Carta abierta a los jefes de Estado de la UA: la prioridad es la agricultura

30/06/2014 | Opinión

A juzgar por la profusión de comentarios, opiniones e informes que se elaboran a diario, podría decirse que existen dos continentes africanos. Uno: la nueva tierra de oportunidades, que ofrece posibilidades ilimitadas a los inversionistas y aloja a siete de las 10 economías de más rápido crecimiento del mundo. Y el otro: un continente famélico y sin esperanzas, hambriento, pobre, corrupto y víctima de explotadores extranjeros.

Como africanos, estamos cansados de las caricaturas. Pero también estamos cansados de esperar que alguien nos guíe hacia ese continente que todos deseamos, el África que puede y debe ser. Conocemos al África real, llena de posibilidades, dignidad y oportunidades, capaz de enfrentar sus propios desafíos y resolverlos desde adentro. Nunca habíamos vivido un momento más oportuno que el actual para tomar conciencia de todo nuestro potencial. Por fin ese África está al alcance de nuestras manos.

Como científico, siempre me intereso por los datos concretos. África es una tierra rica en recursos, que ha disfrutado de algunas de las mayores tasas de crecimiento económico del planeta. Es hogar de 200 millones de personas de entre 15 y 24 años de edad. Y en el último decenio, recibió una inversión extranjera directa que llegó a triplicarse.

Como cabeza de una institución dedicada a invertir en la población rural, sé que ustedes también necesitan una imagen clara e imaginación. Desde el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola hemos confiado en las personas más pobres y marginadas del mundo, y una y otra vez esas inversiones dieron frutos tanto para los individuos como para las comunidades y las sociedades. Y más de la mitad de los pobladores en los que invertimos son africanos.

Pasaron más de 10 años desde que se redactara la Declaración de Maputo, en la que ustedes, como dirigentes africanos, se comprometieron a destinar al menos el 10 % de sus presupuestos nacionales a la agricultura y el desarrollo rural: sectores clave para intentar reducir la pobreza, generar un crecimiento integrador y fortalecer la seguridad alimentaria y la nutrición.

Hasta la actualidad, solo siete países cumplieron consistentemente el compromiso asumido en Maputo y algunos otros tomaron ciertas medidas en la dirección correcta. Diez años es mucho tiempo de espera. En lapsos más breves pude observar la implementación de proyectos que convirtieron desiertos en tierras cultivables.

En la 23° Cumbre de la Unión Africana a realizarse en Malabo; me uniré con ustedes, líderes africanos, para deliberar sobre el tema prioritario de este año: la agricultura y la seguridad alimentaria. Solo les pido que no se limiten a realizar promesas de desarrollo, cúmplanlas, háganlas realidad en lo inmediato. Aseguren un progreso real y concreto hacia inversiones que beneficien a todos los africanos. Y que prioricen a los habitantes rurales.

Nuestra gente es nuestro mayor recurso. Desaprovechar ese recurso es peor que el derroche. Si no actuamos ahora, para el año 2030 África será el continente donde viva el 80 % de los pobres del mundo. ¿Es ese el legado que queremos dejar a las generaciones futuras?

La Unión Africana declaró que el 2014 es el año de la Agricultura y la Seguridad Alimentaria. Y durante este año comenzamos a delinear nuevos objetivos y metas a alcanzar más allá del plazo establecido por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, es decir, para un mundo pos-2015. Espero que esto signifique que nos dedicaremos por completo a priorizar la agricultura. Se calcula que el crecimiento del producto bruto interno (PBI) generado por el sector agrícola es cinco veces más eficiente para reducir la pobreza que el de cualquier otro sector y, en el África Subsahariana, hasta once veces.

Irónicamente, los países que se vieron obligados a invertir en agricultura por carecer de industrias extractivas lucrativas descubrieron el nuevo secreto a voces: la agricultura no solo mejora la seguridad alimentaria sino que genera riqueza. En algunos sectores de nuestro continente, los pequeños agricultores familiares contribuyen con el 80 % de la producción de alimentos. El hecho de invertir en la población rural pobre no solo mejora la economía, es además una práctica ética.

