Nadie pone en duda el resultado, pero los métodos que hay y habrá detrás de la victoria dicen mucho sobre como el presidente Museveni gobierna el país y hacia dónde se dirige.
No hay premios para predecir quién ganará las elecciones de Uganda el 18 de febrero. Después de 30 años en el cargo y cuatro elecciones victoriosas en los últimos 20, el presidente Yoweri Kaguta Museveni se sabe todos los trucos. Sin embargo, no asume ningún riesgo. Usa los fondos del Estado, la intimidación, la prohibición de la oposición, y la movilización de la «juventud» como parte de su arsenal presidencial. Todo esto viene a sumarse al abrumador control del proceso electoral de su Movimiento de Resistencia Nacional (MRN) y a su capacidad, sin precedentes, para movilizar a las bases.
Por si esto fuera poco a Museveni le ayuda una oposición dividida que ha hecho que se reparta ese voto entre el ex ministro de Seguridad, John Patrick Amama Mbabazi y el valiente Kizza Besigye, del Foro para el Cambio Democrático (FDC). Mbabazi se pasó a la oposición después de haber sido destituido como primer ministro en septiembre de 2014. Después de haber intentado, durante todo el año pasado, y no lograr formar una coalición de oposición conocida como la Alianza Democrática, Mbabazi y Besigye están haciendo campaña de manera independiente, separados por un abismo de desconfianza y ambición personal.
Algunos esperan que las dos figuras destacadas de la oposición puedan ser capaces de unirse para la segunda ronda si así pueden evitar que Museveni se adjudique el 50% de los votos en la primera. Una encuesta realizada por la sede de Research World International, con base en Kampala, publicada el 20 de enero, sugirió que tal resultado sería posible. Realizada entre el 15 y el 19 de enero, en 89 de los 111 distritos, predecía que Museveni alcanzaría el 51%, seguido de Besigye (32%) y Mbabazi (12%). La encuesta estimó un margen de error de un 5%. Los datos de las encuestas en Uganda hay que “cogerlos con pinzas”, pero las cifras, al menos, dan una orientación del orden electoral de la batalla. El porcentaje más pobre de Museveni, en unas elecciones, se produjo en los años 50, seguido de un prolongado periodo de decreciente apoyo desde 1996. Los años de las difíciles condiciones económicas, la corrupción endémica, un entorno político cada vez más restringido y el desvanecimiento de los recuerdos de la guerra de Bush (1981-86), han ido socavando su apoyo.
Ninguno de los candidatos presidenciales han logrado sacar provecho de estas flaquezas lo suficiente como para tener alguna posibilidad real de elección. A pesar de la enorme cantidad de medios de comunicación que ha seguido la campaña de Mbabazi, no ha logrado ni movilizar apoyo a nivel nacional ni abrir brechas en la fortaleza que es el MRN en el sur-oeste, de donde son originarios los tres candidatos principales. Algunos afirman que la campaña de Mbabazi empezó a “hacer agua” ya en noviembre, como consecuencia de los informes del MRN que hablaban de deserciones en el partido Go Forward. El FDC de Besigye tiene una estructura organizativa mucho más fuerte y lo hará bien en algunas zonas donde la oposición es fuerte: este, suroeste y Kampala, pero sólo el MNR puede desplegar una campaña verdaderamente nacional.
Ir solo
La contienda política principal vendrá, por tanto, a continuación, en las elecciones parlamentarias. Museveni quiere un Parlamento totalmente subordinado, vital para el mantenimiento de su autoridad, sobre todo en cuestiones clave como la agenda del petróleo y la gobernabilidad. Un legislador rebelde elegido en 2011 no escatimó esfuerzos para limitar los poderes del Presidente y aumentar la transparencia de las finanzas públicas. Museveni está decidido a evitar que esto se repita.
De los 1.747 candidatos registrados, 909 son independientes, superando en número al MNR y a todos los partidos de la oposición juntos. Muchos son los perdedores de las primarias de octubre del MNR, que fueron ampliamente criticados por su mala gestión, el fraude y la violencia. Ser un miembro del Parlamento en Angola es muy lucrativo y muchos de los perdedores no quieren renunciar a la posibilidad de ser elegidos.
¿A quien favorecerían los independientes si el elegido es un desconocido? Existe una fe generalizada en que el carisma personal de Mbabazi obtendría un montón de apoyo en esta circunstancia. Se comprometió a elaborar una lista de los independientes que se inclinan a su favor, pero no lo ha hecho, lo que muchos ven como la evidencia palpable de la reducción de apoyo. Es de ámbito público, que muchos de los independientes darán su lealtad, en la cámara, al mejor postor.
