Desde el domingo 1 de septiembre, el país está plagado de violentas manifestaciones xenófobas. Estos desafortunados eventos han causado ya la muerte de más de 10 personas. Las razones de esta insatisfacción son vagas: los extranjeros son señalados como «ladrones» de trabajo. [1]
Esta es la tercera vez que el país experimenta actuaciones violentas de carácter xenófobo después de las de 2008 y 2015.
Si la situación actual nos lleva a hacer la conexión con las tensiones raciales de entonces, causadas por el establecimiento de un régimen de apartheid, presenta todavía características sociológicas muy simbólicas: poblaciones negras enojadas que atacan a la integridad y a los intereses de poblaciones extranjeras, provenientes principalmente del África Subsahariana o del Medio Oriente.
Una desigualdad social muy grande
Este contraste refleja una realidad social histórica y política turbulenta. A pesar del dinamismo económico y de muchos recursos de minería que hacen de Sudáfrica la primera potencia económica en África Austral [2], la situación social sigue siendo precaria. El país tiene una tasa de desempleo de casi el 27% y la inseguridad se está volviendo cada vez más preocupante. La brecha social entre las comunidades blancas y negras es alarmante: el ingreso de las familias blancas sigue siendo 5 veces mayor que el de las familias negras, 35.739 dólares por año para las familias blancas por 7.479 dólares por año para las familias negras. El 75 % de las granjas pertenecen todavía a blancos y 1 de cada 20 negros obtiene un título de posgrado. El 20 % de los hogares de negros viven en la pobreza extrema en comparación con solo el 2.9 % de los hogares blancos. El 47 % de negros sudafricanos se verían afectados por la tasa de desempleo contra el 11,7 % de blancos. [3]
Esta desigualdad social es, desafortunadamente, uno de los legados oscuros del período posterior al apartheid y los acontecimientos actuales son testigos de una exasperación, aunque equivocada, de una comunidad sin referencia y obligada a atacar a poblaciones extranjeras, consideradas, sin razón, como la causa de todas sus desgracias.
Sin embargo, la explicación de este repentino aumento de la violencia nos lleva a cuestionar la historia política de Sudáfrica y volver al período de lucha contra el apartheid.
El período del apartheid, origen de las dificultades de hoy
Esta vuelta al pasado se puede dividir en dos períodos: el período de negociaciones para el fin del apartheid y el período posterior al apartheid con el acceso del Congreso Nacional Africano (ANC) al poder en 1994.
El primer período (1989-1990) que puede ser descrito como un período de negociación, se caracterizó por una serie de reformas políticas (aprobación de partidos políticos prohibidos, liberación de prisioneros políticos, incluido Nelson Mandela, con el fin de poner fin al régimen del apartheid). Estas reformas fueron dirigidas por Frederik De Klerk, quien sucedió a P. W Botha, símbolo del régimen del apartheid.
El segundo período (1990-1994) es el que, según nosotros, habría reducido el brillo de esperanza puesto en Nelson Mandela y sus compañeros. Este período marca el éxito de las negociaciones y culmina con la elección de Nelson Mandela como primer presidente negro de Sudáfrica. Pero estas negociaciones van a ocultar, lamentablemente, compromisos que tendrán serias consecuencias. Uno de los gestos importantes del período posterior al apartheid es la formación de un gobierno de unidad nacional. Este gobierno estaba formado por todas las fuerzas políticas del país, incluido el ANC y el expartido en el poder, el National Party. Detrás de este símbolo de reencontrada unidad nacional y de reconciliación se esconde la salvaguarda de muchos intereses económicos de la comunidad blanca.
La derogación de ciertas leyes racistas (la ley de tierras que reservaba el 87 % del territorio a los blancos, la ley de registro de población, pilar legislativo del apartheid) no fue seguida por actos concretos. [4]
Sobre la situación económica, un hecho importante ilustrará nuestra posición. En junio de 1996, el gobierno va a dar un gran giro con la sustitución del programa inicial del ANC, el Programa de Reconstrucción y Desarrollo (PDR), en favor de un nuevo documento programático que presenta la nueva estrategia macroeconómica adoptada por el gobierno sudafricano. Este texto sobre el crecimiento, el empleo y la redistribución marca el abandono de las opciones de desarrollo e industrialización basándose en el crecimiento de la demanda interna en favor de una perspectiva abiertamente neoliberal, según las estrategias del Banco Mundial. En este nuevo marco, el objetivo prioritario del crecimiento se basa en la buena voluntad de los inversores, que debe ser alentada por la limitación de los déficits fiscales, la bajada de la carga fiscal sobre las empresas, la limitación de aumentos salariales, la flexibilidad del mercado laboral y la aceleración de las privatizaciones. Esta nueva orientación estratégica ha tenido, inevitablemente, efectos negativos en el empleo y agravado la desigualdad racial existente, que el nuevo gobierno estaba luchando, con dificultad, para erradicar. [5]
En definitiva, esta cohabitación tuvo el efecto de transformar las apuestas iniciales iniciadas por el ANC. La visión de transformación completa de la sociedad sudafricana ha dado paso a un orden económico y social libre de discriminación racial solo a nivel institucional. Esta cogestión política, asi como la transformación de los objetivos económicos solo ha conseguido agrandar la brecha existente entre las comunidades. Los numerosos escándalos de corrupción que plagan el panorama político sudafricano actual y el aumento de las tasas de criminalidad son, como era de esperar, el resultado de un período de permanente negociación política marcada por concesiones ingenuamente aceptadas.
Por lo tanto, es un pueblo sin punto de referencia que ataca injustamente a los inversores anteriormente recibidos con los brazos abiertos, bajo la mirada impotente de un gobierno ya abrumado por las crisis internas.
Lejos de nosotros, la idea de poner en tela de juicio los largos años de lucha feroz por la libertad, que fue adquirida, a veces, a costa de sangre y privaciones. Por el contrario, el gobierno sudafricano debería esforzarse por realizar reformas reales para superar estas desigualdades de consecuencias desastrosas y completar de la mejor manera posible la lucha liderada por el anciano Madiba.
Désiré Gnoto
Notas:
[1] https://www.lemonde.fr/afrique/article/2019/09/04/l-afrique-du-sud-en-proie-a-a-vague-of-violence_5506218_3212.html
[2] Fuente: Dirección General del Tesoro.
[3] https://www.agenceecofin.com/hebdop3/0905-65984-revenue-education-foncier-tour-d-horizon-des-galites-entre-noirs-et-blancs-en-afrique-du-sud -25 años de la post-apartheid
[4] https://www.jeuneafrique.com/66950/archives-thematique/fin-de-l-apartheid/
[5] Para un análisis completo: Jean Copans, Miller Roger, Introducción: ambigüedades de la era de Mandela. En: Third World, Volume 40, No. 159, 1999. Sudáfrica: Debates de transición. pp. 489-498
Fuente: L’Afrique des Idées
[Traducción, Jesús Esteibarlanda]
[Fundación Sur]
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