El 60 % de nuestra población depende total o parcialmente de la agricultura como medio de vida, y la gran mayoría de esas personas se encuentran por debajo de la línea de pobreza. No necesitan ni compasión ni donaciones, sino acceso a mercados y financiaciones, seguridad en la tenencia de la tierra, conocimientos, tecnología y políticas favorables a las pequeñas explotaciones, que les permitan desarrollar sus negocios. Una agricultura a pequeña escala pujante evita que los jóvenes de las áreas rurales emigren hacia ciudades superpobladas, donde sus futuros son realmente inciertos. Al invertir en agricultura no solo se refuerza la seguridad alimentaria, sino la seguridad en general.

En un África con 20 estados considerados frágiles y 28 países que requieren de asistencia alimentaria, la necesidad de una transformación rural real respaldada por inversiones y no solo por promesas es crítica –suelo repetir que las palabras no alimentan a la gente–.

El destino de las inversiones deben ser las explotaciones familiares de menor tamaño. En el África Subsahariana, las explotaciones agrícolas pequeñas constituyen el 80 % del total. Y, contradiciendo a las creencias tradicionales, éstas suelen ser más productivas que las grandes. Por ejemplo, las 200 millones de pequeñas explotaciones que existen en China cubren solo el 10 % de la superficie agrícola mundial, pero producen el 20 % de los alimentos del mundo. Sin embargo, las explotaciones africanas promedio están rindiendo a un 40 % de su potencial. Tecnologías simples, tales como semillas mejoradas, sistemas de irrigación y fertilizantes podrían triplicar la productividad e incitar un crecimiento transformador del sector agrícola. Se estima que con solo aplicar riego artificial, el rendimiento aumentaría un 50 %. Las áreas rurales también necesitan inversiones adecuadas en infraestructura, caminos, energía, instalaciones para almacenamiento, servicios financieros y sociales, y políticas respaldadas por estructuras de gobierno adecuadas que habiliten y garanticen la inclusión.

Si observamos los países que sí cumplieron con el compromiso asumido en Maputo, vemos que la inversión en agricultura funciona. Dado que la agricultura es ahora vista como una actividad lucrativa por parte de los inversores privados y que el África cuenta con, aproximadamente, el 60 % de las tierras agrícolas sin cultivar del planeta, no es de extrañar que escuchemos hablar de «acaparamiento de tierras». Los inversores extranjeros son atraídos por las posibilidades. Y la inversión extranjera es positiva, siempre y cuando sea administrada para beneficio de todos.

Con un potencial tan vasto y una población joven ansiosa por desarrollarlo, el motivo por el cual nuestros líderes africanos no aseguran estar redoblando sus esfuerzos para impulsar una transformación rural inclusiva, con compromisos concretos, que hagan realidad los objetivos de Maputo, sigue siendo un misterio. Deseo que, después de la reunión de Malabo, ese misterio deje de existir.

El crecimiento de las economías africanas fue impactante. Pero es tiempo de dejar de observar las cifras del PBI y enfocar la atención en las personas. La mayor parte de nuestra población se relaciona con la agricultura y, si realmente deseamos hacer realidad el África saludable, pacífica y con seguridad alimentaria que sabemos que puede existir, debemos dejar de desdeñar a dicho sector. No se trata de un sueño; es una responsabilidad.

Kanayo F. Nwanze *

[Fuente: Centro de Información de las Naciones Unidas]

[Traducción, Magdalena Saux]

* Kanayo F. Nwanze es el presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, la agencia para el desarrollo rural de las Naciones Unidas. Bajo la orientación del señor Nwanze, el FIDA ha intensificado su labor de promoción para asegurarse de que la agricultura ocupe un lugar preponderante en la agenda internacional de desarrollo, y que los gobiernos reconozcan las preocupaciones de los pequeños agricultores y otras personas pobres del medio rural. En su calidad de líder intelectual en temas de seguridad alimentaria, ha sido miembro del Consejo del Programa Mundial sobre seguridad alimentaria del Foro Económico Mundial desde 2010 y, anteriormente, presidió dicho grupo. [Más información]

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