Por razones obvias, es un día para celebrar… pero tengo que reconocer que la violencia ha hecho de nuevo irrupción, esta vez en la pacífica Kampala, y me ha amargado la noche.
Todavía no se saben las cifras definitivas, pero ya se habla de 64 personas han fallecidas en tres ataques con bomba en diferentes bares y restaurantes de Kampala, que obviamente estaban repletos de aficionados que disfrutaban de la final de los mundiales.
Parece ser que el grupo somalí Al-Shabaab podría estar detrás de estos terribles atentados. Los fundamentalistas somalíes llevaban tiempo que se la tenían jurada a Uganda por la contribución que este pequeño país está haciendo con soldados de sus filas en contingente de fuerzas de paz (AMISOM) allí desplejado bajo control de la Unión Africana.
La capital ugandesa es en términos generales una ciudad bastante segura y está a años luz de otras urbes africanas infestadas por la criminalidad y la violencia. En un contexto así de pacífico, este ataque llama por tanto mucho más la atención por lo descarnado y lo cruel.
Ayer, mientras veía en un hotel local la retransmisión del partido España – Holanda, el presentador interrumpió la narración para comunicarnos la triste noticia cuanto todavía se jugaba la segunda parte. Me alegró que ganara España y que Iniesta llevara a todo el país a la gloria futbolística, pero desde el momento en el que supimos la noticia pues como que no tenía las ganas de celebrar que tenía antes. Me imaginaba el aspecto dantesto de esos bares y restaurantes y tanto dolor causado en las vidas de tantos inocentes… Las preguntas sobre los porqués se agolpan, pero qué le vamos a hacer. Así es la triste realidad; si a esos zumbados han dictaminado sentencias de prisión contra cualquier persona a quien se le pille viendo los partidos de fútbol, me imagino que la pérdida de un puñado de jóvenes vidas les traerá al fresco. Así de humanos, de tolerantes y de religiosos son ellos.
Original en http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php