China desafía a Occidente en África

8/10/2007 | Opinión

La penetración china en África no es algo nuevo, pero sí su acelerada y creciente incursión en sectores estratégicos, como la minería y la explotación petrolera. La República Democrática del Congo (RDC) ha sido el último terreno elegido, con la concesión de un préstamo de 8 mil millones de dólares para impulsar la reconstrucción del país. Este acuerdo entre China y la RDC, firmado el 18 de septiembre, ha producido desconcierto e inquietud en los inversores occidentales, cogidos a contrapié.

África ha dejado de ser el espacio reservado casi en exclusiva para los intereses europeos. La época en que las antiguas potencias coloniales europeas hacían y deshacían en lo que consideraban su coto particular de control político y económico, ha terminado. En la década de los 90, Estados Unidos comenzó a prestar atención especial al África subsahariana. El temor a una penetración del fundamentalismo islamista en el continente negro y la necesidad de garantizarse el aprovisionamiento de nuevas fuentes de energía explican este interés. La administración norteamericana busca actualmente un país que acepte albergar un centro de mando militar unificado para África; ya ha designado al general que lo dirigirá. Esta base podría instalarse en uno de los países más amigos de USA, Ruanda, a pesar de la hostilidad expresada por muchos líderes africanos, reacios a integrar África en la “cruzada americana contra el terrorismo”.

En este contexto, China ha irrumpido en el escenario africano. Su tradicional discreción ha dado paso a una penetración retadora. El mantenimientos de su espectacular y sostenido ritmo de crecimiento económico así lo exige, y África puede ofrecerle materias primas imprescindibles y un mercado donde colocar sus productos. El convenio con la RDC es un buen ejemplo. La República Democrática del Congo es un país que necesita urgentemente enormes inversiones para explotar sus cuantiosos recursos y salir del marasmo. La llamada comunidad internacional, con la Unión Europea a la cabeza, ha apadrinado y financiado el conflictivo proceso congoleño de transición democrática. El Presidente Kabila, en su discurso de investidura, fijó 5 sectores prioritarios de acción, pero hasta ahora sus palabras sólo han sido una proclamación de buenas deseos. Los inversores occidentales siguen dudando y exigen previamente pruebas de democracia, respeto de los derechos humanos y buen gobierno, asignaturas que la RDC no acaba de aprobar. Nada de esto parece importar a China, del mismo modo que no ha hecho ascos a la colaboración estrecha con el gobierno de Sudán, vilipendiado en occidente, que le ha abierto el grifo de sus pozos petrolíferos. Su préstamo a la RDC no está subordinado a condición alguna. Ni siquiera ha esperado a la definición por parte del gobierno congoleño de un programa serio de reconstrucción y rehabilitación.

China está dispuesta a financiar la construcción de más de 3.000 km. de la vía férrea que uniría Katanga, sureste, con Matadi, en el oeste, así como una carretera de 3.400 km. que comunicaría Katanga con Kisangani, en el noreste. Este ambicioso plan de infraestructuras de comunicación se completaría con otras obras de conexión entre importantes ciudades. El acuerdo entre la RDC y China prevé también la inversión de más de 2.000 millones de dólares en el estratégico sector minero, en el marco de una asociación de empresas de ambos países y en contraposición a los financiadores occidentales, que siempre han desconfiado en la capacidad empresarial congoleña. Infraestructuras y explotación/exportación de recursos mineros (contrapartida que ofrecen los congoleños al socio chino) constituyen el núcleo principal de la cooperación. El convenio incluye también la construcción de 31 hospitales, 145 centros de salud, 2 grandes universidades y 5.000 viviendas.

La noticia ha causado alarma en los medios financieros occidentales, mientras en Kinshasa no se disimula la satisfacción y hasta el alborozo: el gobierno podrá, por fin, iniciar su ambicioso programa de reconstrucción. Sin embargo, el presidente Kabila no ha tenido más remedio que “explicarse” ante las autoridades belgas, a su paso por Bruselas, camino de la sesión general de la ONU. La respuesta de la antiguo potencia colonial ha sido la promesa del envío urgente a Kinshasa de una misión de expertos que examine los sectores donde invertir (minas, infraestructuras, energía). En medios congoleños se declara: “esperábamos un retorno de los belgas y parece que nuestra asociación con los chinos los ha despertado”.

La riqueza de la República Democrática del Congo, “un escándalo geológico”, ha sido hasta ahora la fuente de sus desgracias. Habrá que esperar para comprobar si lo es de su desarrollo y bienestar o si, por el contrario, proseguirá la depredación.

Ramón Arozarena

Nakupenda África
27 de septiembre de 2007

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