que (según el narrador) las soluciones para un hombre negro, sólo pueden venir del mismo hombre negro.

Por otro lado, no acaba de aclararse del todo, pero parece evidente que la mayoría de los acontecimientos de la novela transcurren durante el Gobierno y caída de Nkrumah, y en plena euforia africana independentista de los años sesenta, recién liberada del yugo blanco y colonialista. El mismo hombre caerá alguna vez en la ola ilusionante que se expande por el continente y por Ghana, llegando a asistir a algún mitin que otro y hasta se pondrá a jalear al líder. Pero la decepción, la desilusión, no tardan en aparecer, lo que justifica los decaídos pensamientos del hombre, anclado en el pesimismo más absoluto. No hay solución, no hay esperanza, todo está perdido. Ghana, África, maldecida por unos líderes desastrosos, pierde una oportunidad tras otra para salir del eterno bache y aprovechar sus recursos de una vez por todas. Toda esperanza acaba desvaneciéndose. Y este discurso melancólico, esta tristeza, marca la línea de la novela. Esta frustración no es solo vivida por el hombre, sino también por unos amigos que se refugian con él en la marihuana y en la bohemia para evadirse de una realidad que les pesa demasiado.

Se habla también de la guerra, guerras que parecen referirse a las disputas colonialistas entre Ghana y el Reino Unido. Concretamente hubo cuatro guerras entre los Ashanti y el Imperio británico entre 1824 y 1901, un cariz fragmentario que se da a lo largo de toda la novela, la cual navega en la dispersión con frecuencia y a veces hasta en un cierto surrealismo. De cualquier forma, parece claro que la novela defiende la tesis de que el pasado bélico ha creado una sociedad desestructurada y desvertebrada, a la que le cuesta demasiado salir adelante.

No obstante, no todo son malas noticias. Como suele ocurrir en muchos países africanos, los puestos políticos y el poder son demasiado volubles y Koomson acaba siendo víctima de un golpe de Estado recibido por el Gobierno de Nkrumah. De pronto Koomson no sólo es un ciudadano más, sino que además se convierte en objetivo de los golpistas. Hundido, el ex ministro se refugia en casa del hombre y su mujer que lo acogen por conmiseración hasta el punto de que the man lo ayuda a escapar patéticamente, a través de baños llenos de suciedad, túneles llenos de basuras y demás estiércol. El hombre ayuda a Koomson posiblemente por su espíritu leal y su fondo bueno. The man por tanto, consigue llevar al político a un barco con el que huye a Adbijan, mientras que él se queda en una playa ghanesa.

Original en : Las Palmeras Mienten

Autor

  • Sin que nadie le preguntase si estaba de acuerdo, a Nuno Cobre lo trajeron al mundo un día soleado del Siglo XX. Y ya que estaba por aquí, al hombre le dio por eso que llaman vivir.

    Sin embargo, durante mucho tiempo creyó Nuno que el mundo era sólo eso, sólo eso que se presentaba de manera circular y hermética ante sus ojos. Se asfixiaba. A veces. Pero algunos viernes o lunes por la mañana, una vocecita fresca y lejana le decía que habían otras cosas por ahí, que debían haber otras cosas por ahí.

    Y un día Nuno Cobre salió y se fue a la Universidad, y un día siguió viajando y al otro también, y al otro, mientras iba conociendo a gente variopinta y devorando libros sin parar… Entonces descubrió con un cierto alivio que no estaba solo. Que habían más. Cuando llegó la hora de elegir, Cobre decidió convertirse entonces en viajero sólido y juntaletras constante, pero quería más, un más que venía del Sur. Y fue así como el latido africano empezó a morderle tan fuerte que una noche abrió la puerta del avión y se bajó en un país tropical. África.

    Los temores. Llegó con cierto temor a África influenciado por la amarilla información occidental ávida de espectáculos cruentos y de enfermedades terminales. Y resultó que en lugar de agitarse, a Cobre se le olvidó la palabra nervios a la que empezó a confundir con un primo lejano. Y así fue como se llenó de paz, tiempo y vida.

    Tras varios años en África, Nuno Cobre sólo aspira a lo imposible: vivir todas las experiencias mientras le da a la tecla, a los botoncitos negros del ordenador que milagrosamente le proyectan un nuevo horizonte cada día.

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