Excelentísimo Yoweri Museveni
Presidente
República de Uganda
Residencia Presidencial
Entebbe
Uganda
14 de diciembre de 2018
Su Excelencia,
Hace dos días leí la carta que le escribió al presidente Pierre Nkurunziza el pasado 8 de diciembre de 2018.
Previamente, ya había tenido la ocasión de leer la carta que el presidente Nkrurunziza le había escrito el 4 de diciembre de 2018 por ser usted el presidente del Consejo de la Comunidad de África Oriental. Me sorprendió la manera de gestionar, y la facilidad con la que se filtra al público, la delicada situación actual y los asuntos diplomáticos.
Sea como fuere, las dos cartas, ambas escritas con la intención de demostrar la franqueza de dos dirigentes de estados miembros de la Comunidad de África Oriental, resultan reveladoras tanto en lo que dicen como en lo que callan acerca los asuntos internos y regionales y de las mentalidades de sus autores.
Le escribo en calidad de africano y de ciudadano ruandés exiliado. Mi intención es la de ser igual de franco que usted y mostrarle, respetuosamente, mi desacuerdo con una serie de cuestiones que plantea en su carta. Mi exposición es comprensiblemente corta puesto que necesitaría más espacio para poder realizar un análisis más exhaustivo.
La historia disputada de Burundi
Puesto que dice llevar 53 años tratando con temas relacionados con la revolución, es probable que sea consciente de que la historia de Burundi no empieza con el asesinato del Príncipe Rwagasore en 1961.
Lo que usted con razón llama el “problema crónico de Burundi” existe desde hace siglos y se caracteriza por la existencia de un monopolio de poder tutsi durante la mayor parte de su complicada historia. Desde 1966, los regímenes militares que se sucedieron dentro del marco del monopolio tutsi (Micombero, Bagaza, Buyoya) fueron, ante todo, una vía alternativa para conservar el viejo orden.
Su manera de explicar el monopolio de poder tutsi como una reacción a la revolución hutu de 1959 en Ruanda y a los asesinatos y el exilio de tutsis ruandeses que le siguieron, aunque alude a un posible factor, olvida importantes acontecimientos de la historia.
El alzamiento de la resistencia hutu contra el monopolio tutsi, ejemplificada, entre otros, por el CNDD-FDD en los 90, sirvió para impulsar y crear la necesidad de alcanzar el acuerdo pacífico y negociado de Arusha.
Ciertamente el liderazgo ejercido por Mwalimu, visiblemente añorado en los tiempos que corren, introdujo la sabiduría que hacía falta para guiar el complejo proceso que concluiría con los Acuerdos de Arusha en el año 2000. Es un error reducir el papel que realizaron el CNDD-FDD en particular, y de la resistencia hutu en general, a la hora de conseguir que el gobierno de Buyoya se sentara en la mesa de negociaciones. El que no tomaran Bujumbara, la capital de Burundi, debería significar algo para su manera militarista de entender la revolución. No todos los cambios a lo largo de la historia son el resultado de una victoria militar rotunda. De la misma manera que una victoria militar rotunda no siempre se traduce en una democracia sostenible y en seguridad para todos.
Me sorprende que, de manera conveniente, haya decidido omitir de su análisis dos acontecimientos trágicos y trascendentales que han marcado la historia reciente de Burundi. El primero es el genocidio perpetrado contra los hutus en 1972, y el segundo es el asesinato en 1993 de Melchior Ndadaye, el primer presidente de Burundi elegido democráticamente. Ambos hechos fueron obra de elementos militares tutsis en el poder.
La trágica historia de Ruanda
Para ser alguien que ha estudiado la historia interlacustre de África, ha pasado usted por alto un hecho importante en la historia de Ruanda. Hasta la revolución hutu de 1959, el Reino de Ruanda había sido una monarquía de varios siglos de antigüedad en lo más alto de la cual se encontraba un rey tutsi. Como en Burundi (pero con sus propias complejidades entre hutus, tutsis y twas), el régimen colonial belga acentuó las fuertes distinciones, contradicciones y divisiones patentes entre las distintas identidades étnicas. Supongo que no negará usted el hecho de que los hutus se encontraban en lo más bajo de la escala político-social. El alzamiento de la conciencia hutu, aunque erigido sobre una dimensión étnica, constituyó un desarrollo legítimo frente a la injusticia histórica soportada por un grupo. El que los belgas manipularan estas identidades de forma oportunista es, sencillamente, una prueba de la naturaleza de la empresa colonial.
El que el presidente Gregoire Kayibanda y sus compañeros hutu se alzaran para liderar la revolución contra el régimen monárquico y presidir la nueva república de Ruanda significó un logro histórico. Describirle como un simple reaccionario al servicio de los belgas es hacer una valoración errónea de lo que fue. Fracasó a la hora de crear una conciencia ruandesa, de gobernar para todos y de liberarse de las limitaciones de su tiempo. Como muestra la historia, los revolucionarios de ayer se convierten con facilidad en los reaccionarios de hoy y de mañana.
