Congo-Brazzaville: el cinismo del tribalismo político

27/04/2010 | Opinión

“La democracia ni vale ni perdura si no consigue refundir constantemente en la comunidad nacional el individualismo que de ella nace.” (Jacques de Lacretelle)

En su largo caminar hacia la democracia, tristemente, el Congo ha experimentado conflictos armados por lo que la pregunta que se plantea es si éstos no son una de las causas del tribalismo que actualmente prevalece en el Congo. Teniendo como modelo de grupo social, la etnia y la tribu, que se construye y reconstruye en las relaciones mutuas los conflictos se alimentan de sentimientos tales como: el tribalismo, el regionalismo, el “clanismo” (organización en clanes), el desprecio y sobretodo por la manipulación fundada en la ideología política.

Sin embargo todos los congoleños están de acuerdo en que de Ewo a Divénie y de Impfondo a Mingingou-Kayes, las tribus no tienen realmente problemas de convivencia. Por contra, la realidad actual hace que nos preguntemos cómo el tribalismo se ha convertido en un tema de crispación entre los congoleños a pesar de su profundo respeto por las relaciones de convivencia.

¿No será que el malestar o la mala calidad de vida de los congoleños, provocados por los actuales avatares negativos derivados de la situación política, económica y social son los que han favorecido este aumento desastroso de tribalismo político? (entendido como con fines egoístas y mezquinos de un grupo de individuos organizados en bandas).

Tribalismo y Tribalidad

“He escuchado su punto de vista. No se ajusta al mío. La decisión se ha tomado por unanimidad.”

Antes de abordar el problema del tribalismo político, me parece más indicado empezar por marcar la diferenciar fundamental que existe entre la palabra “tribalismo” y “tribalidad”. En ningún caso ni vehicula ni proyecta una connotación peyorativa ya que no designa más que: la pertenencia de un individuo a una tribu, pertenencia genealógica y geográfica no elegida o deseada sino predeterminada por la suerte o el destino y que por consiguiente, no debería ser considerada como un privilegio, ni un mérito y aún menos como un handicap. Nadie elige su tribu, sus padres, sexo, país, color de piel, silueta, altura… Nadie elige nacer, no nacer, ni el lugar donde quiere nacer.

La tribalidad es por tanto consustancial al nacimiento, es decir, inexorablemente ligada a todas las causalidades y contingencias que rodean la llegada al mundo de un individuo. Es genética, congénita e irreversible. No se trata de apreciar, de manera rotunda, un tribalismo próximo o corolario de la tribalidad, es decir la simple animosidad u oposición, el simple rechazo u antagonismo de los individuos o de los grupos de tribus por el simple hecho de ser originarios de diferentes etnias. Se trataría entonces nada más que de humores pasajeros o de una vulgar patología de chovinismo que no ha neutralizado por completo el gen de la legendaria y secular hospitalidad de los congoleños, pero sí templado, fragilizado y amputado.

El tribalismo político del que se trata aquí es mucho más virulento y devastador. Se entiende como una doctrina, una ideología o una filosofía de odio y de exclusión hacia el otro o los otros, sólo partiendo de su origen tribal, lugar de nacimiento o genealogía. Se trata pues de un programa, de un proyecto social minuciosamente concebido, científicamente elaborado y concienzudamente codificado y puesto en marcha para alcanzar un objetivo claro; el tribalismo político está casi siempre fundado en la creencia egoísta y absurda de que una tribu es “superior” a la de los demás y por lo tanto más preparada para ejercer el poder político en cualquiera de sus competencia, dominar a las otras, y beneficiarse y disfrutar de privilegios sociales y exclusivos de una manera casi hereditaria. Este es uno de los males que sufre en la actualidad el Congo, con estadísticas que demuestran que durante los 25 años de reinado de Sassou Nguesso, él siempre ha favorecido a los miembros de su tribu, nombrándoles para los puestos de mayor responsabilidad del país: “Directores y Consejeros de la Presidencia de la República, Ministros, Directores Generales de sociedades del Estado, Generales del ejército, Altos mandos de la zona militar de la Policía Nacional, Directores de gabinete civil y del gabinete militar de la Presidencia, Rectores y Decanos de la Universidad Marien Ngouabi, Directores de las Escuelas Superiores que forman a las elites, Presidentes de Consejos de Administración de Sociedades del Estado, Embajadores etc”.

Es por tanto, una organización social y política basada en la pertenencia de los individuos a las tribus, a las etnias, a la misma región o a clanes específicos. Las palabras clanes tribus y etnias entendidas aquí todas como sinónimos de una cierta consanguinidad. Es la exacerbación de las diferencias entre los grupos tribales y la instrumentalización de ellas para así combatir y conquistar a sus rivales en vistas de conservar el poder político.

