Cuando veo las imágenes de los ataques y venganzas en la República Centroafricana en la televisión me da miedo de que los espectadores occidentales puedan caer en la imagen simplista de los africanos salvajes que se matan entre ellos a golpe de machete. Al mismo tiempo que no .se puede negar la realidad de la violencia que azota este país desde hace más o menos un año -y sin olvidar las causas, algunas de las cuales están bastante cerca del mundo occidental- hoy quiero rendir un pequeño homenaje a muchos centroafricanos que están arriesgando mucho por la reconciliación y la paz. Entre las numerosas historias positivas que he escuchado durante los últimos días, me permito ofrecer una que conozco mejor.
Dieudonné es un joven sacerdote de la diócesis de Alindao. En marzo de este año, cuando los rebeldes musulmanes de la Seleka llegaron a su parroquia, atacaron el lugar y realizaron numerosos destrozos. Él mismo, amenazado de muerte, tuvo que escapar en piragua y cruzar el río Mbomou a la otra orilla, en la República Democrática del Congo, junto con una buena parte de sus feligreses, que forman parte de los más de 80.000 centroafricanos que se han visto obligados a huir a países vecinos. Otros 600.000 son desplazados internos. Un número enorme, si se tiene en cuenta que la población de la República Centroafricana apenas cuenta con 4 millones y medio de habitantes.
Después de algunos meses pudo volver a su parroquia. A principios de diciembre viajó a Bangui para pasar unos días de descanso con sus padres en el barrio de Lakuanga. El día 5 de diciembre empezaron los ataques que se cobraron más de 500 muertos en apenas cuatro días. La espiral de violencia y venganzas tomó pronto un cariz confesional, y hubo numerosos ataques y enfrentamientos entre cristianos y musulmanes.
El lunes 9 Dieudonné se encontraba por la noche en casa de sus padres. Oyó un rumor preocupante afuera y salió a la calle. Se encontró con un nutrido grupo de jóvenes exaltados del barrio que se estaban organizando para atacar los comercios de los musulmanes.
Sin perder un minuto, llamó al jefe del barrio. Entre los dos intentaron convencer a los jóvenes para que se calmaran y no atacaran a ningún musulmán. Varios jóvenes cristianos del barrio llegaron incluso a situarse delante de las casas y tiendas de los musulmanes para protegerlos.
Durante toda la semana, Dieudonné ha predicado en la misa matutina de las 6,15 de la mañana para calmar los ánimos y recordar a los cristianos que la violencia y el odio son lo más contrario al Evangelio.
Ahora, él y su compañero en la parroquia están organizando dos días de jornadas de reconciliación entre cristianos y musulmanes. En el tablón de anuncios de la parroquia, señala un poster en el que se ve a varias personas juntas, con el lema: «Cristianos y musulmanes, un mismo país, una misma sangre».
Los muertos en Bangui han sido alrededor de 500. Si no fuera por personas como el abbé Dieudonné probablemente habrían sido muchísimas más.
Original en : En Clave de África