La comunidad de África Oriental como garante paz
Usted argumenta que, dado que la región ha hecho de arquitecto, mediador y garante del proceso de paz de Burundi, esta debe seguir teniendo voz y voto sobre cómo se ha de manejar Burundi. El presidente Nkurunziza tiene otra opinión al respecto, e insiste sobre que el proceso debe pertenecer y estar encabezado por Burundi, aunque sin que se anule el papel complementario de la región y de la comunidad internacional.
Ni usted, Sr. Presidente, ni ningún otro líder de la región de África Oriental ni de ningún país del mundo, desearía la presencia permanente de garantes de paz en su territorio. Ni los motivos para, ni la comparación con, ni los ejemplos acerca de la presencia de fuerzas americanas y británicas en Alemania son argumentos de peso. Alemania y Japón fueron vencidos por los Aliados. Entonces, los vencedores tenían sobradas razones para ocupar a los vencidos y disuadir así a Alemania y a Japón de volver a alzarse como potencias militares. Sin embargo, hoy, décadas más tarde, ni los Estados Unidos ni Reino Unido deciden sobre cómo se han gobernar Alemania y Japón.
Para garantizar la paz, los garantes deben cumplir ciertos criterios. La neutralidad, la imparcialidad y la autoridad moral son ingredientes esenciales. Por encima de cualquier otro, el principio de “no hacer daño” es indispensable.
Los actores nacionales y regionales deben esforzarse mutuamente por actuar de forma responsable, abierta y transparente. El intento, por cualquiera de las partes, de ser manipulador siempre resultará contraproducente. Esta tarea la complica el hecho de que, históricamente, los actores nacionales de un país siempre han actuado en favor de determinados actores nacionales de otro país. ¿Cómo puede usted, Sr. Presidente, imaginar que sería capaz de actuar con imparcialidad en Ruanda, Sudán del Sur o la República Democrática del Congo, países en los que ha empleado tanto tiempo y dinero?
El presidente Nkurunziza menciona un asunto de vital importancia para la credibilidad de la Comunidad de África Oriental en su papel de garante de los procesos de paz en la región. En 2015 tuvo lugar un intento fallido de golpe de estado contra su gobierno. El que Ruanda tuvo mucho que ver con la planificación y el apoyo a la tentativa de golpe de estado es un secreto a voces del que presumen los oficiales de inteligencia ruandesa. ¿Se ha responsabilizado a Ruanda por el daño que ha causado (y sigue causando) a un estado hermano? Si la respuesta es no, entonces, ¿por qué no?
Mientras esto siga siendo así, ni las personas de África Oriental, ni los actores extranjeros a los que usted descredita tomarán en serio a la Comunidad de África Oriental.
Ruanda bajo el mando del presidente Kagame
Recuerdo con claridad un comentario que hizo en 1995, durante uno de nuestros muchos encuentros, sobre que los ruandeses son traidores. Tiempo después, en una carta dirigida a Claire Short, la entonces Secretaria de Estado británica para el Desarrollo Internacional, escribió que el FRP estaba en quiebra ideológica. Por desgracia, tenía usted razón al describir de esa forma a la élite gobernante. Al pensar en África Oriental y en la historia de África en general, llama la atención que tanto la traición como la quiebra ideológica describen adecuadamente a las elites gobernantes, pero no a los africanos. Conozco bien al FRP y al presidente Paul Kagame. He sido Secretario General del FRP, representado a Ruanda como Embajador en Estados Unidos, y gestionado el gabinete del presidente Kagame durante un tiempo.
En su carta, menciona usted de pasada que no puede hablar en nombre del Presidente Kagame. Sin embargo, también le conoce bien. De entre todas las personas, es usted quien vivió más de cerca sus años de formación como oficial militar y de inteligencia en el Ejército de Resistencia Nacional en Uganda. Me pregunto si su carácter reaccionario y ultra-violento estaba tan patente en el triángulo de Luweero como lo ha estado en su faceta de líder del RFP desde 1990 y de gobernante de Ruanda desde 1994.
Usted sabe tan bien como yo que el presidente Paul Kagame le confirmó que había sido el responsable del derribo del avión en el que murieron el presidente de Ruanda Juvenal Habyarimana y el presidente de Burundi Cyprian Ntayamira cuando viajaban para encontrarse con usted y otros líderes africanos en Dar es Salaam el 6 de abril de 1994. Este hecho supuso el desbaratamiento de los Acuerdos de Arusha, y prendió la mecha para que se produjera el genocidio y la consecuente captura del poder por el FRP. Permítame recordarle, Sr. Presidente, que Tanzania, como facilitador, y todos ustedes, los líderes de África Oriental, eran garantes del proceso de paz de Ruanda. Dos Jefes de Estado africanos fueron asesinados por uno de los signatarios del acuerdo de paz. Ni África Oriental, ni la Unión Africana, ni las Naciones Unidas han reclamado nunca que se investigue el asesinato para que los responsables rindan cuentas por sus actos. Si esto no es una traición a los ciudadanos de Ruanda y Burundi por parte del garante África Oriental, ¿entonces qué es? En el caso de Burundi, era la segunda vez en menos de un año que dos presidentes hutu eran asesinados por individuos tutsi de Burundi y Ruanda. ¿Le sorprende, por lo tanto, que la política en Ruanda sea un juego de suma cero en el que los vencedores vecen con violencia, se aferran al poder con violencia, y lo pierden con violencia?
