Cincuentenario: ¿La fiesta de los Estados salvajes?

3/02/2010 | Opinión

1960-2010. He aquí que hace cincuenta años, hijos de África decidieron liberar oficialmente sus países esclavizados, explotados, humillados, del yugo político y económico, concretamente de Francia. Esta buena anciana, Francia, que algunos nostálgicos de la colonización llaman con afecto desfasado “la madre patria” (la mère patrie).

¡Me hubiera gustado escribir la amarga patria (l’amère patrie)! Cincuenta años de independencia oficial, “en virtud del derecho inalienable que todo pueblo posee de disponer de sí mismo”, como proclamaba cierto Houphouet-Boigny, el 7 de junio de 1960. Cincuenta años de soberanía proclamada y cantada bien alto. Pero, ¿cincuenta años, para qué resultados?, ¿para qué ambición?, ¿para qué futuro? Ya no existen los colonos blancos. Ya no hay un comandante que se dirige arrogantemente a los indígenas alelados, azorados y atolondrados. Progresivamente, los asistentes técnicos visibles de raza blanca han cedido el lugar a jóvenes cuadros locales. ¿Una victoria? Quizás.

¿Pero para qué una victoria que no desemboca en el bienestar de las poblaciones? ¿Para qué una victoria si, sobre las ruinas morales y culturales de los países a reconstruir, los padres-fundadores han abandonado a la gente a su triste suerte, para construir sus propios reinos como fortalezas infranqueables? Del descontento nacieron aquí y allá oposiciones con líderes más o menos carismáticos. Al inicio de los años 90, el sol de los opositores africanos se levantó en La Baule, bajo el impulso de cierto Mitterand y la democracia fue impuesta como primera regla de la gobernanza. Se derrumbaron los bloques y una suave brisa, llamada “Viento del este”, se puso a soplar sobre el continente. Sucesivamente, varios opositores accedieron al poder en diferentes países africanos. Pero, al parecer el Poder es una grave enfermedad mental. Los que llegan lo hacen peor que los que han sustituido, impulsando a los pueblos engañados a expulsarlos del trono. Militares, enderezadores de entuertos, se dedicaron a invadir el terreno político con, en su mayoría, sus carencias intelectuales, sus torpezas verbales y sus ligerezas morales. Instauran una democracia…violenta y, para tener las manos libres, arrojan por la borda el uniforme y los principios fundamentales del ejército y se autoproclaman “civiles”.

Para gozar el mayor tiempo posible de las ventajas divinas del poder, el “presidente de la República, Jefe de Estado, jefe de gobierno, padre de la nación, jefe supremo de los ejércitos…”, sugiere a sus secuaces modificar la Ley fundamental. ¡Eso no puede dejarse de hacer! Con 50 años, un hombre está suficientemente maduro para saber qué dirección dar a su vida. ¡Pero, con 50 años, los países africanos todavía están a cuatro patas! No porque no puedan caminar, sino porque tienen miedo que, al verles desplazarse solos, “la metrópoli” diga: “¡Anda! ¿Sabéis caminar solos? Pues bien, ¡ahora corred! Yo os dejo que os las arregléis”. He aquí la razón por la que varios países que despegaban en la vía del desarrollo rehúsan en adelante hacer los esfuerzos para sacar la cabeza del océano de las deudas. Se trapichea incluso en las cumbres para merecer el calificativo PPTE (Países Pobres Muy Endeudados). Y esos países, gobernados por Presidentes Poderosos Muy Enriquecidos (PTTE) viven de la limosna de las instituciones financieras occidentales. Y de las lluvias de miles de millones que caen, las pobres poblaciones sólo oyen hablar por la radio; las conocen a través de los periódicos, si saben leer; ven firmar a los dirigentes en televisión. Con ello deben contentarse. Estas presuntas ayudas no sirven en realidad más que a proteger a los gobernantes contra la pobreza.

¡50 años! Me pongo enfermo cuando constato que la celebración del cincuentenario de las independencias de los 14 países francófonos está pilotada por Francia. Y que nuestros presidentes quieren hacer de ella una fiesta para mayor gloria del amo de ayer, convertido hoy en salvador, el que no saca del agujero y sin el que nuestra vida no tendría sentido. Una fiesta, uno de cuyos momentos fuertes se desarrollará al borde del Sena. ¡En Francia! ¡El 14 de julio! Como para expresar que con 50 años de independencia, nuestros países siguen dependiendo del colonizador a quien se creía que habíamos arrancado nuestra libertad. Como para proclamar que África nada grande, bueno y hermoso puede hacer si no se deja ayudar por quienes la han mancillado, subestimado, humillado, empobrecido… “Fiesta del cincuentenario”, oigo decir a menudo. ¿De qué fiesta se habla? ¿Los que desean festejar están hasta ese punto orgullosos del balance global de los países pobres endeudados que gobiernan?

¿No sería mejor organizar grupos de reflexión sobre lo que se ha hecho y sobre lo que queda por hacer, definiendo los mecanismos apropiados para permitir que nuestros países se levanten y caminen sin la asistencia interesada y ruinosa de esos occidentales que se hacen pasar por bomberos pro-africanos? Nada de eso. Vamos a desfilar. Francia va a financiar la fiesta, luego hay que hacerla. Le daremos la prueba de que nos equivocamos cuando reclamamos nuestras independencias demasiado pronto. Que los Modibo Feita, Amani Diori, Maurice Yaméogo y todos sus compañeros no deberían haber proclamado nuestras independencias. Que nuestros Estados, asolados todavía por guerras absurdas siguen bañados en un estado salvaje mantenido por presidentes marionetas que, más allá de sus discursos, que ellos mismos no siempre entienden, no tienen visión de futuro. Así pues, ¿por qué no festejar 50 años de dependencia?

¡Que lo paséis bien, mentes preclaras!

Siempre vuestro

MINGA S. Siddick

Publicado en el diario Le Challenger, de Mali, el 2 de febrero de 2010.

Traducido por Ramón Arozarena.

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