En el mundo de los espías reales ocurre lo contrario de lo que se ve en las películas. No sólo no son apuestos ni expertos en muchas disciplinas, sino que tampoco disponen de abundante dinero ni de todos los medios para llevar a cabo sus misiones. Al contrario, además nadie reconoce su trabajo. Es más, ni las agencias de espías más reputadas les valoran suficientemente como personas.
Maxwell Smart, protagonista de una serie televisiva humorística estadounidense basada en el cine de espionaje, que se emitió en la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado, se cuestiona en el presente artículo dos claves de la valoración política real estadounidense. La primera que: que “Obiang es un autoritario personalista, con todo lo que eso implica para los derechos humanos, y su hijo mayor es un bufón corrupto” y la segunda: que ante este panorama familiar tan bien avenido y tan prometedor para el tercer productor de petróleo de África Occidental, Estados Unidos se plantea: “¿cómo se puede influenciar un cambio y qué tipo de cambio queremos?”.
El lector no puede albergar duda alguna de la existencia de todas las personas que aparecen en este artículo, aunque los nombres que han facilitado puedan ser falsos en algún caso. Tanto sus correos electrónicos como los datos personales que aparecen en éstos están a disposición de los interesados que demuestren bona fide.