Casi mejor me callo… , por Alberto Eisman

13/01/2012 | Bitácora africana

Uno de los temas más recurrentes en las tertulias que a veces surgen a la sombra de un mango o alrededor de una cerveza fresca al final de una jornada de trabajo es la manida pregunta de “Y esto ¿cómo es en tu país?” Y la pregunta puede estar referida a todo, al fútbol, al estilo de vida, al sistema sanitario, a los políticos o lo que sea.
En estos últimos años (siempre a uno le gusta quedar bien y fardar) disfrutaba mucho cuando le contaba a la gente que yo no necesitaba darle un sobrecito al funcionario o policía de turno cuando se trataba de expedir un pasaporte, obtener un documento o hacer una diligencia cualquiera… la gente, al oír esto, se quedaba como traspuesta y más de uno echaba un gemido casi de incredulidad. Esto era perfectamente comprensible porque aquí, en casi todas las instancias de la administración, cualquier ciudadano de a pie tiene que abrirse camino a base de lubricar más de una voluntad… Sin ir más lejos, la gente no sabe que obtener el pasaporte es un derecho de cada ciudadano y por tanto, tienen que pagar buenas cantidades si no quieren que la carpetita con la documentación se “pierda” en algún estante polvoriento.

Cuando proseguía con el relato y pasaba a contarles que la Seguridad Social no pide que las personas sin papeles paguen para poder acceder a atención médica, entonces ya la cara del auditorio era de antología. Oyendo aquello, el personal llegaba a pensar – pobrecitos – que el mundo occidental era poco menos que Jauja. Yo, aunque intentaba devolverles un poquito a la realidad de que no hay sociedad perfecta, creía que con el hecho de saber que “en otro sitio es posible”, la lucha por un mundo mejor, una sociedad sin corrupción ni manipulación podría ser algo más al alcance de la mano. Yo, en mi ingenuidad, imagino que siempre es más fácil abrir nuevos caminos cuando tenemos el referente de otros que han hecho algo parecido.

Lo que pasa es que poco a poco me quedo con menos argumentos edificantes que compartir. Ya que la corrupción es algo tan evidente y diario en África, uno puede llegar a pensar (lo hacen muchos ya, ojo) que estas prácticas son algo endémico de estos países (“una merienda de negros” sin ir más lejos) y que nosotros occidentales tenemos autoridad moral suficiente para decir a la gente lo que tienen que hacer y darles lecciones de ética y buenas prácticas.

Nada más lejos de la realidad… en mi caso, viendo en los periódicos digitales las andanzas de un duque y sus adláteres por un lado y el relajo de un Director de Trabajo de la Junta de Andalucía que se gastaba en cocaína y otras menudencias miles de euros diarios por otro… creo que me voy a tener que callar bien callado, porque – aunque los policías de mi país sigan siendo de la gente más íntegra y cabal – parece ser que hay muchos otros más arriba en la escala social que se pasan por el arco del triunfo las normas más fundamentales no de la ética sino de la honestidad personal más básica.

Alguna vez he dicho en este blog que, puestos a elegir, prefiero la corrupción artesana del funcionario o policía que pone la mano porque necesita un “extra” para llevar a sus niños al colegio que la corrupción sofisticada de trajes, trasferencias bancarias y tejemanejes de EREs, cualificaciones de terrenos y otras argucias pensadas para ganar pasta gansa. “Es nuestro turno para comer” se llama el libro de Michaela Wrong acerca de la corrupción en Kenia. Quizás tendríamos que hacer en cada país una Guía Michelín de la Corrupción en la cual pudiéramos dar estrellas a nuestros corruptos más entrañables y efectivos. La edición española, seguro que sería bastante gorda – aunando por una vez ideologías, credos nacionalistas y colores políticos – , con fotos, mapas desplegables e índice analítico incluido.

Por esto, yo ya de la corrupción no hablo, porque después de pontificar las bondades del sistema existente en la piel de toro e intentar dejar bien al personal de casa, a ver si se enteran aquí ahora de quién es el Bigotes, el Guerrero de la cocaína o el Yernísimo “Deungarito” y consiguen sacarme los colores aireando tanta porquería delante de todo el mundo. Sólo faltaba eso. Así que chitón, mejor no meterse en berenjenales con tanta ropa tendida; y en la próxima tertulia… se habla exclusivamente de fútbol y punto en boca.

Original en En Clave de África

Autor

  • Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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