Chocolate blanco, por Rafael Muñoz Abad, Centro de Estudios Africanos de la ULL

2/07/2013 | Bitácora africana

Lejos quedan ya aquellos corajes filantrópicos y románticos que dieron con la vuelta de los esclavos africanos y cristalizaron bajo la fundación de Liberia. Pensamiento bicéfalo. Pues la nación elegida cual icono de la libertad y puerta de entrada de los norteamericanos a África, se tornaría en la finca de alguno de los más crueles caudillos. Las políticas de EEUU hacia el continente han evolucionado más en función de los intereses de Washington que en el de los africanos y sus necesidades reales. ¿Qué esperabais? Las amistades con Mobutu; la doble moral hacia el apartheid; los petroestados o los escándalos liberianos, dejan en evidencia a los vericuetos africanos de la Casa Blanca.

Finiquitado el comunismo y su amenaza, ya no hay razón para apadrinar tiranos pro occidentales; el nuevo enemigo es difuso y vaga por el Sahel en camionetas Toyota financiadas desde Riad. El discurso se ha cambiado y ahora más que nunca, la françafique, vestida de cruzada contra el islamismo, le viene de perlas a la administración USA: un aliado europeo que se encargue de poner orden en el secarral de Malí.
De un trazo, el tour africano de Obama, al que y si me permiten la majadería me gusta llamar el Kennedy negro, le ha llevado por Senegal, Tanzania y la obligada visita a Sudáfrica. Las dos primeras ensalzan a algunas de las más estables democracias africanas. Naciones estratégicas. Dakar es puerta de entrada al Sudán francés y candidato potencial a las inversiones norteamericas en África occidental; y eso, debe hacer pensar a Canarias y su posición de cara al continente vecino. Tanzania es, gracias al monzón, el límite natural de la expansión del islam hacia el sur. Un estado tapón [débil en lo material] que al igual que Kenia, merece mucha atención ante la cercanía de una Somalia que aún es reducto del islamismo radical.
Respecto la visita al gigante industrial sudafricano, sobran las explicaciones. Y es que el asunto Mandela, mediáticamente, le vendrá a [Obama] como anillo al dedo para salir en todas las fotos. No termina de convencerme el discurso del inquilino del Despacho Oval. ¿Sabe la gente qué Mandela estaba en la lista de terroristas de la CIA hasta el año 2008? Mientras, Barak, monta un melodramático show en la antigua prisión de Robben Island. Discurso de empatía para con los africanos en el cual les insta a ser ellos los que trabajen en las carreteras que en Africa se construyan. Supongo, que lo que no les dice, es que el asfalto lo pone la Exxon.

Con el petróleo en el punto de mira, la gira también esconde el temor norteamericano por la creciente influencia china en el continente; mientras, Obama white chocolate, nos deleita con un discurso trufado de tweets al estilo de: “la democracia crece en África y se necesitan más derechos para los homosexuales”. Si rascas un poco, sale blanco. Nada ha cambiado.

cuadernosdeafrica@gmail.com

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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