La cuestión de la amnistía y de la reintegración de los elementos del M23 (en las estructuras militares y civiles del Congo) estaría planteando problemas, aunque se afirme por parte de la rebelión que tal asunto no figura entre sus reivindicaciones. ¿En qué momento o estadio se encuentran las conversaciones entre Kinshasa y el M23?, es algo que se preguntan muchos observadores que constatan que están suspendidas sin que ambas partes hayan tenido en cuenta el ultimátum de 14 días que les plantearon los jefes de Estado de la Conferencia Internacional de los Grandes Lagos (CIRGL). La pregunta es tanto más pertinente cuando a la vez que se siguen produciendo combates en el este de la RDC y desde diversas fuentes se evoca la posibilidad de un relanzamiento de las conversaciones el 6 de octubre. Según las fuentes lo que plantearía problemas sería la amnistía e integración de elementos del M23. Kinshasa ha establecido una lista de un centenar de personas; lista que se habría enviado a Martin Kobler, jefe de la MONUSCO y a los mediadores ugandeses. En la lista aparece toda la jerarquía, pasada y actual, del M23, que no tendría derecho a la amnistía y a la reintegración en el seno del ejército congoleño. Se trata, desde el punto de vista de la ONU y de la mediación ugandesa, de algo que corre el riesgo de comprometer cualquier posibilidad de acuerdo entre Kinshasa y los rebeldes.
Para esquivar esta dificultad, el presidente ugandés, Yoweri Museveni ha vuelto a proponer la idea de una amnistía provisional, siguiendo el ejemplo burundés del acuerdo de Dar es Salaam en 2003. El equipo de negociación gubernamental congoleño la ha rechazado. El ministro de Defensa ugandés, que ejercer labores de mediador, en vez de seguir reclamando la integración del M23, propone que se estudie las fórmulas de su “transformación”. La difícil tarea de buscar un compromiso sobre la lista, la búsqueda de una solución política, recae en consecuencia sobre Mary Robinson, representante de Ban Ki-moon, y sobre Martin Kobler, porque la comunidad internacional está ya cansada, ha decidido, al parecer, apoyar militarmente al ejército congoleño que ya se enfrenta con éxito al M23; a los rebeldes, aislados políticamente, les queda casi exclusivamente el apoyo de Ruanda. “Las atrocidades en la región deben terminar. La comunidad internacional está impaciente. Los 14 años de presencia de casi 20.000 hombres no han bastado para pacificar el territorio. Ahora estamos teniendo éxito con la brigada de intervención y estamos tomando nuestro mandato muy en serio”, así se ha expresado recientemente en Nueva York Martin Kobler.
Lambert Mende, portavoz del gobierno ha vuelto a afirmar que la amnistía y una eventual reintegración en el ejército regular no será global, que se examinará cada caso, y que determinada categoría de personas, acusadas de crímenes contra la humanidad, de haber matado a civiles, reclutado niños soldado y saqueado las riquezas de la RDC, no tendrán derecho a ello: “Hemos remitido una lista de un centenar de personas, de las 1.700 con las que cuenta el M23, que no pueden ser amnistiables y reintegrables en el seno del ejército. Esta posición tiene el apoyo de representantes de la Naciones Unidas”.
Sin duda el escollo principal para que las conversaciones de Kampala se desbloqueen es, a pesar de que la delegación rebelde afirme que es algo “secundario”, diseñar una salida aceptable para los líderes de la rebelión. Kinshasa ya ha establecido las condiciones. Un dirigente del M23 ha replicado que “es imposible imaginar un plan de salida de la crisis en el Kivu sin Sultani Makenga” (jefe militar de la rebelión e incluido en la lista de no amnistiables). Pero, ¿es imaginable que mañana algunos líderes rebeldes, como ha sucedido en negociaciones anteriores, sean colocados a la cabeza de ministerios o de empresas públicas congoleñas? ¿Puede permitirse una vez más el Congo dar una prima a quienes han tomado las armas?
Una de las propuestas del M23, que podría facilitar “la colocación” en determinados puestos de responsabilidad a los líderes rebeldes, formulada por René Abandi, es la declaración de todo el este de la RDC como “zona siniestrada” en cuya reconstrucción podría implicarse directamente la comunidad internacional. En el contexto de esta reconstrucción, reconciliación entre comunidades étnicas y pacificación, con el retorno de los desplazados y de refugiados, sería indispensable la colaboración y protagonismo y colaboración tanto de la administración congoleña como de la comunidad internacional y el M23. Una puerta de salida hacia el futuro de los antiguos rebeldes.
Ramón Arozarena, 2.10.2013.
Fuente: La Tempête des Tropique, Le Potentiel, 30.09 – 1.10.2013.