Charles Taylor, Top models, y otros esperpentos, por Rafael Muñoz

17/09/2010 | Bitácora africana

Recientemente ha salpicado la actualidad, y nunca mejor dicho, la noticia que la top model británica Naomi Campbell, se sentaba en el banquillo de la Corte internacional de La Haya, para declarar por la posesión de diamantes, no precisamente de Tiffany, si no de sangre. Presuntamente obsequiados por el ex dictador de Liberia Charles Ghankay Taylor, juzgado en la Corte de la Haya.

El señor Taylor fue, por decirlo de alguna forma, presidente de la República de Liberia entre 1997 y 2003. Aunque la realidad es diametralmente opuesta. Taylor se convirtió en un tirano; en el señor de Liberia; puso los recursos del país a los pies de sus caprichos, y paradójicamente la segunda nación libre más joven de Africa (1847), tierra de reacojida de los esclavos liberados por la abolición de la esclavitud, con una independencia vertebrada en el apoyo económico de grupos religuiosos y filántropos estadounidenses, se hundió en el abismo.

En resumidas cuentas, una nación nacida ni más ni menos que del constitucionalismo norteamericano, enarbolando el estandarte que clamaba contra la erradicación de la trata se vio sumida en el caos. El origen de Liberia es romántico e idealista, lástima que se tornase en una pesadilla presidida por Taylor, quedando de su libertario nombre sólo eso. Es surrealista que Naomi Campbell, uno de los iconos del glamour, del culto a la imagen, de la sociedad de consumo, y de la más atroz frivolidad; pues conocido es su genio; sus caprichos sin fin; sus «saliditas de tono»; y si no que se lo pregunten al director de algún hotel de Gran Canaria, donde su soberbia alcanzó límites insospechables; calificando de poco digno para su merced el establecimiento donde se hospedaba, se vea envuelta en tal escándalo; mostrándose como ingenua víctima y desconocedora de la realidad, y es que cuando no se vive en ella suelen pasar estas cosas.

Es grotesco que el señor Taylor con semejante currículum, acusado de varios crímenes de guerra y contra la humanidad, de tráfico de armas financiado con diamantes, de ser el padre intelectual de la segunda guerra civil liberiana, del reclutamiento de niños soldado, de abusos sexuales, y otras muchas aberraciones, se sentase a cenar con la modelo en un acto benéfico en la residencia ni más ni menos que de Nelson Mandela; y que la top model sin más, como al parecer ha declarado, aceptase unos diamantes mancillados con la sangre de los pueblos de Liberia y Sierra Leona, sin tener la menor sospecha de su dudoso origen. En su generosa defensa, tal vez podríamos argumentar que el estratosférico nivel de vida de la prestigiosa modelo, tan legítimo como totalmente alejado de la realidad mundana del ciudadano corriente, encumbrado en la cresta del derroche y la opulencia, la hiciesen desconocedora del conflicto liberiano, del denominado tráfico de diamantes de sangre a cambio de fusiles kalashnikovs, de quien era realmente Taylor, e incluso quien sabe si a ciencia cierta sabía donde estaba Liberia, o si pensaba que Sierra Leona era una nueva fragancia.

Pero lo realmente grave e incomprensible es que Mandela, uno de los iconos de la historia mundial, ante cuya presencia todos nos empequeñecemos, que tanto luchó por la libertad, y que pasó un tercio de su vida encarcelado por defender sus ideales de un hombre un voto, se haya prestado a compartir mesa y mantel con Taylor. Con tal panorama, y antes que se me haga añicos la jerarquía de valores, no me queda más remedio que hacer peripecias reflexivas. O yendo más allá, terminar por reconocer que el evento gastronómico, incluyendo el postre a base de mousse de diamantes servido fuera de carta, es difícilmente defendible desde el punto de vista ético.

Afortunadamente siempre nos queda la opción del considerablemente más amable Desayuno con diamantes; donde los simpáticos Audrey Hepburn y George Pepperd son bastante más digestivos que el señor Taylor. Y vuelvo a preguntarme, ¿sabrá la señora Campbell que muy posiblemente sus antepasados tal vez son originarios de Africa?.

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

Más artículos de Muñoz Abad, Rafael