El tribalismo político es por tanto un narcisismo que conduce al culto obsesivo de su tribu y a la consecución excesiva de su desarrollo. Puede, llevado a casos extremos, hasta desembocar en el deseo de someter, destruir o eliminar a los demás. En el trasfondo de cada tribalismo político, existe una voluntad latente e incomprensible de exterminio de los otros y de depuración étnica que no espera mas que el mínimo detalle en que apoyarse para poder desencadenarse.

Los congoleños guardan en su memoria las palabras pronunciadas por una persona cercana a Sassou Nguesso: “… hasta los Tékés quieren gobernar este país…”.

Es debido a esto que los más pequeños mal entendidos y animosidades étnicas podrían ser explotados y transformados a menudo en hostilidades, confrontaciones y atrocidades que fácilmente pueden degenerar en guerras civiles o de limpieza étnica si los manipuladores que están en la sombra, una vez que han conseguido sus objetivos, no accionasen el interruptor que ellos manipulan a su gusto y al de sus intereses. De hecho el tribalismo político data de la época colonial. Simplemente ha sido readaptado a los colores y a las realidades locales y aplicadas con mucha mayor destreza, cinismo y brutalidad por los diferentes tratantes del África francesa para gobernarnos (o ¿para embrutecernos?) en su lugar.

“Dividir para reinar mejor”. Esta es la estrategia infalible que el francés LYAUTEY inoculó en los dirigentes coloniales. Cuando, fingiendo haberse ido, se escondía tras el telón para vigilar mejor la programada escena de los horrores. Es una doctrina impregnada de una crueldad, realismo y cinismo políticos maquiavélicos: “Si hay comportamientos y costumbres que hay que respetar en nuestros colonizados, hay, asimismo, odios y rivalidades que hay que desenmarañar y utilizar en nuestro beneficio, enfrentándolos, y apoyándonos en unos para vencer con más facilidad a los otros.” Con tal claridad, nuestros dirigentes del Congo tan solo han tenido que remplazar la palabra “colonizados” por “gobernados”, y la receta múltiple podía ser utilizada con todas las salsas que los congoleses quisieran para cualquier plato.

Para “enfrentar las tribus unas a otras y apoyarse en unos para vencer con más facilidad a los otros” basta con escoger a los aliados del momento y presentarles a los otros como “Infiltrados” y así se desate un sentimiento de venganza. El infiltrado nunca es un invitado. Él es y será por siempre un intruso, un sospechoso, un parásito, un indeseable un invasor, un usurpador y depredador contra el que hay que luchar, poner en cuarentena o reenviar a su lugar de origen.

Desde 1950, las semillas del tribalismo sembradas por los colonos y sus semejantes han germinado y, como todas las malas hierbas, han invadido todos los sectores sociales y políticos del Congo. Muchas tribus están hoy en día probando los frutos amargos que esas plantas venenosas han producido. Las contradicciones políticas en el Congo se han resuelto siempre por la violencia más extrema y las ejecuciones políticas se han convertido en un medio de gestión política del poder. La violencia se ha convertido desde la independencia en un método o manera de gobernar, que ha costado la vida a miles de congoleños. Las victimas políticas más conocidas son: Pouabou, Matsokota, Kinganga, Ange Diawara, Ikoko, Pierre Anga, Kimbouala-Nkaya, Massamba Débat, Marien Ngouabi, Cardinal Emile Biayenda, Kikadidi, Doudi-Ganga y otros. Además, debemos citar a los presos sin juicio alguno: Yhombi Opango, Bernard Kolelas, Tchystère Tchikaya y otros que tristemente han sufrido este sistema de gestión política.

Asimismo, 1993, 1994, 1997, 1998 y 2002 son años marcados por las tragedias políticas: asesinatos, saqueos, casas incendiadas, exilios políticos y congoleños brutalmente “repatriados” en el interior de su propio país. Después la inseguridad se instaló en Brazzaville y en el Sur del país hasta 2009 y poco a poco se extendió al resto del país, porque para ser eficaz el tribalismo político debe vibrar en la misma longitud de onda en todos los lugares.

