El Sur de África es muy vulnerable a los desastres naturales, sean inundaciones o sequías. Muchos países están sufriendo de hecho las dos consecutivamente. El Niño, el desastre natural más fuerte de los últimos 35 años, ha empujado a mucha población rural a la inseguridad alimentaria. Para solucionar los enormes problemas humanitarios, el Programa de Alimentación Mundial y socios han aumentado sus servicios en la región para proveer de asistencia en caso emergencia a más de 10 millones de personas en siete países.
Los desastres climáticos acaban con la capacidad de los grupos más vulnerables como los pequeños granjeros de perseguir sus sueños. También amenazan años de desarrollo al obligar a la gente a prescindir de elementos como la comida o la escolarización de sus hijos. En este contexto, las intervenciones de emergencia son vitales para salvar vidas, pero ellas solas no pueden solucionar el problema estructural de inseguridad alimentaria.
Debemos preguntarnos a nosotros mismos, ¿cómo podemos prevenir que los cambios climáticos se conviertan en crisis? Los patrones del clima están cambiando, por lo que la ayuda y el desarrollo deben cambiar también. En Septiembre de 2016 los enviados especiales de las Naciones Unidas sobre El Niño, Mary Robinson y Macharia Kamau, se hicieron eco de este sentimiento en su llamada a una estrategia coordinada que mejore la resistencia al clima por pare de las naciones.
Si queremos reducir el impacto del clima, incrementar la protección social es clave. África ha estado a la vanguardia de este movimiento. Desde 2010, el número de países que hacen transferencias hacia los más necesitados se ha doblado de 20 a 40. A pesar de este progreso,demasiada gente está toavía sin protección social. Muchos sistemas de protección todavía están subdesarrollados por falta de experiencia y dinero.
Reconociendo estos desafíos, es vital que la protección social y los proveedores de seguridad provados trabajen de forma coherente para desarrollar y extender sus sistemas de forma sostenible. Esto requiere encontrar nuevas formas de combinar sistemas, expertos y recursos.
La protección social «sensible a los shocks» es uno de estos programas, que permite a las familias una mejor prevención, preparar y solucionar los problemas climáticos que les asaltan. Esto significa asegurar programas de protección social y que sus sistemas incluyan riesgos, vulnerabilidades y las respuestas necesarias para poder solucionar shocks impredecibles.
Los ejemplos de esta doctrina ya pueden verse por todo el continente. En Etiopía, en vez de esperar a la ayuda humanitaria, fondos del programa nacional de protección social son transferidos rápidamente a las familias afectadas. En Kenia, el programa de Red para la Seguridad Alimentaria fue diseñado para poder crecer en tiempos de crisis.
El Programa de Alimentación Mundial trabaja a través de la región con el sector privado para proveer seguros a prueba del clima, siendo otro ejemplo de como ayudar a los pequeños granjeros en tiempos de lluvias insuficientes. En Malawi, donde shocks sucesivos han llevado al 40% de la población a requerir ayuda humanitaria, se está trabajando en coordinación el sector público y provado.
Trabajar así permite el desarrollo y a los donantes les da transparencia de a donde se dirige su dinero, lo que ayuda a asegurar que las familias vulnerables reciben la ayuda adecuada en el momento adecuado.
Esfuerzos en esta esfera son necesarios por parte de todos los actores del ámbito de la ayuda humanitaria, gobierno, organizaciones no gubernamentales, la ONU y el sector privado. El éxito debería ser medido por como estos esfuerzos cambian las vidas de los más vulnerables. Al trabajar juntos, la protección social puede ayudar a mover a la región hacia un futuro más sostenible.
Lola Castro
Fuente: Mail & Guardian
[Traducción y edición, Fernando Martín]
[Fundación Sur]
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