Hace escasos días, se cumplió un año de la muerte del misionero y médico español Manuel García Viejo. Tras más de dos décadas en países como Ghana o Sierra Leona, Manuel murió en Madrid afectado por el virus del ébola que, en aquel momento, campaba a sus anchas por varios países de África Occidental. Si hace un año el fallecimiento del misionero mereció portadas de los principales diarios nacionales e internacionales, este primer triste aniversario ha pasado del todo desapercibido. Pero, por desgracia, no solo se trata de la historia de Manuel. De hecho, desde hace meses, nadie habla ya de las hasta ahora 11.311 víctimas mortales (además de los casi 30.000 casos registrados) que la epidemia se ha cobrado en todo el mundo, especialmente en la región occidental de África. Sin embargo, el virus sigue en activo. Aunque no con la virulencia que lo hacía hace un año, Sierra Leona y Guinea-Conakry han registrado recientemente algunos casos y no serán considerados “países libres de ébola” hasta que pasen 42 días desde que el último paciente sea dado de alta.
Y es que la epidemia no solo será recordada por el grave impacto humano y social generado en numerosos países africanos, sino sobre todo por la cadena de errores, omisiones y dejaciones que se produjeron hasta convertirlo en un claro caso de estudio de cómo funcionan las relaciones internacionales y la gestión de crisis humanitarias.
¿Hemos aprendido algo con toda esta crisis? A continuación, se exponen cinco de esas lecciones, aunque seguro que hay muchas más a tener en cuenta:
1. En la era de la globalización, los problemas no son locales sino transfronterizos y globales
La crisis de refugiados, el fenómeno migratorio u otras cuestiones vinculadas al ámbito de la salud global son solo síntomas de un mundo en el que los problemas actuales –parafraseando a Koffi Annan- no saben de pasaportes ni de documentos de identidad. El virus del ébola se movió con enorme rapidez desde aquel primer caso, detectado en diciembre de 2013 en un remoto poblado de Guinea-Conakry, hasta llegar a países como Estados Unidos, Alemania o España muchos meses después. No obstante, hasta que el virus no afectó a sociedades occidentales, la epidemia mereció una atención internacional casi marginal. Se trata de la gran miopía de considerar todavía lo que sucede en un lugar del mundo como algo estrictamente local y lejano cuando, en realidad, en nuestros días, todo es interdependiente, todo está interconectado.
2. Las advertencias de organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF) no deben ser ignoradas sino que deben ser esenciales a la hora de tomar decisiones internacionales
Mucho antes de que la comunidad internacional reaccionara, MSF había advertido de que estábamos ante “un incendio descontrolado” que necesitaba de mayores recursos y de atención internacional. Nadie en la OMS ni en el conjunto de Naciones Unidas tomó en serio a la organización humanitaria, considerando estas advertencias como exageradas y alarmistas (en este sentido, merece la pena leer el informe de MSF “Pushed to the limit and beyond”). Fue la insistencia de MSF y la prueba fehaciente de que el virus se expandía de forma exponencial en toda la región de África occidental y, finalmente, la existencia de casos en el mundo occidental, lo que llevó incluso a aprobar una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en septiembre de 2014, que consideraba la crisis del ébola como “un problema de seguridad mundial”. Lamentablemente, la experiencia y presencia constante en el terreno de MSF no bastaron para reaccionar ante un problema para el que ya teníamos suficientes indicios.
3. Las respuestas a problemas humanitarios deben ser multidimensionales y complejas y no estrictamente securitizadas
Desde un inicio, la principal respuesta internacional fue respaldar las medidas de cuarentena aprobadas por los países en cuestión. Se aprobaron así contingentes militares que garantizaran este hecho, mientras que la llegada de material y de personal experto fue mucho más lenta y menor al que se necesitaba. Asimismo, algunas voces han reclamado, en los últimos meses, medidas mucho más de fondo vinculadas al fortalecimiento de los servicios básicos y de salud, los cuales colapsaron durante la crisis como consecuencia de su grave fragilidad. No obstante, en lugar de una visión a largo plazo y mucho más estratégica, una vez más, las instituciones internacionales han optado por securitizar la “Frontera Sur”, confiando en que la contención (y no la transformación) de los problemas es la mejor de las respuestas.
4. Los medios de comunicación de masas deberían interpretar la realidad africana desde un análisis menos simplista e inmediatista
En general, muchos medios narraron la crisis del ébola a partir de grandes titulares, de grandes cifras y de grandes clichés, y eso solo cuando era noticiable. Es cierto que, en este ámbito, hemos avanzado algunos pasos. Existen hoy periodistas, en su mayoría free-lance, que hablan de África desde la complejidad y desde la intensidad de haberse recorrido numerosos contextos. No obstante, la existencia de una brillante generación de periodistas que hablan sobre África contrasta con el escaso espacio que le siguen dedicando muchos medios.
5. Las sociedades africanas resisten, se movilizan y se auto-organizan
Esta obviedad antropológica, que habla no solo de África sino de cualquier realidad humana a lo largo de la historia, es escandalosamente ignorada por los análisis procedentes de muchos medios y discursos institucionales. Seguimos considerando a las sociedades africanas como entes pasivos y dependientes de la ayuda externa. Esta visión, que podría considerarse de facto racista, contrasta con la realidad. Ante el grave impacto del ébola, las sociedades de Sierra Leona, Guinea-Conakry, Liberia o Nigeria desplegaron mecanismos y estrategias para hacer frente a los problemas generados por el virus. En países como Senegal, colectivos de ciberactivistas fueron clave en el mapeo de la extensión del virus, por citar solo algunos ejemplos. Por su parte, los gobiernos tuvieron un comportamiento dispar. Mientras que en Sierra Leona o Guinea-Conakry (y también podríamos citar algún gobierno occidental) la gestión de la crisis ha sido deleznable, otros como el Liberia o Nigeria reaccionaron de forma mucho más inteligente.
Existen muchas otras lecciones que hemos aprendido de esta crisis. No obstante, es poco probable que las instituciones internacionales incorporen a su modus operandi este tipo de aprendizajes. No se trata de ignorancia. A día de hoy, proliferan los manuales e informes que recogen muchas de estas lecciones, aprendidas no solo tras la crisis del ébola sino tras muchas otras que, por desgracia, han asolado otras regiones y contextos. El problema sigue siendo de ritmos, prioridades y de voluntad política. Las lecciones están sobre la mesa, solo falta que alguien esté dispuesto a aplicarlas.
Original en : Africaye.org