COVID-19, algunos musulmanes se hacen preguntas

8/04/2020 | AfroIslam

Algunos medios de comunicación se han interesado por cómo los musulmanes están viviendo la pandemia mundial del COVID-19. “Coronavirus por la gracia de Alá: ‘Si toda la tierra fuera musulmana no habría virus’”, titulaba El Confidencial del 28 de febrero un artículo que María Ferreira había escrito desde Heidelberg, Alemania. Una parte del artículo describía las reacciones de algunas musulmanas no integradas (varias de nacionalidad alemana que ni siquiera hablaban el alemán), más bien integristas, que se expresaban en un tono comunitarista e identitario que, según Ferreira, la mayoría de los imanes en Europa intentan combatir. «Si la humanidad entera siguiera los preceptos del islam no habría enfermedad en el mundo”, afirmaba una de ellas. «El virus no afecta a los musulmanes que rezan. Ataca a los ateos y a los impuros”. «Los ciudadanos chinos están aceptando el islam en masa al darse cuenta de que el coronavirus no afecta a la población musulmana». También un artículo más reciente (20 de marzo) del Real Instituto Elcano analizaba las reacciones de otro grupo minoritario, los yihadistas. Estos combinan ideología, –la pandemia como castigo de Dios a los enemigos del Islam, China en particular–, y pragmatismo: Los yihadistas deberán seguir las normas de protección individual acordadas por los principales organismos internacionales. Deberán también aplicar un hadiz según el cual Mahoma habría ordenado que en caso de epidemia en un determinado territorio, quienes se encuentren dentro no salgan de él ni tampoco entren quienes estén fuera. Más preocupados sobre cómo afectará a la mentalidad de los musulmanes en general han sido los artículos de Rosa Meneses, “Coronavirus, la pandemia que está cambiando el Islam” (El Mundo 22 de marzo) y Fatima Zohra Bouaziz, “El islam debate cómo enfrentarse al coronavirus” (EFE, La Vanguardia, Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Cuando se publicó este artículo el pasado 13 de marzo, al menos quince países de mayoría musulmana de Oriente Medio y el Norte de África estaban afectados por el COVID-19.

Las preguntas que los musulmanes de a pie se hacen son muy concretas. La más inmediata es la de rezar o no en la mezquita, especialmente los viernes, práctica fundamental con la que el varón musulmán muestra su fe, y factor principal de cohesión para la comunidad. Países como Egipto y Marruecos han aumentado la seguridad y las condiciones de acceso a las mezquitas. Túnez, Irak e Irán las han cerrado. En Camerún, especialmente en el norte del país, el pasado 28 de marzo cientos de musulmanes contravinieron las órdenes del gobierno que había prohibido las concentraciones religiosas y acudieron a las mezquitas porque “precisamente ahora que la gente se enfrenta a tanta dificultad hay que rezar para que Allah nos libre de la enfermedad”, explicó un estudiante de 23 años, Koulanya Abo, que había rezado en una de las mezquitas de Maroua, en el extremo norte del país. En Francia, en donde son musulmanes el 9% de la población, la Gran Mezquita de París fue la primera en cerrar e invitar a que siguieran su ejemplo las 4.000 mezquitas y lugares de culto. Su rector, Chems Eddine Hafiz, razonó la decisión a partir del versículo 2 de la sura ‘La Vaca’, “No os arrojéis a la destrucción con vuestras propias manos”, y de los hadices del Profeta que pide a los musulmanes ser prudentes y solidarios. Según Hocine Drouiche, presidente del Consejo de los Imanes de Francia, “hemos consagrado una oración cotidiana especial contra el coronavirus, por el bien de toda la familia humana, sin establecer ninguna diferencia racial o religiosa”. Y añade: “Una vez más, la crisis del coronavirus prueba a los musulmanes europeos que su lugar natural ya no son sus países de origen, en donde son vistos fundamentalmente como un peligro”.

covid_19_coronavirus_cc0-5.jpgA corto plazo, los musulmanes se preguntan qué va a suceder con el-Hajj (el Ramadán comenzará el 23 de abril y la Gran Peregrinación se iniciará, si no es suprimida, el 28 de julio). La Gran Mezquita de Meca (el lugar más sagrado del Islam) cerró temporalmente el 5 de marzo. También se restringió la entrada a otras mezquitas de Medina y Meca, y se prohibió el Umrah (la “Pequeña Peregrinación”) hasta por lo menos el próximo 15 de abril. Las agencias de viaje de los países con población musulmana, incluidas las de Arabia Saudita, y los numerosos fieles que se habían apuntado, y a menudo pagado el viaje, no saben a qué atenerse. Probablemente el Hajj 2020 tendrá que ser suprimido.

Tal vez la pregunta más angustiosa que se hacen muchas familias sea la del entierro de los muertos a causa del COVID-19, dado que la incineración ha sido hasta ahora impensable en el Islam. El rito musulmán exige el lavado y amortajado del cadáver, que es enterrado recubierto con un sencillo lienzo blanco. En Irak equipos de médicos especializados han comenzado a envolver los muertos (eran 64 el 5 de abril) en plástico antes de colocarlos en ataúdes de madera. En Marruecos, el presidente del Consejo Regional de Ulemas de la ciudad marroquí de Temara, Lahcen Sguenfel, opina que en el caso de una epidemia se puede evitar el lavado y amortajado de un cadáver, y hasta la misma ceremonia funeraria. En esto tal vez sea Senegal (son musulmanes más del 90%) el país que más rápidamente está evolucionando. El encargado de comunicaciones de la nueva mezquita murid Massalikoul Djinane de Dakar (capacidad: 10.000 al interior y 20.000 en la explanada) advirtió que había que seguir el consejo de los sanitarios, pero que no se suprimiría el culto, dada la importancia de la oración en este tiempo de pandemia. Ésa actitud comenzó a cambiar cuando el 11 de marzo aparecieron los primeros infectados por el virus en Tuba, ciudad santa de la cofradía murid. “Senegal tendrá que cerrar todos los eventos religiosos”, declaró el ministro de Sanidad. Y el 2 de abril, el periódico de Dakar Sudonline publicaba dos artículos importantes. El primero, firmado por Ibrahima Diallo, “El Islam y el Cristianismo seguirán el consejo del médico”, mencionaba sobre todo cómo los católicos habían suprimido la parte del ritual que se celebra en la iglesia. El segundo artículo estaba escrito por el imam Makhtar Kante, “Sobre el rito mortuorio para el musulmán fallecido a causa del COVID-19”. Al final del mismo, el imam se preguntaba sobre la incineración: “Aunque la incineración se lleve a cabo, el buen musulmán sentirá paz en su alma, porque lo que cuentan son las obras buenas. Y de todos modos, que sea por el fuego o por los gusanos, el cuerpo orgánico vuelve a su estado mineral”. “Todo hay que hacerlo con un gran respeto, y con los medios al alcance”.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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