Con el corazón o las tripas, por Rafael Muñoz Abad – Centro de estudios africanos de la ULL

4/03/2013 | Bitácora africana

Para los que seguimos las realidades africanas, la cercanía física en contraste con la lejanía emocional que buena parte del mundo occidental tiene con el continente, hace que escribir sobre Africa sea algo maravilloso y a la vez desesperante. Te levantas sabedor que el pensamiento de mandarlo todo al traste, hacer la mochila y a tu aire bajar desde El Aaiún hasta El Cabo de Buena Esperanza, es una inercia del corazón que tarde o temprano se llevará por delante todas tus ridículas preocupaciones y prioridades. Sólo cuando te ves en una carretera infinita en medio de la nada, es cuando la complejidad del continente se simplifica en el valor del momento. Lejos de Africa pero clarificante: “¿Qué es lo que más le gusta del desierto Mayor Lawrence?; qué es limpio “.Henno Martin, Hermann Korn y su perro Otto, pasaron años escondidos en el desierto del Namib. La experiencia, narrada en el excepcional libro Sheltering Desert, más allá de ser la bitácora de un océano de dunas, es una reflexión sobre lo más profundo del ser humano. Una acuarela de ocasos al telón de mil estrellas donde ambos geólogos quedaron atrapados por los silencios del más viejo de los vacíos. Africa es mucho más que desiertos; es un todo, pero uno tiene sus debilidades. ¿Cómo un espacio vacío puede estar tan lleno? Huyendo de la actualidad y su perfil plano te das cuenta de que si no escribes con el corazón o las tripas, es mejor no hacerlo. Y a la vez, me percato de lo avergonzarte que resulta hablar de las cosas que les suceden a los africanos cuando lo hacemos desde la infantil seguridad material de un primer mundo que cada vez se asemeja más al Titanic. Drama que avanza bajo la dulce y envenenada melodía de no reparar en nuestra deriva colectiva; metástasis social y cepa del consumismo desaforado cuyo cementerio ya lo hemos trazado con la escuadra y el cartabón de la codicia. Me decía Sor Africa, una sencilla lagunera establecida y entregada a un orfanato de Luanda, que su vida ya no tendría sentido fuera de Angola y que cuando volvió a Tenerife, sintió alegría la par que pena y vacio. Perdonen por la reflexión.

cuadernosdeafrica@gmail.com

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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