Es sobre todo en el acceso a la propiedad territorial y en la libertad de comercio donde se materializan las humillaciones de otros congoleños. Debemos recordar del CFCO (línea ferroviaria que une el puerto de Pointe-Noire a Brazzaville) que fue paralizado y de muchas otras sociedades privadas y del Estado. ¿Qué se puede decir del ministro encargado de los asuntos territoriales y públicos que tomó la decisión de derribar las casas a lo largo del litoral de Pointe-Noire y permaneció impasible ante la ocupación de Brazzaville del dominio financiero del CFCO, los PTT y a la RNPT (sociedades destinadas al acondicionamiento de las infraestructuras). Sólo el poder político se beneficia de la ocupación anárquica del dominio público y del inmovilismo. ¿Por qué el gobierno no devuelve a la familia Fulbert Youlou el hotel Olympic Palace? ¿Por que el gobierno se obstina en negar la gestión del hotel Mbou Mvoumvou a la familia Ebina? ¿Cómo no ofenderse cuando se escucha al actual director general de la policía, en el puesto desde hace 13 años (1997-2010), hablar de: “Mi policía nacional” cada vez que se dirige a sus colaboradores? Algunos congoleños han visto sus derechos de propiedad expoliados sin ninguna base jurídica sino simplemente tribal. En ciertos casos, se han hecho socavones en el campo expoliado sin que la policía ni la justicia interviniesen. En otros casos, se ha expulsado al legítimo propietario con fusiles sin ningún aviso o justificación y por supuesto sin indemnización.

En el campo de los negocios, el tribalismo político se presenta mediante la concesión de licencias de explotación para la radio y la televisión privada. Hemos visto a las autoridades administrativas, mediante maniobras ocultas, organizar boicots de productos de empresarios congoleños o empujar a algunos nacionales a la bancarrota y el abandono por la intimidación y el acoso insoportable o ajustes fiscales injustificados con el fin de reemplazar por libaneses, franceses, chinos y otros extranjeros a aquellos que se conceden amplios privilegios y exenciones de todo tipo.

En el Congo, el tribalismo político acecha a su objetivo incluso más allá de nuestras fronteras. Incluso la presencia de congoleños en las instituciones internacionales no escapa a sus bruscos ataques. Hemos podido constatar el desequilibrio en la representación del Congo en las organizaciones internacionales, representada principalmente por los ciudadanos de la tribu, de la etnia y del clan del jefe de estado. Desde luego que hay algunos compatriotas han encontrado en la mayoría de sus empleos sin el apoyo del gobierno congoleño, únicamente gracias a sus capacidades y su activismo.

En este contexto, el Congo prefiere perder puestos importantes en los organismos internacionales antes que estar representado por funcionarios competentes, que no son naturales de “el buen área geográfica”, aunque éstos no hayan sido apoyados por su país para alcanzar dicho puesto. He aquí una realidad con la que se encuentran regularmente los altos funcionarios congoleños en los pasillos de la diplomacia internacional.

Nuestro deseo es definir, desde ahora, una política sistemática de cara al futuro en las organizaciones internacionales con personas de otras regiones que han demostrado desde siempre su adhesión a los ideales de la República.

Los males del país

Después del regreso del Pastor Fréderic Ntoumi a Brazzaville, la situación política en el conjunto del pais parecía en calma pero la democracia, según la oposición, está en suspense. Hay en el ambiente un clima de odio y miedo imposible de describir.

El tribalismo todavía latente se ha institucionalizado y todos los congoleses tienen el aire de haberse acoplado a él. La corrupción denunciada durante mucho tiempo por la sociedad civil y la comunidad internacional se ha ocultado y se ha convertido en una práctica casi moral. Las malversaciones en el seno de la administración del Estado se han recrudecido hasta tal punto que todos los congoleños no sueñan más que con ocupar un puesto de responsabilidad administrativa, aunque sólo sea por un día.

Para llegar hasta el fondo de su teoría del tribalismo político, Sassou Nguesso ha despertado al monstruo al que llamaremos aquí la política de equilibrio regional, utilizando regional como eufemismo de tribal. Esta absurdez data de 1960, año de la independencia política. De esta manera l´Unité nationale au Congo-Brazzaville (Unidad nacional en el Congo-Brazzaville) no es más que una dinámica consensuada o proyecto hegemónico que designa el equilibrio regional al que un político ha denominado cínicamente como: “tráfico vicioso de la diversidad étnica y del desequilibrio regional”.

Ciertamente, el equilibrio regional es una jurisprudencia no escrita. No obstante, la gestión étnica del Congo definida a partir de una base tribal y arbitraria, el número de puestos reservados a cada tribu para ascender profesionalmente y para acceder a los centros universitarios que forman a la elite (Escuelas Universitarias) y por consiguiente al trabajo en la Administración pública, en el Ejército y Policía Nacional, es un peso grande en el camino hacia una verdadera nación unitaria. Los porcentajes atribuidos a cada tribu no son proporcionales ni a su peso demográfico, ni a sus valores intrínsecos, ni a su contribución al desarrollo. Lo más grave es que esta política totalmente inicua ha resistido al paso del tiempo y parece estar presente ahora más que nunca. Ha hecho que se diga del Congo-Brazzaville que era un circo o una república étnica. Un barbarismo mejor aceptado para describir los males bárbaros. Se necesita recurrir a palabras de barbarismos para dar una definición adecuada.

