Silencio!… ¡Acción!”. El grito enmudece a las decenas de personas que se han reunido en esta esquina de la Avenida Lamine Gueye, una de las más concurridas del centro de Dakar. La mitad está trabajando, la otra mitad solo curiosea. Una joven cruza la calle con aire despistado y se asoma al escaparate de una joyería. Entonces, un señor de unos 60 años se le acerca, le posa la mano sobre el hombro y comienzan a hablar. Una cámara lo graba todo. Pasado un minuto que parece interminable, suena otro grito. “¡Corten!”. Asistimos al último día de rodaje de Dakar Trottoirs, un largometraje del director senegalés Hubert Laba Ndao. Haciendo cine en el corazón de Senegal.
Son las cuatro de la tarde. Hace calor. Los operadores de cámara, ayudantes, maquilladoras, productores, actores secundarios, técnicos de sonido, responsables de seguridad y demás personal de rodaje ya están sobre el terreno. El director, Hubert Laba Ndao, revolotea supervisando todos los detalles. Los transeúntes no pueden evitar seguir de cerca todo lo que ocurre. La llegada de Prudanse Maidou, actriz centroafricana y protagonista de la cinta, desencadena el inicio del rodaje. La escena es sencilla, pero requiere de al menos una decena de tomas para que quede completa.
Dakar Trottoirs (Las aceras de Dakar) narra un triángulo amoroso. Salla (Prudanse Maidou) y Siirou (Charles Correa) son dos niños de la calle que crecen juntos. Con el tiempo, Siirou, que está enamorado de Salla, se convierte en el jefe de una pequeña banda que se dedica al tráfico de drogas. Pero ella también ha crecido y tiene otros sueños y aspiraciones. Entonces aparece el quincuagenario Mar Yacine (encarnado por el veterano actor francés Eriq Ebouaney que encarnó a Patrice Lumumba en 2000), que también se enamora de Salla. Surge el drama
Sin embargo, estos tres personajes no son más que actores secundarios pues el verdadero protagonista de la película es Dakar. “Esta ciudad tiene dos caras. Durante el día está marcada por la hiperactividad, miles de personas la toman al asalto para dedicarse a sus ocupaciones cotidianas. Sin embargo, por la tarde se marchan en fila india, como si huyeran de la noche que cae. Entonces, surge poco a poco la otra cara de la ciudad y la fauna nocturna se despliega. Dakar me inquieta por sus paradojas, esa impresión de riqueza y pobreza entremezcladas, sus hermosos edificios superpuestos sobre casas decrépitas, los 4×4 y limusinas rutilantes que se tropiezan en las calles con amasijos de hierro que circulan de milagro, sus mujeres y hombres con magníficos trajes que se cruzan con niños de la calle vestidos con harapos, toda ese energía que se libera de día y que desaparece como por arte de magia cuando cae la noche”, asegura Laba Ndao.
El director de Dakar Trottoirs sabe de lo que habla. Nacido y criado en el popular barrio de Grand Dakar, Hubert Laba Ndao creció en el mundo que ahora quiere contar. “Eso es lo que yo veo, lo que existe alrededor de mí”, añade. Pero, claro, todo esto tiene una intención. “Lo que me interesa es mostrar cómo funciona nuestra sociedad africana, su manera de sufrir, de amar. Existen imágenes muy tópicas de África relacionadas con la guerra, el hambre y la miseria, pero aquí hay gente que vive, sufre y sueña como en todos sitios. En Dakar Trottoirs sale gente marginal que no tiene nada sino sus sueños. Pero aún así o precisamente por eso son felices, son joviales, ríen, trabajan, se buscan la vida. Salla aspira a ser una mujer moderna, a tener cosas, a salir de la marginalidad. Y alrededor de todo esto está siempre la ciudad, la violencia, el amor, las luces y las sombras, gente que pelea para no caer”.
