En el momento de escribir estas páginas, los alrededores de mi emisora son un hervidero de gente que deambula y espera el pistoletazo de salida de un evento algo inusual: una rifa.
Mientras que muchas compañías nacionales se esfuerzan por hacer a la gente participar de similares iniciativas sobre todo por medio de mensajes de texto o de premios escondidos por ejemplo en los platetes de las botellas, es sin embargo algo excepcional que un sorteo así tenga lugar delante de sus ojos.
En la radio comunitaria que trabajo y como parte de la contribución local al nuevo edificio de la emisora que estamos construyendo, organizamos en su día una rifa con pequeños premios como bicicletas, radios y teléfonos móviles. La experiencia fue tan buena que decidimos repetir y he aquí que nos liamos la manta a la cabeza y decidimos subir la cuantía y la calidad de los premios. Esta vez nos decidimos por dar 10 premios: dos vacas, dos bicicletas y seis radios. Ni que decir tiene que una vaca en este contexto es una de las mejores cosas que te pueden tocar. Es equivalente a una cuenta en el banco porque además, es fácil de mantener, puede reproducirse y por tanto a más de una familia la puede sacar de la pobreza. Esta vez hemos hecho 19.000 números y a estas alturas creemos que se han vendido un 75% de los mismos.
Parece una nadería, pero para muchas personas un premio así puede ser algo caído del cielo y la expectación que veo ahora a mi alrededor me convence de que una iniciativa así no es nada baladí. Mientras que en otros contextos la gente no sabe cómo tienen lugar estos sorteos (hay siempre sospecha de que están amañados y que se les da los premios a los que menos los necesitan y más pagan por recibirlos) ahora podrán tener la oportunidad de ver en vivo y en directo todo el procedimiento.
No ha sido fácil, la verdad… mientras que en España se encuentran por doquier aquellos bingos de juguete con bombo, cartones y bolas, en Uganda me ha sido imposible encontrar algo parecido, así que un vecino que venía de los Estados Unidos me trajo un pequeño bombo que compró en su pueblo. Una vez comprado, hay que explicarle a la gente – por la radio y en directo – cómo va a ser el sorteo para que vean que no hay trampa ni cartón. La mayoría de la gente no ha visto en su vida algo parecido y “hay que crear una cultura” incluso para entender la lógica de las bolitas… porque hay quien me pregunta que si en vez de meter las diez bolitas en el bombo, porqué no se hace con un saco y papelitos (¡¡del 1 al 19.999!!)
Pues eso, estoy ahora preparando el sorteo, me están ya casi llamando para que saque el bombo y las bolas y no puedo evitar sentirme como una Doña Manolita repartiendo suerte o como un niño del Colegio de S. Ildefonso a punto de cantar el premio gordo. Aunque este sorteo sea al aire libre y no tenga el glamour de nuestra castiza lotería, me conformo con que la suerte le caiga a quien más la necesite. En esta sufrida Uganda, no faltan por desgracia candidatos realmente necesitados de un buen golpe de suerte.
Original en : En Clave de África