En la actualidad, el monopolio de poder tutsi en Ruanda es una réplica de la marginalización vivida por los hutus antes de 1959 y un reflejo del monopolio de poder tutsi que existía previamente en Burundi. Esta es la receta para el retorno del genocidio y de la guerra a Ruanda y a la región.
Explica en su carta que existe una diferencia entre los Interahamwe que llevaron a cabo el genocidio contra los tutsis, y los que planearon el golpe de estado. Tiene usted razón en señalarlo. Sin embargo, no debería de guardar silencio acerca de los crímenes de lesa humanidad y los posibles actos de genocidio que los servicios de inteligencia y el ejército del presidente Kagame han llevado a cabo contra hutus en Ruanda y en la República Democrática del Congo. Ni debe de hacerlo tampoco acerca los millones de congoleses que han muerto víctimas de las intervenciones militares de Ruanda y Uganda en ese país.
Los servicios de inteligencia del presidente Kagame estuvieron involucrados en la planificación y el asesinato del presidente Laurent Kabila el 16 de enero de 2001. Recordará que fueron usted y el presidente Kagame los que apoyaron y colocaron al presidente Kabila en el poder el 17 de mayo de 1997. Una vez más, ni África Oriental, ni la Unión Africana, ni las Naciones Unidas solicitaron o llevaron a cabo una investigación para responsabilizar al presidente Kagame. Cuando los actores estatales utilizan las mismas vías criminales que los actores no estatales para derribar aviones, asesinar a oponentes o matar y mutilar a mujeres y niños, estos deben ser considerados terroristas.
Imperialismo extranjero, prosperidad africana y seguridad estratégica
Dice usted que el principal problema de África es el imperialismo extranjero. Es cierto que el legado del imperialismo occidental ha tenido un prolongado impacto negativo sobre el desarrollo de África. Sin embargo, el principal problema de África a día de hoy, seis décadas después de su independencia política, es interno. De lo contrario, ¿cómo se explican las sangrientas guerras civiles, los abusos de derechos humanos, el genocidio, el movimiento masivo de refugiados y de personas desplazadas internamente, la industria pacificadora, la miseria económica, la dependencia en la ayuda exterior, la ausencia del estado de derecho, la exclusión política y el entorpecimiento de la labor institucional, todo ello obra de tiranos locales que gobiernan indefinidamente por extorsión?
Liderazgo y gestión
En su frase de conclusión, escribe:
La complicada historia de nuestros países (Uganda, Ruanda, Burundi, Kenia, Sudán del Sur, etc.) es una razón de más para que, ocasionalmente, se manejen con flexibilidad las situaciones sencillas que una mala gestión ha vuelto complicadas (cursivas mías).
Las complicadas historias políticas de nuestros países, por lo trágicas y prolongadas que han sido, siguen dejando un reguero ininterrumpido de lágrimas, sangre y sufrimiento humano. Un rastro de trauma recorre varias décadas, fronteras, comunidades y generaciones. Por ello, no estamos hablando de situaciones sencillas que deban resolver unos tecnócratas con los últimos conocimientos y habilidades en disciplinas de gestión. No estamos hablando de mercados, ni de comprar y vender, por muy importante que esto sea. Hablamos de la dignidad y de los derechos de las personas. Hablamos de curar las heridas a nivel individual, familiar, comunitario, nacional y regional.
Lo que de verdad se requiere de los líderes de África Oriental es que no hagan daño, que ayuden al completo de sus sociedades a cicatrizar, imaginar y crear comunidades en común que compartan intereses a escala nacional, que faciliten la creación de vínculos transfronterizos basados en las personas y que levanten puentes que unan a África con el mundo y con el futuro. Estas son las bases para construir la prosperidad y la seguridad estratégica de África y de África Oriental.
Un cordial saludo,
Dr. Theogene Rudasingwa
Washington DC
USA
Contacto: ngombwa@gmail.com
Copia a:
1. Excmo. Sr. Presidente Pierre Nkurunziza, República de Burundi
2. Excmo. Sr. Presidente Uhuru Kenyatta, República de Kenia
3. Excmo. Sr. Presidente Dr. John Pombe Joseph Magufuri, República Unida de Tanzania
4. Excmo. Sr. Presidente Paul Kagame, República of Ruanda
5. Excmo. Sr. Presidente Salva Kirr Mayardit, República de Sudán del Sur
6. Excmo. Sr. Presidente Cyril Ramaphosa, República de Sudáfrica
7. Excmo. Sr. Presidente Joseph Kabila, República Democrática del Congo
[Traducción, Mariana Entrecanales]
[Fundación Sur]
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