El rodaje en Plateau, el centro de la ciudad, o en barrios como Rebeuss o el propio Grand Dakar no ha sido fácil. Pero la producción, a cargo de Moctar Ndiouga Bâ y Richard Magnien, ha logrado ir sorteando todos los obstáculos. Muchos de los figurantes eran la propia gente de los barrios. Incluso el obstáculo más difícil, el económico, se ha conseguido superar en un país, Senegal, del que han salido solo tres películas en los últimos cuatro años. “El presupuesto de esta cinta es de 850.000 euros y no lo tenemos aún del todo cubierto. El principal financiador ha sido ACP Films, de la Unión Europea, y luego hemos tenido el apoyo del Centro Nacional de Cinematografía francés y de la Organización Internacional de la Francofonía, así como de los suizos de Visión Sudeste”, asegura Bâ, quien recalca que “cada vez hay menos dinero para hacer cine”.
Tras grabar varios cortos, Hubert Laba Ndao sacó a la luz su primer largometraje en 2007 bajo el título de Teuss Teuss. Galardonado en numerosos festivales y presente en el principal evento cinematográfico africano, el Festival Panafricano de Cine y Televisión de Ouagadougou (Fespaco), Teuss Teuss dejó buenas sensaciones y es la puerta que ha abierto a Laba Ndao la posibilidad de que instituciones y productores europeos se fijaran en su trabajo. “Yo crecí rodeado de cine, iba todos los días a alguna de las pequeñas salas que existían en Dakar. Luego estudié Derecho, pero mi vínculo con el cine no desapareció nunca. Así que tuve el apoyo de mi familia para emprender este camino”, asegura.
Pese a todas las dificultades, este director es, en realidad, el heredero de una larga tradición cinematográfica que encabeza, cómo no, el gran cineasta senegalés Ousmane Sembène (1923-2007). El padre del cine en este país rodó su primera cinta en 1962, la primera película grabada en África por un africano. Se trata de Borom Sarret, un cortometraje de 22 minutos en el que narra la vida cotidiana de un carretero. Durante el resto de su vida, el también escritor Sembène grabó más de una decena de películas y se tuvo que enfrentar a la censura, pues sus temáticas solían ser sensibles y muchas veces incómodas. Entre otros asuntos, abordó de manera crítica la llegada del Cristianismo y el Islam a Senegal y la destrucción de las estructuras autóctonas, la histórica revuelta de los soldados senegaleses que habían luchado en la II Guerra Mundial contra los mandos franceses o la espinosa cuestión de la mutilación genital femenina.
Otro gran cineasta senegaleses es Djibril Diop Mambéty, quien ya en 1968 se fijó en Dakar como ciudad-protagonista de su primera película, Contras City (ciudad de constrastes). Mambéty, al igual que ahora Laba Ndao, quiso mostrar las calles y las gentes de la capital, aunque mientras éste ha escogido el drama, aquél lo hizo en clave de comedia. Mambéty, junto a Sembène y al cine senegalés en su conjunto, fue objeto preferencial de la última edición del Festival de Cine Africano de Córdoba (FCAT), gran referencia para el cine africano en España que este año alcanzó su novena edición y que se celebró el pasado mes de octubre. Y la mejor muestra de que los nuevos cineastas de este país están empujando fuerte es que la película galardonada con el Griot al Mejor Largometraje de Ficción del FCAT fue Tey, obra del senegalés Alain Gomis.
Cae la noche sobre Dakar. El rodaje de la escena de la calle Lamine Gueye llega a su fin. Una parte del equipo se refugia en el hotel Saint Louis San para descansar un instante. Aún quedan algunas tomas nocturnas en el Bulevar de la República, pero la noche es larga y ya no hay tanta prisa. Dentro de no mucho tiempo, Dakar Trottoirs estará terminado y será una nueva oportunidad de asomarse a esta ciudad hecha de luces y sombras de la mano y la creatividad de uno de sus hijos. Porque, pese a todo, el cine de Senegal, hecho en Senegal por senegaleses, está vivito y coleando.
Original en : Blogs de El País: África no es un país