Durante mis 15 días en Senegal, había programado buscar unos días para volver a Niodior, una de las 18 islas que conforman el archipiélago del Delta de Saloum, en el Atlántico senegalés, declarado Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco.
Hacía unos tres años que había visitado la isla de Niodior, invitada por la Asociación de Nativos de Niodior en España. Entablé unos lazos de auténtica amistad y solidaridad con ellos y con los habitantes serers de la isla. El presidente de la asociación, Khalilou, que también estaba en Senegal, me pidió que le acompañara a su pueblo natal para difundir y dar a conocer al mundo los proyectos de cooperación que estaban beneficiando a sus habitantes.
Hice un hueco en mi agenda con los responsables del centro Sopi Jiko para la rehabilitación de personas drogodependientes y viajé con Khalilou a Niodior. Programamos salir la madrugada del miércoles 3 de junio para regresar a Dakar el sábado 5 de junio. Khalilou vino a recogerme a casa de Lamine, en el barrio de Sicap Mbao, de Dakar, hacia las 8 de la mañana. Debíamos llegar a Djifer antes de las 3 de la tarde, que es cuando se coge la última piragua que conduce a lugareños y visitantes a la isla de Niodior.
Nos dirigimos a Niodior en uno de los mejores vehículos que he subido durante todas las veces que he ido a Senegal. Hay que verlo para creerlo, porque los coches en Senegal son verdaderas chatarras y los conductores hacen milagros para ponerlos en marcha y conducir por todo el país.
Khalilou me contó que esa noche había dormido poco preparando todas las cosas que quería llevar para su familia de Niodior. Vino a recogerme hacia las 8 de la mañana y, después de deshacernos de las retorcidas calles y avenidas de la periferia de Dakar, conseguimos coger la carretera nacional que nos llevaría a Mbour y luego a Joal. El camino de Joal a la península de Djifer, desde donde se coge la piragua, continuaba siendo de tierra roja, humedales, baches y muy penoso de recorrer para coches y camiones. Khalilou me dijo que el Gobierno tenía un convenio con una empresa holandesa para construir una carretera en el plazo de unos dos años. De hecho cuando llegamos a Joal tuvimos que desviarnos porque las máquinas estaban ya en marcha, iniciando los primeros trabajos de definición de la ruta entre Joal i Djifer para la nueva la carretera. Fue la primera vez después de visitar este país de África occidental durante cinco años seguidos que ví máquinas apisonadoras funcionando para construir una carretera. Khalilou dijo en voz alta lo mismo que pasaba por mi mente:”a ver si se notan de una vez cambios en las ciudades y pueblos de Senegal”.
Tardamos unas dos horas de Dakar a Mbour. Hicimos una parada para llenar el depósito de gasolina y tomar café en una estación de servicio. Cuando llegamos a Joal comenzaron las dificultades. Tuvimos que desviarnos por un camino que ni siquiera mi amigo y compañero senegalés Khalilou, nacido en Niodior, conocía demasiado. La carretera era estrecha en algunos tramos y toda sin asfaltar, de tierra y barro hasta llegar a Djifer. Antes de pasar por la reserva natural de Palmarin, un precioso humedal del Delta de Saloum, en cuestión de segundos y sin saber por qué razón, Khalilou perdió el control del coche, nos salimos del camino y chocamos contra unos árboles penetrando casi en el lago que bordea la carretera. Milagrosamente nosotros y el coche salimos ilesos del pequeño accidente, pero tuvimos que pedir ayuda para sacar el vehículo de los matorrales y ponerlo otra vez marcha. El incidente nos retrasó el viaje, cosa a parte del susto que nos llevamos. Si o si debíamos coger la piragua de las 3 de la tarde.
Llegamos a Djifer a las 2,30 de la tarde, media hora antes de que saliera la piragua con destino a Niodior. En Djifer refrescamos nuestras gargantas con una coca-cola ante el abrasador calor del trópico. Más tarde subimos a la piragua junto con el resto de pasajeros. Media hora larga de viaje y llegamos a Niodior, donde nos esperaba Borja, un cooperante gallego que colabora con la asociación de Nativos de Niodior en un proyecto de ayuda a las personas con discapacidad de la isla.
Excepto algunas fotos que pude hacer ya al atardecer, la mayor parte del trabajo para la realización del audiovisual sobre los proyectos de cooperación en Niodior lo hice al día siguiente. Me reencontré con la coordinadora de proyectos de la ONG, mi gran amiga Alimatou, una de las mujeres senegalesas más eficientes, inteligentes y plenamente comprometida con su pueblo. Una gran mujer que transmite energía y empuje allá donde va y que para mi es ya como una hermana.
Con Alimatou y Khalilou, el viernes hicimos todo un recorrido por Niodior para comprobar sobre el terreno el desarrollo de los proyectos de protección del medio ambiente, reactivación de la pesca tradicional y dignificación del papel de la mujer que está llevando a término la ONG en este isla del Delta de Saloum.
Niodior me acogió de la misma manera generosa y hospitalaria que lo había hecho en años anteriores, desde la primera vez en mi vida que pise esta isla en el 2009. Algunos se acordaban de mi nombre y los niños me saludaban con un “bonjour toubab”, tal como llaman a los blancos.
Alimatou, Khalilou y yo misma nos dirigimos al embarcadero, donde están las estructuras de madera para secar el marisco y el pescado, almejas y ostras, sobre todo. Recoger el marisco representa todo un proceso. Las mujeres primero entran al mar con las vasijas adecuadas para recoger las almejas. Luego las secan encima de unas estructuras de madera. Una vez secado el marisco lo venden en Djifer o vienen los comerciantes a comprar las ostras y almejas a Niodior.
El pescado es cosa de hombres. Lo pescan con las tradicionales piraguas con las redes convencionales para no dañar los manglares, ya que es en estos arbustos donde se reproducen los peces y se encuentran los caladeros.
Los habitantes de Niodior viven mayoritariamente de la pesca de marisco. Su economía gira en torno a la pesca y la agricultura. Cultivan mijo, patata dulce y diversas frutas tropicales, como el coco o el mango.
La Asociación de nativos de Niodior ha promovido diversos proyectos de cooperación para el desarrollo de la isla con la subvención de la Diputación provincial de Zaragoza y dentro de la red Africagua. Sus miembros son inmigrantes que desde hace más de una década viven en diferentes ciudades del Estado español y que piden ayuda para el progreso económico de su amado pueblo, Niodior. Una isla protegida también por el Estado senegalés y por los mismos isleños organizados en el llamado Comité de Gestión de los Recursos de Niodior. Los miembros de este comité trabajan por racionalizar los recursos y riquezas que aporta la isla. Quieren controlar la sostenibilidad de su pueblo haciendo compatible el desarrollo económico con el respeto al medio ambiente.
Por esto, el Comité controla las construcciones de viviendas establecen límites para la construcción de hoteles o campamentos, mantienen turnos de limpieza de la isla entre los mismos vecinos. Y es que lo que quieren es evitar invasiones externas que puedan destruir los recursos que da Niodior a sus habitantes. Una isla senegalesa que es un refugio de paz y tranquilidad y un ejemplo de buen hacer ante el desorden y el caos que se puede ver por todo Senegal.
Me supo a poco los dos días que estuve entre la gente de Niodior. Todos me pedían que me quedara más tiempo. No podía ser. Debía trabajar para el audiovisual que saldrá pronto a la luz sobre el centro de rehabilitación de personas con drogadicción de Sicap Mbao en Dakar. Pero aproveché mucho el tiempo que estuve con mis amigos serers.
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