Caminando por el infierno de Monrovia, capital de Liberia (3) de (14) “Nuno Cobre detenido por los Estados Unidos de América

29/07/2015 | Bitácora africana

He seguido por Lynch Street y me he encontrado por casualidad con el estadio Antoinette Tubman abierto. Vaya, he descubierto que se celebraba el día internacional de la mujer y me he metido en un estadio de césped artificial sembrado de carpas multicolores y unas gradas invadidas por mujeres. Bajo un palio, una personalidad daba un discurso y detrás de ella y a su derecha, se sentaban las “autoridades”, los blancos y demás élites. Aquí me he encontrado con John al que he fotografiado por primera vez con mi cámara nueva y luego me he dado cuenta que también estaba por ahí de Verina poniendo cara de comprometida.

He sacado varias fotos y me he marchado de allí, siguiendo por el UN Drive. Me ha parecido la ocasión perfecta para visitar el mercado de cemento amarillo y rojo sangre que destaca en UN Drive. Berty me lo calificó una vez como de ‘interesante’. Al entrar, me ha llegado un olor casi hediondo a pescado. Bajo una nave enorme, se distribuían decenas de mujeres que vendían un pescado que me ha resultado asqueroso, oscuro, prácticamente carbonizado. He olvidado a ver este panorama, que llevaba ya unas cuantas horas sin comer nada y he deseado irme de allí cuanto antes.

De nuevo bajo la luz del sol, he subido hasta arriba por Clay Street, más modesta que sus calles vecinas de la izquierda, y donde las chabolas destacan. Por aquí se me han cruzado varios muchachos cargando sacos de arroz sobre sus hombros. Por Clay Street me he perdido un poco puesto que es una calle que se bifurca de pronto a la izquierda. Le he sacado una foto al African Methodist Episcopal University y al poco me he encontrado con mi amigo Lormu con esa sonrisa entre burletera y pocas luces que defiende. Hemos hablado unos minutillos y luego le he sacado una foto. En frente habían varias portadas de revistas donde las escaramuzas guerrilleras en Costa de Marfil y la reaparición de Prince Johnson, copaban las portadas. Desgraciadamente, parece que lo de Costa de Marfil empieza a oler realmente mal.

Me he metido por Mc Donalds y he vuelto a recalar en Benson Street donde le he sacado una foto al asfalto y he hecho además otros retratos curiosos. Le he sacado una foto al ‘capataz’ chino que dormía muy cansado, provocando las risas de un liberiano y un libanés que salía de su tienda. Sin embargo, una de las obreras me ha dicho que por qué le he sacado una foto a su jefe y le he dicho porque soy un hombre libre. Reconozco que esto de llevar una cámara de fotos es incómodo, también lo es para mí.

Luego he seguido caminando y fotografiado a una cesta llena de camarones y a varios muchachos. Entonces he seguido caminando por Benson Street e ingenuamente le he sacado una foto a una pequeña puerta de la nueva embajada norteamericana. Automáticamente ha salido un policía, se ha presentado y me ha preguntado que si he sacado una foto a la embajada. Le he dicho que sí, que no he visto el letrero, que no hay problema, que la borro ahora mismo. Pero el policía me ha quitado la cámara de las manos y se la ha pasado a otro policía que vestía de azul marino. Era un tipo alto, arrogante y que me ha sonreído de manera chulesca cuando le he dicho que no he hecho absolutamente nada.

Original en : Las Pameras Mienten

Autor

  • Sin que nadie le preguntase si estaba de acuerdo, a Nuno Cobre lo trajeron al mundo un día soleado del Siglo XX. Y ya que estaba por aquí, al hombre le dio por eso que llaman vivir.

    Sin embargo, durante mucho tiempo creyó Nuno que el mundo era sólo eso, sólo eso que se presentaba de manera circular y hermética ante sus ojos. Se asfixiaba. A veces. Pero algunos viernes o lunes por la mañana, una vocecita fresca y lejana le decía que habían otras cosas por ahí, que debían haber otras cosas por ahí.

    Y un día Nuno Cobre salió y se fue a la Universidad, y un día siguió viajando y al otro también, y al otro, mientras iba conociendo a gente variopinta y devorando libros sin parar… Entonces descubrió con un cierto alivio que no estaba solo. Que habían más. Cuando llegó la hora de elegir, Cobre decidió convertirse entonces en viajero sólido y juntaletras constante, pero quería más, un más que venía del Sur. Y fue así como el latido africano empezó a morderle tan fuerte que una noche abrió la puerta del avión y se bajó en un país tropical. África.

    Los temores. Llegó con cierto temor a África influenciado por la amarilla información occidental ávida de espectáculos cruentos y de enfermedades terminales. Y resultó que en lugar de agitarse, a Cobre se le olvidó la palabra nervios a la que empezó a confundir con un primo lejano. Y así fue como se llenó de paz, tiempo y vida.

    Tras varios años en África, Nuno Cobre sólo aspira a lo imposible: vivir todas las experiencias mientras le da a la tecla, a los botoncitos negros del ordenador que milagrosamente le proyectan un nuevo horizonte cada día.

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