Desde que tuvimos noticia del arresto del P.Guy en Kigali, el 6 de septiembre de 2005, hemos seguido paso a paso la “aventura” de este misionero, Padre Blanco belga, que ha tenido el “honor” de pasar 75 días en el nada confortable “Hotel 1931”, como llaman, con avinagrado humor, los habitantes de la capital ruandesa, a la PCK (Prisión Central de Kigali).
Su llegada a Bélgica fue un alivio y alegría para todos: Su familia, sus compañeros de la Sociedad de Misioneros de África y sus numerosos amigos y simpatizantes.
Lo hemos encontrado en su puesto de trabajo en Roma y ha accedido a responder a nuestras preguntas. Esto nos permite “leer de su boca” algunas de sus impresiones íntimas.
– Guy, ¿cuáles fueron exactamente los cargos de que te acusaban?
-En la orden de arresto de la Procuraduría de la República, que me presentaron en el aeropuerto, estaba escrito: “Por crimen de genocidio y crimen contra la humanidad.” Después del juicio del tribunal popular, – los llamados “gachacha”- de Rugenge, el documento oficial para internarme en la PCK declaraba: “Por incitar a los ejecutores del genocidio”.
-Tu, que luchaste siempre contra la violencia y por el respeto de los Derechos Humanos ¿cómo te sentiste ante esta acusación tan terrible como falsa?
-En el momento de mi detención estaba furioso, porque la acusación era totalmente injusta y falsa. Poco a poco fui comprendiendo que esto le pasa, tarde o temprano, a todo aquel que lucha por la justicia y la paz contra los poderosos violentos, abusadores del poder. Llegó el Día de Todos los Santos y al meditar el evangelio de la fiesta: “Las Bienaventuranzas”, comprendí las palabras de Jesús. A partir de entonces, viví mi cautiverio con serenidad y hasta con gozo interior.
-¿Cuáles fueron las reacciones de los otros reclusos al saber que eras un Padre Blanco?
– Siempre me manifestaron mucho respeto. La primera noche, un compañero de celda me prestó una colchoneta de goma-espuma. La ferviente comunidad católica de la cárcel me acogió como a su capellán. Me mostraron su confianza pidiéndome que presidiera sus ceremonias religiosas. Numerosos venían a visitarme y se confesaban conmigo, otros me confidenciaban sus penas y sus problemas.
-¿Cómo pasabas los días en la cárcel?
– Mis jornadas eran muy intensas. Desde la oración de la mañana hecha en común, muy temprano con bastantes presos cristianos. Luego venían las visitas del exterior: Cada día venía algún funcionario de la embajada de Bélgica y algunos compañeros Padres Blancos, unos residentes en la capital y otros de paso. También se acercaban religiosas y amigos. El resto del tiempo lo ocupaba con la oración y las reflexiones. Por la noche podía escuchar las noticias por las emisoras de Ondas Cortas –OC- en varias lenguas. También he leído algunos libros y bastantes periódicos y revistas.
– ¿Tenías autorización para celebrar la Eucaristía? Los otros reclusos ¿podían participar?
Solamente celebraba la santa Misa los domingos. Las dos primeras semanas los capellanes no vinieron pues la capilla estaba en obras, entonces fui yo quien presidió la Eucaristía. Después, pude concelebrar siempre con los diversos sacerdotes que venían a visitar a los presos. Podría haber celebrado la misa diariamente yo sólo, pero preferí participar en la celebración de la Palabra todas las mañanas. Cada día predicaba una persona diferente. Me han impresionado profundamente los testimonios de fe de mis compañeros reclusos. Tantos años de prisión les han hecho profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y vivirla concretamente en su condición actual de privación de libertad.
– Como sacerdote ¿pudiste administrar los sacramentos en la prisión?
– Sí, además de la Eucaristía, las confesiones han sido muy numerosas. Por ejemplo: La víspera de mi traslado a Bélgica era la vigilia de la fiesta de Cristo Rey, que en Ruanda es la fiesta de la Juventud Obrera Católica- (la JOC). Los animadores organizaron un retiro espiritual e invitaron a los jóvenes internos a recibir el sacramento de la reconciliación. Vinieron numerosísimos. Me pasé toda la mañana confesando a los muchachos.
– Guy, una última palabra de despedida.
– Aprovecho esta ocasión para agradecer a todos, conocidos o no, el interés mostrado por mí desde el día de mi detención. A todas las pruebas de apoyo hay que sumar muchas súplicas al Señor por mi liberación. He vuelto a entrar en contacto con amigos que no sabía de ellos hace años. A todos quiero dar las gracias por sus ánimos y mensajes de solidaridad.
Entrevista realizada por Paolo Constantini
‘Africa, Misione e cultura’. Padri Bianchi. Italia.
Traducción de Antonio Molina, Secretario General de Fundación SUR
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