Circuncisión: los sudafricanos deberíamos parar la carnicería de nuestros hijos

1/10/2014 | Opinión

Al hijo de once años de Fezisa Mdibi se le convocará próximamente para formar parte del rito de iniciación xhosa: la circuncisión. No obstante, como docenas de jovenes mueren cada año por estas desastrosas intervenciones, su madre cree que es el momento de que se prohíba esta práctica.

En mi pueblo, en la provincia del Cabo Oriental de Sudáfrica, a un hombre que no ha pasado la circuncisión se le llama «inkwenkwe»: niño. Un joven que haya pasado por este rito de transición se siente orgulloso de ello. Si no lo ha pasado, no se le considera adulto, y no será respetado ni por los hombres, ni por las mujeres. No podrá sentarse con los hombres del pueblo durante las ceremonias o en las discusiones importantes. Se le rechazará y se dirá que le huele el prepucio. A las mujeres que salgan con él se las mirará de arriba abajo por salir con un «inkwenkwe».

Como cualquier chica que creció en Bizana, en la parte oriental de Pondoland, cada año esperaba las celebraciones del final de la temporada de circuncisiones. Creía que las cosas siempre se habían hecho así aquí en el pueblo Pondo, pero en su libro Faku, Rulership and Colonialism in the Mpondo Kingdom, Tymothy J. Stapleton dice: «A veces, a mediados de 1820, Faku prohibió la circuncisión, que era una costumbre de iniciación para los jóvenes de los pueblos de habla xhosa… Algunas personas dijeron a principios del siglo XX que la circuncisión enfermaba a los jóvenes, seguramente a través de infecciones».

La razón por la que nuestro rey prohibió la circuncisión a principios del siglo XIX es cada vez más evidente: desde que empezó este año la temporada de iniciación, alrededor de 180 niños han sido hospitalizados y 35 han muerto 35 debido a las operaciones chapuzas.

Como madre de un niño de 11 años, y como responsable de su salud, me pregunto si se puede justificar esta práctica en el siglo XXI. En una sociedad que rechaza a los que no están circuncidados, ¿de verdad tiene mi hijo elección sobre si mantiene su pene intacto o en realidad tendrá que consentir que se le ampute una parte del cuerpo porque es «como se hacen las cosas aquí»?

Celebramos nuestros ritos culturales, sin embargo enterramos silenciosamente a nuestros muertos, y las víctimas continúan sufriendo a manos de los hombres que les amputan.

Como madre que debe proteger a su hijo, creo que no puedo celebrar este rito de iniciación. Me enfrento ahora a esta ardua tarea de contárselo a mi familia. Como madres, se nos incita a quedarnos fuera porque es un rito sagrado que deben pasar los niños. ¿Tengo derecho a decir que no cuando se trata de mi hijo? Como madre de un niño de 11 años y como responsable de su salud, me pregunto: ¿se puede justificar esta práctica en el siglo XXI?

El tema en su conjunto es un gran tabú. Pasivamente aceptamos que muchísimos jóvenes en nuestro país mueran inevitablemente a causa de la circuncisión y que muchos más sean mutilados de por vida. Muchos jóvenes acaban perdiendo aquello que quieren alcanzar: su hombría.

El aspecto quirúrgico de la tradición no es el único que nos preocupa. Los chicos del pueblo pasan este rito para poder beber alcohol, tanto delante como con los ancianos. A menudo, vemos a estos chicos pasar de ser educados y amables a convertirse en jóvenes ofensivos, violentos y borrachos. Mi primo volvió de la circuncisión gravemente apaleado, y un amigo suyo regresó tan magullado que no pudo andar en meses. El hijo de un vecino volvió con una perturbación mental permanente por lo que había presenciado.

Estoy harta de la complacencia de nuestros hombres y el silencio de nuestras mujeres ante este horror. A muchísimas madres les espanta la idea de que se circuncide a sus hijos, pero me cuentan que se sienten incapaces para pararlo.

Estamos de acuerdo en que es necesario acabar mediante la legislación con algunas prácticas dañinas arraigadas culturalmente. En algunas zonas del Cabo Oriental y KwaZulu-Natal, por ejemplo, se secuestraba y violaba legalmente a algunas niñas en una práctica tradicional de matrimonio llamada ukuthwala. Hoy en día, esto es ilegal.

Asimismo, se ha ilegalizado la mutilación genital femenina en 18 países, incluido Sudáfrica. Entre 100 y 140 millones de mujeres en todo el mundo han sufrido esta práctica, y alrededor de 3 millones de niñas y mujeres continúan siendo mutiladas cada año. Sin embargo, según se extiende el conocimiento y aumenta la oposición, las actitudes están cambiando. Se está enfocando directamente al secretismo y a la vergüenza que conllevaba la ablación, y cada vez más gente se está dando cuenta de que no existen razones relacionadas con el desarrollo, la religión o la sanidad para mutilar a ninguna niña o mujer.

Debemos apreciar la evolución de nuestras culturas, y debemos abandonar las prácticas dañinas. ¿De verdad podemos decir que si eliminásemos la circuncisión nuestros chicos perderían nuestra identidad esencial como sudafricanos negros? Si hemos prohibido la carnicería de las niñas, ¿por qué permitimos la de nuestros niños?

Fezisa Mdibi*

* Fezisa Mdibi es una periodista freelance y poetisa. Síguela en @fezisa

Guardian Africa Network

[Traducción, María Alarcón]

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