Museveni es el candidato más formidable en gran parte gracias al vasto tesoro del MNR. Gastó 27 billones de chelines ugandeses (7,8 millones US $) en su campaña en noviembre y diciembre, o lo que es lo mismo el 91,6% del total invertido por todos los candidatos, de acuerdo con un estudio realizado por la Alliance for Campaign Finance Monitoring el 22 de enero. Los beneficios están a la vista. Desde noviembre, Museveni ha atravesado el país, asistiendo hasta a cuatro mítines al día en una región tras otra. En cada mitin, hay promesas de dinero en efectivo, alimentos, equipamiento agrícola, ganadero, aparentemente cualquier cosa que los posibles votantes quieran. Todos los partidos utilizan este tipo de tácticas, pero ninguno tiene los recursos del MNR.
La campaña del MNR está financiada por una serie de proyectos para desviar los ingresos del Estado. Los proyectos más “hinchados” son los de infraestructura y defensa. El académico y activista africano, Alex de Waal, ha señalado recientemente que uno de los métodos que utiliza Museveni para apropiarse de los fondos del estado es explotar la inseguridad regional. Esto le ‘proporciona un pretexto perfecto para mantener un presupuesto de defensa desorbitado, lo que mantiene a los oficiales del ejército satisfechos y engrasa la maquinaria del patrocinio», declara.
Los conflictos en la República Centroafricana, Somalia y Sudán del Sur han proporcionado al líder de Uganda la excusa perfecta para mantener el gasto de defensa muy por encima del 2% del producto interno bruto típico de la mayoría de los gobiernos africanos.
La financiación viene determinada, en gran medida, por el número de escaños que cada partido consigue en el Parlamento, en lugar de por el número de votos que haya conseguido, que es lo que la oposición preferiría. Eso le da al MNR una clara ventaja. Los partidos de la oposición también se quejan de que los pagos, a menudo, llegan tarde, lo que socava su capacidad para organizarse. Los independientes y los movimientos políticos no oficiales como el de Mbabazi, Go Forward no reciben fondos del estado.
Parte de la razón en la cuantía de los recursos del MNR es su infiltración en prácticamente todas las instituciones del Estado. Funcionarios de alto rango del partido, cuentan en privado, que emplean a más de cuatro millones de personas, entre ellas 30 “movilizadores” en cada una de las 60.000 aldeas del país. Estos “movilizadores” son activistas más propensos a recibir pagos en efectivo, de vez en cuando, que salarios, pero sirven para dar muestra del poder del partido y de la inmensidad de su red de electores.
Entre las personas más importantes de esta estructura están los políticos y autoridades locales y los oficiales de inteligencia y seguridad, que llevan un control exhaustivo sobre la disidencia y perturban las campañas de la oposición. También se incluyen los funcionarios regionales y de distrito de la Organización de Seguridad Interna (ISO) y altos funcionarios nombrados personalmente por el Presidente para presidir la comisión de seguridad de los distritos.
La policía desempeñan un papel igualmente importante, bajo la dirección del Inspector General de la Policía, el general Kale Kayihura, un aliado muy cercano al presidente a quien algunos ven como su sucesor potencial. Kayihura, que anteriormente estuvo con las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda (UPDF), reorganizó a los mandos de la Policía de Distrito en septiembre y octubre, como parte de un esfuerzo aparentemente sin otro fin que el de eliminar a cualquiera de los aliados de Mbabazi en los servicios de seguridad. Los agentes de policía y han ido boicoteando los actos de campaña de la oposición y acosando a los periodistas durante la campaña. El 20 de enero, las autoridades cerraron la estación privada de radio FM Endigyito, con base en Mbarara, después de que ésta se atreviera a emitir una entrevista con Mbabazi.
El despliegue de las UPDF, para proporcionar seguridad electoral, es otro intento de intimidar y reprimir la disidencia. La policía de Kayihura se ha unido con el Jefe de las Fuerzas de Defensa, el general Edward Katumba Wamala, para crear comandos de mando por todo el país y, especialmente, en las áreas donde el apoyo a la oposición es más fuerte, como Kampala y Mbale en el este. Una figura especialmente prominente en la campaña electoral del MNR es el teniente general (IDT.) Henry Tumukunde, una de las figuras más poderosas de la inteligencia en el país hasta que se quedó fuera con Museveni en 2005, después de que fuera sospechoso de albergar ambiciones presidenciales. Fue puesto bajo arresto domiciliario durante dos años, pero le rehabilitaron en 2013 y regresó a la fama a finales del año pasado con un ascenso. A continuación, se retiró rápidamente de lo militar para asumir un papel innegablemente partidista a cargo de la movilización política y la estrategia electoral.
Es Tumukunde quien está a cargo de los cientos de miles de ‘Crime Preventers’, los voluntarios de “camiseta amarilla”, reclutados por Kayihura, con el pretexto de garantizar la seguridad en los pueblos, pero cuyo verdadero papel es el de intimidar a los partidarios de la oposición y boicotear sus mítines. El gobierno ha hecho poco esfuerzo para ocultar la magnitud de esta campaña de movilización, que sostiene ampliamente.