El equilibrio regional es una política de nivel bajo y de promoción de la mediocridad que exacerba la consciencia tribal entre los congoleños y entre los miembros de cada grupo tribal. Falsea el carácter nacional del sistema educativo y profesional y confronta a la gente de una misma tribu, ya que la competición no se juega más que entre candidatos del mismo grupo tribal, independientemente del número, medios obtenidos, residencia o antigüedad en el lugar. Esto favorece los repliegues y las reivindicaciones a nivel de identidades hasta el punto de convertirse en irredentismos y crear el odio y la discordia en las familias, al considerar a su propio hermano o hermana como un obstáculo para su ascenso y realización personal. Esto explica los odios a muerte entre las elites de una misma región. A cada uno le gustaría deshacerse de sus competidores potenciales, aunque sean de su propia familia, y así convertirse en la única elección posible, yo diría, el único milagro en caso de reclutamiento o nombramiento.

El equilibrio regional consagra el reparto como fundamento de la coexistencia pacífica, dejando de lado el mérito o el rendimiento productivo y por otra parte que el reparto sólo sea posible si hay algo que repartir. Entonces, el Congo no es considerado como un futuro a construir sino como un elefante a descuartizar y repartir. Los congoleños se convierten así en ciudadanos de nacionalidad dudosa y transitoria, peleándose solamente en el campo de reparto y no en el de la producción y de la construcción y siempre dispuestos a emigrar cuando no haya nada más que repartir. Es este concepto el que hace pensar que el congoleño que tiene una parcela de poder, por pequeña que sea, es el representante de la tribu y que todos los fondos públicos que administra deben estar destinados a los suyos. El ministro, director jefe de servicio, no son por tanto funcionarios al servicio de la Nación sino al de su tribu y su región. Por cada tribu y etnia el congoleño es a la vez presa y depredador. El patriotismo, entendido como el amor a la patria y materializado en el deseo y la voluntad de sacrificio para desarrollarla y defenderla, particularmente contra los ataques armados, se destruye, mengua, incluso se difumina, no dando al país mas que en proporción a lo que recibe. De hecho, el fenómeno de dinastías en la Administración que se está poniendo en marcha, añadido al derecho de pernada o a las relaciones sexuales y a la venta con precios astronómicos de oposiciones y de reclutamientos, hace que las cuotas tribales oficiales no sean respetadas, lo que exacerba aún más la frustración y el rechazo del régimen actual.

Se han visto familias enteras entrar en la ENAM (Universidad Estatal de Brazzaville) y en los centros universitarios que forman a las elites (Grandes Ecoles) que permiten un acceso directo a un trabajo y al enriquecimiento rápido e ilícito, con el fin de sustituir a sus padres a punto de jubilarse o a punto de fallecer. El equilibrio regional, que no equilibra a las regiones, puesto que algunos congoleses y ciertas familias impiden la movilidad social, perpetúa las desigualdades y las transmite de generación en generación. Por ejemplo, quitar a Albert para sustituirlo por Martine, del mismo pueblo y de la misma región, no aporta ni al pueblo ni a la región una nueva posibilidad de mejorar la vida cotidiana de las poblaciones precarizadas: una carretera un centro de salud, una escuela etc.

La competencia y la educación, armas contra el tribalismo

Para que tenga sentido, el equilibrio regional debe estar basado en el merito y las competencias de manera que maximice la producción en vistas de facilitarla y distribuirla. Después, debe ofrecer a todos los congoleños los mismos medios para que puedan luchar de igual a igual en todos los campos. Esto se consigue recuperando los conceptos de competitividad (positiva) y de desarrollo armonioso y equitativo de todas las regiones, para limitar y encauzar el éxodo rural y hacer que cualquier funcionario este orgulloso de ir a cualquier sitio donde se necesite su presencia, porque el confort y condiciones de vida mínimos le están asegurados. En ningún caso la justicia para unos debe basarse en la injusticia para los otros, así como la supervivencia de unos no debe necesariamente estar condicionada por la muerte de otros. Es un error de los encargados del equilibrio regional el querer justificar que rechazando a un candidato que tiene 18/20 para admitir a otro de 08/20, o que cogiendo un titulado de MEPC o de BAC (Bachiller Superior) en puestos que se exigen licenciados, para responder o respetar la cuota tribal están haciendo un acto de justicia e igualdad. Esta práctica, desde su existencia, no ha permitido que los que lo merecen destaquen y se coloquen, gracias a sus meritos, en lo alto de la jerarquía profesional. Al contrario, permanecen en un perpetuo puesto de ayudantes, reservado para “los hombres inferiores o minusválidos”. ¡Si la comida cayese del cielo todos los días, nadie se mataría a trabajar para conseguir el pan con el sudor de su frente!

