Charles Taylor, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos de la ULL

3/10/2013 | Bitácora africana

Decía un tal Séneca que nada se parece más a la injusticia que la justicia tardía. El Tribunal especial para Sierra Leona y la Corte Internacional de la Haya han ratificado esta semana a Charles Ghankay Taylor la sentencia que lo condena a cincuenta años de prisión por crímenes contra la humanidad. Taylor, al igual que Rudolf Hess en Nurembreg y todos los criminales juzgados por cortes internacionales, alega irregularidades y que la sala que lo procesa carece de legitimidad para enjuiciarlo.

El que fuera presidente de Liberia, y a la espera de lo que [aún] pueda “hacer” Mugabe, pasará a la historia como digno heredero de los infaustos Amín o Mobutu. Las guerras civiles de Liberia y Sierra Leona representan algunos de los más despiadados decálogos de la crueldad y la maldad que el ser humano puede ofrecer. Con el tráfico de diamantes como aval para la entrega de armas al Frente Revolucionario Unido, se abrió la puerta a la carnicería que resultaría en miles de amputados y casi la mitad de la población de Sierra Leona desplazada. El repertorio de acusaciones contra Taylor no tiene desperdicio: esclavismo, malversación de fondos, mutilaciones, prostitución, reclutamiento de menores, tráfico de armas, e incluso el vocablo canibalismo es citado.

Educado en la elitista Nueva Inglaterra, Taylor accedió al poder derrocando a Samuel Doe; al que con posterioridad, y a la vez que se bebía una cerveza Budweiser, con la otra mano le amputaba la oreja. Alumno aventajado de la cleptocracia, acabó huyendo en una caravana de Range Rover´s a través de media Africa hasta su detención en la frontera entre Nigeria y Camerún. Su vida es un coctel de extravagancias y salvajadas en las que incluso aparece salpicada una “ilusa” Naomi Campbell, que al parecer, desconocía el sangriento origen de los diamantes con los que aquella noche Taylor quiso llevársela a la alcoba. La pobre. Y es que hasta wikileaks le concede su minuto de gloria; filtrando que si el juicio a Taylor se suspendía, como así parecía [por falta de fondos] y era liberado, se desataría la antesala de otra guerra civil en Sierra Leona.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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