En los últimos dos años, los agricultores congoleños de Kivu del Sur, en la República Democrática del Congo, han incrementado su productividad y han transformado sus vidas. Los agricultores se están beneficiando del aumento de insumos agrícolas disponibles, que llegan gracias a los comerciantes que cruzan la frontera desde Ruanda en busca de alimentos para abastecer su propio mercado.
Mashii Mwagalwa posee una granja en Kamanyola, a unos 30 kilómetros al sur de Bukavu. Declara: « [Los comerciantes] se llevan nuestras cosechas a su país para procesarlas. Luego vuelven a traer una parte en forma de harina…ya empaquetada en sacos de 25 o 50 kg».
Riziki Estella es un agricultor de Bukavu que abrió un almacén de harina de maíz y de casava. Cuenta que los ruandeses no tenían alimento suficiente para satisfacer sus mercados, así que decidieron ayudar a los agricultores congoleños a mejorar su productividad para mitigar el déficit de su país, Ruanda.
Antes de que llegaran los comerciantes, la oferta de insumos agrícolas de calidad en Kivu del Sur era muy pobre. Los ruandeses se dieron cuenta de que los agricultores locales necesitaban semillas, fertilizantes y pesticidas de calidad. Así, los comerciantes comenzaron a facilitarles insumos importados de Ruanda en forma de crédito. Tras la cosecha, se pagaron las deudas.
Los agricultores congoleños salen ganando con el acuerdo. Su producción ha mejorado, especialmente la del maíz y la de la casava, que los comerciantes exportan a Ruanda.
Serge Mashanga cultiva en la llanura de Rusizi en Kivu del Sur. Afirma: «Pago el colegio de mis hijos gracias a que un empresario de Ruanda financia mis cultivos. Me facilita pesticidas en forma de crédito y yo se los pago tras la cosecha».
El negocio ha resultado tan lucrativo que el señor Mashanga pretende expandir su terreno a tres hectáreas para la próxima temporada de cultivo.
Muchos agricultores ya no necesitan recibir estos créditos, ya que pueden permitirse comprar estos insumos directamente. Baudouin Luminino es uno de los agricultores que no ha dejado escapar esta oportunidad. «Antes de que llegaran, mi mujer y yo no podíamos [cultivar en grandes cantidades]. Hoy en día, compramos nosotros mismos los pesticidas de forma habitual, y gracias a ellos nuestras plantas están muy sanas», comenta Luminio, y añade que ellos también dependen de los comerciantes ruandeses para adquirir semillas de cereales de alto rendimiento.
Los agricultores locales están agradecidos por la iniciativa de los ruandeses. Admiten que, sin ellos, sus cosechas serían demasiado pequeñas como para poder vivir de ellas decentemente.
Los comerciantes ruandeses han cambiado los mercados en Kivu del Sur. Como la oferta de harina es mayor, el precio ha bajado. Un saco de 25 kilos de harina de sémola ahora cuesta entre 14 y 20 dólares. Hace dos años costaba entre 16 y 22 dólares. El precio de la harina de casava se ha reducido a la mitad. Los agricultores cultivan y venden más, y pagan menos por sus alimentos. Con este acuerdo comercial, todos salen ganando.
Syfia Grands Lacs