¿Por qué injuriamos a nuestros compatriotas presentándoles como tarados, minusválidos físicos, sensoriales o mentales y empañando el orgullo y el honor de aquellos de estas tribus que destacan por ellos mismos? Reclutar a falsos ingenieros, médicos, falsos educadores etc., simplemente por favorecer a ciertas tribus puede, a la larga, revelarse como un crimen contra la nación.

Con todo lo que precede, nadie puede pretender que en el Congo-Brazzaville el tribalismo político se practique hasta límites caricaturescos. Durante las elecciones, Sassou Nguesso no concedió más que algunos escaños a los partidos de la oposición en las regiones de nacimiento de sus respectivos líderes y no es una sorpresa si estos últimos no consiguen jamás presentar listas o luchar en una campaña en regiones de feudos del PCT-RMP o del MUCDD… Incluso se ha prohibido al FPOC (Frente de Partidos de la Oposición Congoleña) realizar discursos políticos en Pointe-Noire y Brazzaville sin que el Prefecto de esos lugares haya podido dar una explicación. Las carteras ministeriales y otros cargos tan solo fueron otorgados a los candidatos de las tribus respectivas.

Los asuntos del pasado que florecen en este último tiempo y que Sassou Nguesso sigue de cerca, muestran que el país está hecho pedazos, que la república desaparece y la tribu triunfa. Pese a la prohibición del mandato imperativo en la Asamblea Nacional, los diputados tan solo pelean con el fin de obtener beneficios para su tribu. ¿Alguien ha visto al diputado Nkayi ofrecer una ambulancia, camillas o medicamentos a Mossaka? ¿A un problema político una solución política? Sí, pero en el Congo el tribalismo político no es un problema. Es sobre todo una solución, puesto que acabamos de demostrar que se trata de un programa político y de un proyecto social, convenientes para el régimen de Sasso Nguesso, que se presenta como el campeón del clientelismo político. Cuando las personas se apoyan en la corrupción, la manipulación, la explotación y en la instrumentalización de las tribus para acceder y mantenerse en el poder, no se puede esperar que con ellos, el hecho étnico no siga los pasos sobre el hecho ideológico o más bien, que su ideología en vez de fomentar el éxito y el ascenso social no sea más que la exacerbación del tribalismo. El tribalismo político se alimenta fundamentalmente de cooptaciones y de decretos.

El día en que los congoleños tengan dirigentes elegidos a través de unas elecciones realmente equitativas y transparentes, donde ellos mismos sean los que elijan la forma del Estado que les conviene, que se realice una gran descentralización política y económica, podrán entonces destribalizar su ciudadanía y librarse del yugo del tribalismo político y del de los dirigentes inextricablemente unidos a las contradicciones del Estado Unitario que predican sólo de palabra y de los actos de discriminación étnica. El tribalismo político se caracteriza por la discriminación positiva para ocupar puestos reservados a los congoleses de la misma tribu y región. Es cierto que este concepto es cínico pero sería menos humillante si los “promocionados” permitieran al país moverse hacia el progreso social, lo mismo que hace Marruecos o paises del Medio Oriente que están dirigidos por familias reales. La pobreza en el Congo es elocuente, siendo uno de los Países en vías de desarrollo altamente endeudados (HIPC) con un nivel económico negativo. Los promocionados son generalmente menos competentes que aquellos a los que ignora el poder político.

Por eso, implorar un debate sobre la tribalidad o la etnicidad en el Congo-Brazzaville, es como pedir que se celebre una misa entre los que odian el poder político impuesto por Sassou Nguesso o desear una presidencia por turnos. Es abrir la caja de pandora y pasar por alto los males reales que gangrenan el florecimiento y el desarrollo del país, entre los que se encuentran: la incompetencia, el laxismo, la mala gestión, la pésima planificación económica y la falta de sacrificio por el bien general; la falta de descentralización política y económica y la debilidad de las instituciones nacionales de control y de sanción.

Jean Claude BERI

http://berijc.over-blog.com/

Publicado en Congoplus, República del Congo (Congo Brazzaville) el 13 de marzo de 2010.


Traducido por Victoria Pastor, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción/Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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