Decía un tal Séneca que nada se parece más a la injusticia que la justicia tardía. El Tribunal especial para Sierra Leona y la Corte Internacional de la Haya han ratificado esta semana a Charles Ghankay Taylor la sentencia que lo condena a cincuenta años de prisión por crímenes contra la humanidad. Taylor, al igual que Rudolf Hess en Nurembreg y todos los criminales juzgados por cortes internacionales, alega irregularidades y que la sala que lo procesa carece de legitimidad para enjuiciarlo.
El que fuera presidente de Liberia, y a la espera de lo que [aún] pueda “hacer” Mugabe, pasará a la historia como digno heredero de los infaustos Amín o Mobutu. Las guerras civiles de Liberia y Sierra Leona representan algunos de los más despiadados decálogos de la crueldad y la maldad que el ser humano puede ofrecer. Con el tráfico de diamantes como aval para la entrega de armas al Frente Revolucionario Unido, se abrió la puerta a la carnicería que resultaría en miles de amputados y casi la mitad de la población de Sierra Leona desplazada. El repertorio de acusaciones contra Taylor no tiene desperdicio: esclavismo, malversación de fondos, mutilaciones, prostitución, reclutamiento de menores, tráfico de armas, e incluso el vocablo canibalismo es citado.
Educado en la elitista Nueva Inglaterra, Taylor accedió al poder derrocando a Samuel Doe; al que con posterioridad, y a la vez que se bebía una cerveza Budweiser, con la otra mano le amputaba la oreja. Alumno aventajado de la cleptocracia, acabó huyendo en una caravana de Range Rover´s a través de media Africa hasta su detención en la frontera entre Nigeria y Camerún. Su vida es un coctel de extravagancias y salvajadas en las que incluso aparece salpicada una “ilusa” Naomi Campbell, que al parecer, desconocía el sangriento origen de los diamantes con los que aquella noche Taylor quiso llevársela a la alcoba. La pobre. Y es que hasta wikileaks le concede su minuto de gloria; filtrando que si el juicio a Taylor se suspendía, como así parecía [por falta de fondos] y era liberado, se desataría la antesala de otra guerra civil en Sierra Leona.