Una de las principales quejas de la oposición es que una Comisión Electoral sesgada e ineficaz no hace nada sobre estos abusos. Su Presidente, Badru Kiggundu, ha logrado mantenerse en su puesto a pesar de la sentencia del Tribunal Supremo en 2001 y 2006 afirmando que la Comisión no es capaz de organizar elecciones libres y justas. Kiggundu, designado por el Presidente, ha sido notablemente selectivo en su aplicación de las normas electorales. Ha criticado abiertamente los equipos de seguridad organizados por Mbabazi y Besigye sin mencionar, en absoluto, los abusos por parte de los RDC, la policía y el “Crime Preventers”.
Contraataque
Anticipándose a la derrota, algunos miembros de la oposición ya están preparando manifestaciones postelectorales. Reivindicando que la Comisión Electoral es parcial, Besigye ha dicho que va a negarse a cumplir las órdenes de las autoridades que considere injustas. Muchos ven esto como una preparación teatral de cara a la agitación popular si pierde el voto. De Mbabazi, también se espera que rechace el resultado si pierde, a pesar de que ha sido más explícito en su rechazo a la violencia.
El enfrentamiento que se avecina deja a los socios extranjeros de Uganda en una posición incómoda. La mayoría de los donantes occidentales ya han suspendido o reducido considerablemente el apoyo presupuestario directo desde el escándalo de malversación de fondos en la Oficina del Primer Ministro en 2012, cuando era ministro Mbabazi, y en respuesta a la controversia en 2013 sobre la ley contra la homosexualidad. Esto deja a los gobiernos occidentales con pocos medios diplomáticas con los que responder en caso de disturbios masivos o alegaciones de fraude electoral.
El juez principal será la “European Union’s Election Observation Mission” (misión de observación electoral de la Unión Europea). Pocos esperan que sus conclusiones difieran mucho de las emitidas en 2011: “que aunque el campo de juego es ahora diferente, los resultados reflejan ampliamente la voluntad de la población”. Los diplomáticos admiten, en privado, que ningún esfuerzo serio para disuadir a Museveni o criticar las elecciones vendrá de los países industrializados. Es probable que su vergüenza aumente en el plazo de dos años, cuando Museveni llegue a la edad de 75, el límite constitucional para un presidente. Si la salud se lo permite, que lo hará sin duda, eliminará este obstáculo igual que ya ha hecho con otros. La única verdadera incertidumbre sobre el liderazgo en Uganda, en estos momentos es saber lo que Museveni tiene en mente para su sucesión.
Desaparece un miembro del equipo de seguridad del candidato Mbabazi
Entre los episodios más preocupantes de esta campaña se encuentra la desaparición de Christopher Aine, jefe de seguridad de partido Go Forward y su candidato presidencial John Patrick Amama Mbabazi. Aine fue visto por última vez en público el 17 de diciembre, cuando su familia afirma que fue detenido por la policía en Kyanja (suburbio de Kampala), hecho que la policía niega. Aine había tenido varios encontronazos con la policía, la más reciente en los enfrentamientos entre seguidores rivales del presidente Yoweri Museveni y de Mbabazi en Ntungamo el 12 de diciembre. Los disturbios provocaron fuertes críticas por parte de la Inspección General de la Policía. El general Kale Kayihura acusó al equipo de seguridad de Mbabazi de actuar como una milicia ilegal.
A principios de enero aparecieron en las redes sociales fotografías que pretenden mostrar el cadáver de Aine. Tanto Mbabazi como la familia de Aine reclaman insistentemente poder identificar el cadáver pero la policía insiste en que todavía está vivo. En lugar de investigar la desaparición, han ofrecido una recompensa de5.750 US $ para la detención de Aine por cargos de asalto, una recompensa sustancialmente mayor que la que normalmente se ofrece por delitos mucho más graves.
La policía también detuvo y posteriormente puso en libertad a uno de los individuos más probables a la hora de publicar las supuestas imágenes del cadáver de Aine, Charles Rwomushana, un ex jefe de Inteligencia Política en el Gobierno, que se ha convertido en un abierto crítico de Museveni. Los editores del diario Red Pepper también fueron convocados para que imprimieran las imágenes, sin más explicaciones.
El caso ha atraído una gran atención, sobre todo por el “pedigrí” de Aine. Es hijo de uno de los miembros históricos del Movimiento de Resistencia Nacional, el Teniente Coronel Julio Aine, que luchó junto a Museveni en la guerra de Bush (1981-1986). Antes de pasarse al bando de Mbabazi, Aine (hijo) era miembro de élite de las fuerzas especiales de comando bajo la dirección de un hijo del presidente, el brigada Muhoozi Kainerugaba. Su deserción a la oposición fue vista como una traición particularmente atroz.
africa-confidential.com
Fundación Sur